Viviendo con dinosaurios. Están aquí

Pues no, los dinosaurios no se extinguieron hace sesenta y cinco millones de años. Esta especie, caracterizada por su incapacidad para afrontar los cambios y su escaso aprecio por la supervivencia, persiste sobre la Tierra de diferentes formas y su comportamiento estúpido y su terquedad están presentes en todos los ámbitos del mundo humano. Quizás deberíamos preguntarnos si tras nuestra aparente modernidad, la tecnología de vanguardia, el lenguaje cultivado y la ropa de última moda no se esconde uno de estos bichos. Todos somos un poco dinosaurios cuando, por miedo, egoísmo o debilidad, negamos la mutabilidad de las cosas y nos aferramos a los dogmas y los principios de piedra. Algunos ni siquiera saben que son jurásicos e incluso se jactan de su progresismo, pero no se desprenden de su obsoleto patrón mental.

Ha tenido que acontecer una crisis descomunal para que millones de  personas despierten a la realidad; pero en lugar de mirarla de frente la respuesta a este desencanto es la ira y el impulso infantil de que todo, incluso lo bueno que teníamos, sea derribado y sobre sus escombros se alce ¿qué? para añadir más  incertidumbre a nuestros problemas. Habría que saber si la sociedad está encolerizada porque le han engañado o porque se ha quebrado su particular bienestar. Dudo de que la gente quiera una profunda renovación del sistema económico, político y social y quizás solo lamente la prosperidad perdida. Si es así, lo ocurrido no servirá de nada y los sacrificios de ahora serán un período de sufrimiento para retroceder con ansiedad a los tiempos anteriores.

Dinosaurios económicos

Es en la economía donde más fielmente se refleja la naturaleza de las relaciones humanas y los valores dominantes. Somos como trabajamos y hacemos negocios. De modo que si en la empresa el principio regidor es la autoridad (“yo mando, usted obedece”) y no el sentido de mutua y leal colaboración es que estamos condenados a reproducir una y otra vez los desastres sociales y sus inquietantes desequilibrios. Mientras el factor inspirador de la economía no sea la ética y no sitúe a las personas en el centro de su actividad jamás saldremos de la espiral del paro, la miseria y los desahucios. Ya que es imposible ser honestos, seamos al menos inteligentes.

Dinosaurios son quienes siguen creyendo que a los trabajadores hay que tratarles con autoritarismo y paternalismo -las dos caras de la misma moneda- desde la exigencia de un poder incontestable y la negativa a ver en ellos su capacidad creativa, sus ideas de mejora y su voluntad de hacer un trabajo más cualitativo y eficiente. La competitividad comienza en el punto de valoración de las personas que contratamos y en nuestro talento para implicarles en un proyecto compartido hacia la innovación y la calidad constante. Las relaciones humanas, en efecto, son complejas, pero no tanto que imposibiliten la conformación estable de equipos motivados y competentes. Casi nunca fallan los trabajadores y siempre fracasan la dirección y su obstinación en los resultados a corto plazo y ciegos a la versatilidad del mercado. Los dinosaurios en la economía mandan mucho, gastan sin freno, ocupan todo el espacio y cuando caen provocan un gran estruendo. Entre Bernard Madoff y Rodrigo Rato, auténticos tiranosaurios rex, hay un sinfín de gerentes y empresarios obcecados en la perpetuación antiética y la segregación dirección-trabajadores que inevitablemente acabarán en la ruina. El paro galopante es solo la consecuencia dramática de la devaluación de la vieja economía.

Dinosaurios políticos

Es un hecho: si la economía se precipita al vacío, la democracia está en riesgo. No tengo claro si la actual repugnancia a la política, perceptible en gran parte de la sociedad, difiere del rechazo a la democracia. Porque no hay democracia posible sin política. La política es la canalización del ejercicio del poder y forma parte esencial de la naturaleza humana, de la que no hemos extirpado aún el mecanismo de la depredación. La democracia no es el acto periódico de votar, sino la corresponsabilidad permanente en el gobierno de lo común. Este es el destino y no hay alternativa.

