El movimiento black power alcanzó su esplendor en las Olimpiadas de México, en 1968, cuando los atletas Tommie Smith y John Carlos, subidos en el podio, levantaron el puño envuelto en guante negro al sonar el himno estadounidense. Fueron vilmente represaliados, pero su gesto fue una victoria moral contra el supremacismo blanco. La lucha continúa y su espíritu enlaza con el documental Los Williams, dirigido por el navarro Raúl de la Fuente, con Iñaki y Nico como protagonistas. Es la epopeya de unos padres que cruzaron África padeciendo mil adversidades hasta llegar a Euskadi. Y es una historia de meritocracia, pues el esfuerzo de ambos futbolistas del Athletic, que han sufrido actos racistas en estadios, va de la nada al triunfo. Y hoy son tendencia mundial.
Este el black basque power con el que se identifican miles de jóvenes emigrantes y simboliza la evolución de nuestro país. Es pura realidad. Su emisión en salas de cine coincide con el éxito en TVE de la serie Detective Touré, nueve meses después de su paso por la plataforma Primeran, de ETB. Es pura ficción, nacida de los libros de Jon Arretxe sobre las grotescas andanzas, entre lo cómico y el drama, de un migrante guineano en el barrio bilbaíno de San Francisco, exageradas en sus certezas, como el racismo, y falsedades, como que el Ayuntamiento no les recoge la basura o que subvenciona contratar a negros para un coro. Resulta chusco que se tome a la Casa de Misericordia como fachada y escudo de un lujoso hotel picadero.
Más allá de tópicos y burdos tiroteos, sus seis episodios muestran las oportunidades y las dificultades de la emigración para insertarse en nuestra sociedad. Es lo que constituye el black basque power, que no imaginamos hace unas décadas y que todavía a muchos les produce vértigo.
JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