EL día que la propaganda quiso ser publicidad, los vídeos electorales se convirtieron en anuncios comerciales, con lo que los candidatos pasaron a ser productos de consumo, como Ariel o Colacao, y las ideologías ocuparon el escaparate, como El Corte Inglés. Y todo por complejo de inferioridad. ¡Qué gran error! Antes de esto los partidos grababan vídeos de varios minutos donde los líderes intentaban convencer. Eran un tostón, es cierto, pero no por el formato, sino por su contenido. Seducidos por inexpertos asesores, que miraban de reojo el espectáculo electoral americano, y creyendo que el desencanto del sistema podía redimirse con la ilusión artificial de la imagen, decidieron que los vídeos fueran de 30 segundos y tuvieran la hechura de los grandes spots de marca. Y así hemos llegado a la degeneración de esta estrategia comunicativa, al vídeo cutre, que no ha hecho más que aumentar el descrédito político.
Hay una confusión de concepto. La propaganda y la publicidad son géneros diferentes: uno se ocupa de la difusión persuasiva de las ideas y el otro se ciñe a la seducción de bienes y servicios de consumo. Pueden coincidir en los mismos soportes (prensa, radio, televisión, internet), pero no deben concurrir con iguales técnicas y parecido lenguaje, porque son acciones de distinta naturaleza y le conviene a la democracia no asimilarse a la simplificación publicitaria. Hay un riesgo totalitario si la comunicación política no se libera de la subjetividad del anuncio y su intransferible retórica, a lo que contribuye también el hecho de que los nuevos vídeos electorales se inserten junto al resto de la publicidad en televisión.
Los penosos vídeos del PP, con un Rajoy de taxista implícito, y los del PSOE, con un niño pijo que promueve la lucha de clases y con médicos ausentes que dejan morir a los enfermos, y el sonrojante videoclip rapero de UPyD, no reportarán más votos en las urnas. La gente creerá que en el supermercado político todo está más caro, por mucho que el 20-N comiencen las rebajas. O los recortes.
Muy buen árticulo. estoy de acuerdo , la comunicacion politica, no debe caer en los guiones de la publicidad. Yo creó que es publicidad, porque no hay politicos de verdad, y ellos mismos » los politicos2, son un producto de consumo, que optan a este sector como un puesto laboral , una forma de poder. No lo viven de corazon, no losienten, quieren su salida profesional. Les da igual todo, creen que el fin justifica los medios, y no es asi. Asi, el resultado.