Ningún debate de televisión había conseguido una seña de identidad tan marcada como 59 segundos con el sube y baja del micrófono, una forma tajante pero elegante de protegerse de los locuaces y dosificar con equidad los turnos de palabra. Esta imagen singular, que para sí quisieran otros programas de su género, carece de importancia para TVE que el pasado miércoles cerró para siempre sus casi ocho años de aventura dialéctica. Cuestión de presupuesto, dicen: el espacio era caro y lo producía un equipo ajeno a la cadena pública, por lo que ahora se llevan sus micros funiculares y nos dejan huérfanos de la idea, muy buena idea.
Los creadores del artilugio supieron identificar y resolver el malestar de la audiencia con las discusiones embarulladas, donde los participantes solapan a gritos sus opiniones y convierten los platós en caóticos gallineros haciendo inútil el arbitraje del moderador y faltando al debido respeto al espectador. En De buena ley, en Telecinco, una parodia de vista judicial, los invitados hablan como mínimo a sesenta decibelios. Y en Ni más ni menos, de ETB2, solo triunfan los vociferantes emisores de tópicos, como Sancho Panza con los refranes. La invención del micrófono menguante fue una solución radical para que los polemistas aprendiesen la regla básica de la comunicación: la síntesis, esa capacidad para condensar los argumentos sin reducir su interés. Porque en menos de un minuto se pueden resumir todas las certezas del mundo, al igual que la gente de publicidad nos obligamos a vender, con éxito, productos en 30 segundos.
Todo será diferente con su sucedáneo, El Debate de La 1, que arranca pasado mañana, por mucho que María Casado continúe de moderadora. Temo, como en otros cambios mal hechos, que entre el original y su copia haya un abismo de densidad y se establezca un desequilibrio entre las indispensables voces críticas y quienes se cotizan según su producción verbal. Más vale que el gatuperio y la garrulidad de los tertulianos no provoquen nuestra nostalgia del micrófono cortante y redentor.
Muy bueno el articulo sobre la television. Muy ingenioso lo de «microfono funicular». Lo cierto que era un programa querepartia los tiempos en tre losdiferente participante con justicia , asi no favorecia a ninguno,. Todos disponian del mismo tiempo, y como las persona no entienden cuando se les advierten las cosas, no tenian otro remedio que bajar el microfno. Excelente idea, par no convertir el programa en un autentico corral de gallinas y gallos. Feclicidades al autor por el articulo.
Y lástima que en 59 segundos, los que debatían, no se encontraran en cabinas insonorizadas. Porque, a pesar de la «bajada», seguían interrumpiendo al siguiente.
Acabo de enterarme que es usted apoderado de kutxabank…. podria explicarlo?
¡Qué más quisiera! El caso es que hay una persona que se llama igual que yo, José Ramón Blázquez, que es un alto cargo de BBK. No es la primera vez que me lo dicen y he vivido situaciones divertidas a acausa de esta coincidencia. Un abrazo.