La inquisición vasca

Importan mucho los debates sobre humor, arte y arquitectura porque se discute de límites y transgresiones. El rechazo al Guggenheim Bilbao en los 90 fue exactamente el mismo que un siglo antes se produjo en París con la Torre Eiffel. La historia sepulta a los tibios en sus cavernas.  Euskadi cambió de ciclo cultural allá por 2003 cuando ETB creó Vaya Semanita, el puro cachondeo sobre nosotros mismos en medio del terrorismo y las trincheras políticas. ¿Por qué triunfó? Por su bravo atrevimiento y porque sus jocosas sátiras alcanzaban a todos los sectores sociales e ideológicos. ¡Joder con los vascos -dijeron en España- tienen sentido del humor! Y pasamos de dar miedo a dar risa.

Los catalanes tienen con Polònia y el más reciente Zona Franca la indispensable aportación burlesca de su realidad con sketches que traspasan barreras aún no superadas en el Estado. Inquisidores de EH Bildu han protestado con brío por algunas bromas vertidas en el espacio sarcástico Akelarre que presentan Valeria Ros y Pablo Ibarburu. Con esa mentalidad puritana la izquierda abertzale hubiera abortado Vaya semanita; pero algo hemos avanzado desde que ETA voló la sede de la radiotelevisión vasca en 2008.

Las nuevas prioridades de ETB son el entretenimiento y la participación, además de consolidar el liderazgo informativo por su alto valor de contrapeso democrático frente a los poderosos grupos mediáticos locales y estatales. Ha estrenado Te falta un Teleberri, un curioso programa de quince minutos, de lunes a viernes, adosado al Teleberri de noche, en el que la cámara se sitúa en el hogar de varias familias vascas que comentan las noticias, ¡excluida la actualidad política! Con la espontaneidad y el marco de la opinión limitados se cae en el peor de los defectos, la autocensura, drama de nuestra sociedad tan correcta y contradictoria. Por eso a este espacio le queda un Teleberri.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Justicia en las pantallas

Las historias más tristes son las que tratan de injusticias contra las que solo queda la venganza de la restitución pública de la inocencia, como en El Conde de Montecristo. El expresidente de FC Barcelona, Sandro Rosell, contó la suya a Risto Mejide en una impresionante entrevista en Viajando con Chester. De cómo en 2017 y en el contexto de la represión en Catalunya le crucificaron con 645 días de prisión provisional por un delito fiscal del que después salió absuelto. Según relató, de esta fechoría fueron causantes la jueza Lamela, a la que prometieron elevar al Tribunal Supremo, como así se cumplió; el policía Villarejo, oficial mayor de las cloacas del Estado, y una servil maquinaria mediática para encubrir sus miserias. A Rosell le ofrece el Ministerio de Justicia una humillante compensación de ¡27 euros por día de cárcel! Tendría motivo el empresario para encarnarse en Edmond Dantès y tomarse su desquite; pero en estos tiempos -menos románticos que los de Alejandro Dumas- solo puede apelar a los tribunales europeos y confiar que el karma haga su trabajo con unos y otros.

No menos cruel es la historia de los McCann, a quienes en 2007 arrebataron a su hija Madeleine, de tres años, en el Algarve. La noticia dio la vuelta al mundo y durante meses se acusó a Kate y Gerry de encubrir la muerte accidental de la niña. Otro policía corrupto (un Torrente portugués), una justicia chapucera y la prensa más negra que amarilla montaron aquella infamia. Ahora un documental de HBO Max relata que el secuestrador -y probable asesino de la cría- es un alemán sociópata, pedófilo y depredador sexual a quien aún no han procesado. ¿Dónde se esconde la gentuza que señaló a los McCann? Recuerdo que se les vituperaba en las tertulias vespertinas de ETB2. Que la memoria televisada imparta la justicia que se negó a los inocentes.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

El cine es realidad

Es fácil decir que la de los Goya 2023 fue una noche bestial. Y lo fue con As bestas, ganadora de nueve premios, incluidos los principales, por un peliculón y su historia de contradicciones y miserias en un valle de la Galicia profunda al que los lugareños consideran un infierno y otros, llegados de lejos, el mismísimo paraíso. Pero más aún han sido los Goya de las mujeres, la más feminista de las 37 galas, por el reconocimiento de su trabajo en todas las áreas del séptimo arte. La fiesta empezó maravillosamente con la semblanza que el hijo mayor de Carlos Saura hizo del fallecido cineasta aragonés vinculándola a las cuatro mujeres de su vida. ¡Qué perfecta síntesis de una biografía de cine! No, en absoluto fue una ceremonia aburrida. Se escogió a los presentadores adecuados, sobrios y seguros, para que el protagonismo recayera en el alma de la cinematografía: la emoción.