El mayor problema lo tienen los partidos políticos, a los que se observa con justa indignación. Lo peor no es el síntoma de la corrupción: es la incompetencia y levedad moral de los que gobiernan o aspiran a ello. Son los dinosaurios de una democracia esclerotizada. Y mientras mantienen sus viciados métodos internos, declaran su propósito de abrirse a la sociedad. ¿Abrirse? Sería poco. Los partidos tienen que ser radicalmente sociedad y desprenderse de su obsesión de control del poder. Se acabó el liderazgo carismático del siglo pasado con el que pastorear a la gente. La política camina hacia la multiplicidad de liderazgos y la cooperación entre culturas ideológicas que habitan nuestro mundo plural. Y en esta nueva política lo de menos será el bien hablar, el espectáculo de los discursos de diseño y la intermediación interesada de los medios de comunicación. Dos acciones medirán su valor: el ejercicio de una gobernanza participativa y el compromiso con la verdad limpia y transparente.

A la democracia se le ha quedado estrecho y viejo el traje confeccionado con la dialéctica izquierda-derecha, una caduca moda jurásica. No es que las ideologías tiendan a la convergencia, sino que los principios han sido alterados por la realidad y esto hace que la izquierda deje de ser una épica y la derecha un egoísmo. ¿Refundar el capitalismo o acabar con él? Bien, ¿y cuál es el modelo continuador? Sea el que sea deberá tener tres características indispensables: más democrático, más ético y más integrador. La revolución también es un dinosaurio.

Dinosaurios sociales

No soy el más optimista de los ciudadanos si observo la indolencia de la sociedad ante su quiebra. El individualismo salvaje que hemos forjado con el aparente bienestar, incentivado por los grandes poderes, no permite albergar esperanzas inmediatas en la transformación de nuestro mundo. La educación amputa la conciencia crítica de los jóvenes y les satura de conocimientos inútiles. La familia ha dimitido y se ha decretado el fin de toda verdad indiscutible que cohesione a las personas en un proyecto diverso pero compartido.

Miro a la Iglesia como católico y me descorazona. Ninguna intención de cambio, cerrada sobre sí misma y ajena a las demandas de renovación de su proyecto y sus prioridades. ¿Confiar que el nuevo Papa traiga un aire nuevo y rescate la vivencia espiritual de tanta gente que busca sentido para su vida? ¿Pedir que la Iglesia de hoy sea nuestro google? ¿Creer que el sucesor de Benedicto XVI devolverá a los fieles la capacidad de organizarse y decidir cómo ha de ser la Iglesia del siglo XXI? ¿Pensar que prevalecerá la compasión sobre el miedo, el perdón sobre el castigo y la verdad sobre los dogmas momificados? A estas alturas, se puede creer en Dios como la única certeza que nos queda, pero jamás en los secuestradores de su mensaje y dueños del tinglado de la vana solemnidad. El mundo creyente responde con la bofetada de la indiferencia a los dinosaurios del Vaticano.

Hay una época que se derrumba y otra que nace llena de dudas. La percibimos, pero sabemos más cómo no tiene que ser que cómo ha de ser finalmente. Esto no es una revolución que se materializa a base de destrucción y violencia. Es un cambio absoluto sobre bases distintas de las actuales. Ante este hecho imparable, se trata de elegir: ser dinosaurio que se extingue en su simpleza o ser ciudadano de una nueva era de responsabilidad ética, reconocimiento mutuo y afirmación de la grandeza humana.

 

2 comentarios en «Viviendo con dinosaurios. Están aquí»

  1. Excelente articulo. Hay muchos de estos monstruos entre nosotros, y la verdad que es horrible. Son unos bichos que parece que se reproducen sin cesar y ultimamente mucho mas. con la dichosa crisis economica , ha llegado la espantosa crisis de valores, y estos animales han vuelto aparecer. Han resucitado, y se crian en viveros de despotas y dictadores. A corto y medio plazo , parecen ante los ojos de determinadas personas que son triunfadores, pero es un error, porque son unos autenticos perdedores . Estos que les ven como triunfadores(personas ignorantes, desde luego), tardan en ver , a largo plazo, llega su destruccion. Tarda pero llega.
    Muchas felicidades por el articulo.

  2. Excelente análisis, Blazquez jauna, aunque te he visto muy pesimista.
    No me extiendo mas porque me da miedo el dichoso filtro antiespam; me la ha jugado mas de una vez.

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