De los fenómenos sociales más recientes y más arraigados figura este de las comidas o cenas o quedadas o viajes de chicas. Independientemente de que, por supuesto ,cada cual pueda quedar con quien quiera y de que , además , en estos lares vascones u vasconizados, el fenómeno pudiera ser considerado como inversión de tantos años de práctica de «sociedades gastronómicas» a las que las mujeres sólo entraban como invitadas y/o a limpiar, el asunto se plantea como al menos curioso para los varones evolucionados.
Al respecto , he recordado que Simone de Beauvoir en América día a día, libro que escribió cuando vivió en Estados Unidos en 1947, observó a sus homólogas estadounidenses con cierta perplejidad: «La mujer americana es un mito”, escribió. “Se la suele considerar una mantis religiosa que devora al varón. La comparación es acertada, pero incompleta”.
Ademas la Beauvoir, tuvo la sensación de que existía una especie de muro invisible entre hombres y mujeres que, en su opinión, no existía en Francia. La forma de vestirse de las estadounidenses, escribió, «es violentamente femenina, casi sexual”. Y en otro capítulo comentaba:“Una noche me invitaron a una cena solo de chicas: por primera vez en mi vida no sentí que era una cena de mujeres, sino una cena sin hombres”.
Eran otros tiempos, sin duda, pero no sé que diría hoy la autora de El segundo sexo…