Y hubo emociones a raudales. El Goya al actor revelación para Telmo Irureta deparó el mensaje vitalista de la noche, “los discapacitados también follan”. Los tres galardones para Cinco lobitos se quedaron cortos, pero ya tenemos a la vizcaina Alauda Ruiz de Azua en la carrera de las grandes directoras. El fracaso y la sorpresa atravesaron a la catalana Alcarràs. ¿Cómo puede ser que ganara el Oso de Oro en Berlín y de Sevilla se fuera de vacío? Es misterioso, tanto como que las películas (prohibido decir pelis, a petición del presidente de la Academia, Méndez-Leite) de Santiago Segura sean las más taquilleras frente al alto nivel del cine español.

Hubo 2,6 millones de espectadores (cuota del 23,4% en TVE), poca política, salvo alusiones a la sanidad pública y las mujeres iraníes, muchos políticos y casi ningún fallo. Y todo se resumió en las dulces palabras de uno de los laureados a su hija: “La mejor forma de quererte fue llevarte al cine”. 

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

La pasión de cambiar

Todas las personas quisieran cambiar en lo suyo; pero lo difícil es que la gente modifique sus hábitos en asuntos colectivos. Es muy complicado. Para eso están la educación, la cultura, las leyes, las campañas de conciencia social… Y la televisión pública (la privada se afana en estropear las cosas). La misión de Euskal Telebista es impulsar la paulatina transformación hacia una sociedad más democrática, innovadora, justa… y sostenible. El programa El cambio, de ETB2, dentro de los objetivos de #EKIN_klima, promueve una actitud positiva, incluso heroica, frente al cambio climático. Bien está que en su segunda temporada haya enmendado el disparate paleto de poner como conductora a una periodista foránea, Angels Barceló, teniendo tanto donde escoger en casa. La sustituye con honores Eider Hurtado y por lo demás mantiene el esquema de combinar la información con la opinión de expertos, historias reales de sostenibilidad y una mesa de debate, porque las soluciones son diversas.

El lema es hacer cambiar. Superar una vieja mentalidad cuesta generaciones. Pero hay otro problema: ¿cómo neutralizar los mensajes que impugnan el cambio climático? Conservadores como Ayuso, fascistas como Abascal y algún científico loco niegan que el ser humano sea el causante del colapso medioambiental. ¿Puede más la virtuosa pedagogía de El cambio que la fuerza bruta de la ignorancia? A lo que, por fortuna, ya han renunciado la ciencia y los gobiernos es al discurso apocalíptico, por contraproducente. Con sangre no entra la letra ni el compromiso por el cambio climático.

Otro adversario es el ecologismo impostado. Sandra Barneda, en el reality Pesadilla en el paraíso, proclamó con entusiasmo que los barquitos de papel que los concursantes echaban a una acequia eran biodegradables. ¡Aleluya, Telecinco salva el planeta! Maldito populismo.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Juez y padre

Honra, honor y orgullo son valores con connotaciones medievales que hoy, tiempo de disfraces, se traducen por dignidad, derechos e identidad. Pero las palabras no cambian las cosas verdaderas. Quizás por esto la serie Your Honor ha sostenido su esencia moral con su significativo título. Ya está en Movistar+ la segunda temporada de esta magnífica historia, de un juez de Nueva Orleans -viudo, carismático y compasivo- que, por proteger a su hijo adolescente que accidentalmente había matado al menor de una familia mafiosa de la ciudad, pervierte las reglas de la ley con una sentencia favorable al clan criminal. En ese dilema entre amor y honor paga un altísimo precio, el más caro, cuando asesinan al chico por el que lo dio todo. ¿Qué más podría perder?

El juez Desiato está en prisión por prevaricador. Y otra vez se enfrenta a una disyuntiva de honor: encubrir al alcalde, que le ayudó a salvar a su hijo, o colaborar con los federales para acabar con la banda mafiosa a riesgo de su vida. Estamos en un torbellino de corrupción política y policial, con dos bandas rivales a muerte (una de ellas liderada por una mujer) y una creciente orgía de violencia, venganza y racismo. Naufraga el relato en dos instantes: la celebración de un rodeo de presos, en el que cuatro reclusos juegan a las cartas en el centro del ruedo y deben sobrevivir a las embestidas de un toro de mil kilos, ¡tras sonar el clarín taurino en Luisiana! Y esta perla en boca del padrino mafioso: “La violencia no es una demostración de fuerza”.

Está el amor inspirado en Romeo y Julieta y la ternura del nieto que traerá la paz. Y está la genial interpretación de Bryan Cranston, para enmarcar. Es verdad que nuestra existencia es un dramático dilema y que por eso todos somos un poco el juez Desiato. De ahí la cercanía de esta historia de ahora y siempre. 

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