Corea del Norte es el modelo perfecto de la sociedad paranoica, tiranizada por un poder hermético y totalitario que implanta en la mente individual y colectiva, desde niños, la obediencia ciega, el gregarismo incondicional y el control de su pensamiento, emociones y actos en el contexto de un país que se siente obsesivamente amenazado por el enemigo exterior y los traidores interiores. La consecuencia de un sistema tan deshumanizado y militarizado es la histeria de las conductas privadas y públicas. Parece imposible, pero tal comunidad existe en nuestro mundo global. Y es la brutal evidencia de cómo el ser humano continúa siendo vulnerable en su dignidad y pasto de déspotas y engaños. ¿Realmente estamos tan lejos de Corea del Norte?
Si entre los síntomas de la paranoia está la manía persecutoria y los delirios de grandeza, además del autoengaño, no hay duda de que el comportamiento paranoico está instalado en nuestra vida política y social. A escala individual, paranoico sería atribuir a la mala suerte el resultado de nuestros errores o culpar de los fracasos a alguna confabulación fatal de intereses. O entre los creyentes, imputar todo desastre al olvido de Dios o a su castigo. Convertir la casualidad en mito es una locura, al igual que enredarse en la orientación mágica de la existencia. Es una necesidad absoluta que nuestra percepción de las cosas no se aleje demasiado de la realidad tangible y verdadera, porque esa distancia mide la magnitud de nuestra salud intelectual y el buen gobierno de nuestros actos. Sin embargo, la política transcurre hoy como una carrera de apariencias dentro de un absurdo círculo vicioso.
La culpa es siempre ajena
La izquierda abertzale tiene un problema de contradicción con el presente y de homologación democrática: sus cuentas con el pasado siguen pendientes. Y como se resiste a afrontarlas o pretende resolverlas mediante el olvido, se ve sometida a una metodología infernal de justificaciones y evasivas que no hacen más que dificultar su proceso de saneamiento. En el mejor de los casos, repudiar sinceramente la larga y penosa complicidad con la violencia terrorista y el matonismo político paralelo llegará con el tiempo, a medida que la reflexión ética penetre en este sector social. Quisiera confiar en esta salida moral, por su propio bien; pero esta gestión de los plazos parece esconder su adhesión a la vieja fórmula de los morosos: deuda + tiempo = impago, con lo que no abonar la factura es solo cuestión de dejar transcurrir los años. Aunque quizás amortice una pequeña parte en forma de protocolaria disculpa, después de hacernos una quita descomunal de su responsabilidad. Qué cruel paradoja: la sociedad vasca le pide que formule el perdón y el repudio por la violencia y al final seremos los demás quienes perdonemos a la izquierda abertzale, por nada.
En este irracional proceso los dirigentes de EH Bildu y Sortu -y no sé en qué medida sus bases electorales- han optado por la vía paranoica, a través de la negación de la realidad y el autoengaño. El juicio ramplón y espurio que Laura Mintegi hizo del terrorismo (“la violencia que ha ejercido ETA tiene origen político”) es una muestra de su escapada de la historia y una repulsiva manipulación de los hechos, puesto que las motivaciones ideológicas, en todo caso totalitarias, no son argumentos paliativos de los asesinatos de centenares de personas, ni otorgan a sus autores ninguna categoría superior respecto de cualquier otro criminal. En la falaz dialéctica paranoica el debate semántico es un rico filón para suplantar los significados reales por otros ilusorios.
La paranoia de la izquierda abertzale está en querer hallar a toda costa una explicación razonable en la que encajar su aventura terrorista. Como que la culpa fue de todos, un argumento que luego hizo suyo, a su manera, el Estado español al endosar a la ciudadanía vasca cierta pasividad y connivencia con ETA. Y como la culpa fue de todos (porque no había diálogo resolutivo, porque existía la tortura y el terrorismo de Estado, porque también ETA aportaba sus mártires y porque no se reconocían los derechos nacionales de Euskalherria) la culpa no es de nadie. ¿Pero acaso tenemos ahora asegurados esas prerrogativas y un diálogo soberanista en marcha que avalen el final de ETA? ¿Qué hay hoy en Euskadi en lo político que no hubiera hace diez, veinte o treinta años para no estar sometidos a la tutela terrorista como entonces? Ah!, el problema es que la izquierda abertzale no asume la derrota política, ética y militar de su periplo revolucionario, lo que le impide hacer su descargo de conciencia. Mucho cuidado con el victimismo del discurso paranoico: es experto en la manipulación emocional.
