Seguramente, su viejo modelo aritmético para el reparto de escaños le convierte a usted en uno de los hombres más poderosos del mundo. Unos partidos le temen y otros le bendicen, lo que demuestra que sus cuentas son contradictorias. Los que le aborrecen afirman que su fórmula es injusta y que favorece el bipartidismo, cáncer de la pluralidad democrática. No me negará que sus críticos tienen algo de razón. Con lo que cuesta ganarse el apoyo de la gente, es usted capaz de dejar a un partido sin su acta de diputado por apenas un puñado de votos y regalárselo a quien va sobrado. Es usted un caprichoso, amigo mío, señor de los restos, benefactor del mayoritario. Solo la Junta Electoral le supera en arbitrariedad en la sórdida tarea de condicionar los procesos electorales.
Hay que reconocer en su honor que no hay una regla perfecta para convertir los votos en una justa distribución de electos, de la misma forma que no se ha creado aún un sistema mejor que los estresantes exámenes para evaluar los conocimientos del alumno. Por eso, es usted la excusa socorrida de no pocos fracasos políticos y el pretexto oportunista de la inexistencia de una ley electoral equilibrada. Fíjese, señor D’Hondt, que incluso le responsabilizan de que los nacionalistas estén sobrerrepresentados en Madrid, cuando la circunscripción territorial es lo único coherente con el Estado descentralizado. Son diversos, ya ve, los damnificados de su travieso y genial invento.
Como le digo, los electores le tienen miedo; pero son temores infundados. Usted también posee un punto débil. No se crea invencible. Contra el riesgo de que nos prive de un escaño decisivo existe la movilización del electorado. Para que el PNV se garantice el tercer asiento por Bizkaia no necesitan los candidatos implorarle ante su altar, admirado D’Hondt. Lo que deben hacer es activar sus potentes razones por el futuro de Euskadi frente a la dispersión del voto abertzale y el desafío de una derecha revanchista. Y lo mismo digo para ganar el segundo diputado por Gipuzkoa y asegurar el único de Araba: movilización a tope y fuerza de convicción. Y ni un voto perdido por pereza o vacilación para evitar lamentos en el despiadado reparto final.
Si nos olvidamos de usted en la noche del 20-N, será porque se habrá hecho un buen trabajo. Y si nos lamentamos de sus destrozos, resultará que habremos fallado nosotros, no su endemoniada calculadora. Vaya con cuidado en la distribución de alegrías y frustraciones. Le envío un respetuoso saludo hasta su cielo.
Muy acertado el articulo y explicado con mucho ingenio el sistema de reparto proporcional de los votos electorales. yo creó que un sistema de 1.878 ya esta obsoleto, pero nadie se atreve a cambiarlo, porque al que gana le beneficia y no quiere cambiar ete sistema primitivo. Felicidades por el articulo.