De culpables a mártires
Una de las manifestaciones más groseras de la paranoia política actual es la que otorga verosimilitud a la teoría de la conspiración norteamericana sobre los países de centro y sur del continente. Antes y después de la muerte del caudillo bolivariano Hugo Chavez muchos ciudadanos han convertido en verdad el mito de que el presidente Barack Obama y sus predecesores son los causantes de las enfermedades letales que padecen o padecieron, además del fallecido líder venezolano, Cristina Fernández de Kirchner, presidenta argentina, con cáncer de toroides; el expresidente paraguayo, Fernando Lugo, con cáncer linfático; la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, también con cáncer linfático, así como el expresidente Lula da Silva, con cáncer de laringe. Según la leyenda que hace fortuna en los regímenes populistas y también en la izquierda europea, los laboratorios de la CIA provocaron estas patologías entre sus discrepantes, variando la táctica clásica de los golpes de estado militares por esta suerte de guerra bacteriológica personalizada. Para la política paranoica las coincidencias y las casualidades son siempre señales inequívocas de persecución y conjura judeomasónica.
Este mismo proceder paranoico lo viene desarrollando el Partido Popular desde que saltara el escándalo Gürtel y el caso Bárcenas. Así el ministro Wert declaró hace poco que existe “una cierta percepción social hipertrófica y exagerada del nivel de corrupción», lo que equivale a decir que en el PP solo se roba un poquito y que todo lo demás son hipérboles mediáticas de la izquierda. En esta misma onda, La Razón elevó a su portada del pasado 1 de febrero el paranoico titular de “Causa general contra el PP”, invirtiendo el valor de la prueba hacia los denunciantes de las corruptelas. He aquí la constatación de cómo los paranoicos son auténticos virtuosos en el arte de transmutarse de presuntos delincuentes a víctimas oprimidas y de revertir sus delitos en martirio.
Mi opinión es que el descrédito político no se origina en la corrupción o la mala gestión de los recursos públicos, sino en la excesiva competitividad entre los partidos al más puro estilo mercantil, lo que les conduce, primero, al miedo obsesivo a perder su cuota de poder y, después, a una dificultad patológica de reconocimiento de los errores derivados de su exceso de promesas y expectativas, lo que a su vez les induce a una dialéctica desenfrenada de autodefensa estratégica y a la sobrevaloración de las palabras sobre los hechos, cuyo punto final son los delirios paranoicos y el sentimiento de persecución ante cualquier crítica. La política debe liberarse de la vanidad de las tribunas, relativizar la importancia de las meras palabras y volcarse en la realidad simple y compleja de cada día. No busque remedio a su locura en la psiquiatría, porque lo tiene únicamente en el reencuentro con la humildad y la gente.
Excelente´árticulo. Muchos de lo politicos, de cualquier formación politica estan locos, por las ansias de poder. A muchos a los paranoicos, les da igual militar en un partido politico o en u otro, quieren poder y poder sin limites. Es su gran error. Y lo peor , que se creen que bajo el amparo de su mal profesion, no vocacion, ese es el problema, roban y hacen de todo perjudicando a los ciudadanos. Lamandonos aa todos tontos, con sus manifestacion, porque la humildad es una virtud que no saben ni coo se escribe, menos serlo. Cuando el peblo se case, porque tieran mucho de la cuerda, ya veran lo que hacen los tontos. Y estos «politicos», tambien tienen el amparo de la justicia , injusta. Pueden hacer , lo que quieren, robar millones y milloones de euros, y no les sucede nada. Juicios que se hacen interminables, años y años, que cuando se ve la vista, en el mejor de los casos ya ha prescrito o ha fallecido. Mientras ha disfrutado de todo el dinero y no ha ido a la carcel. ¿Donde eta la justicia?. Y a un pobe ciudadano que necesita para comer, esta en la carcel, porque ha cogido comida para comer.
El diagnostico , son paranoicos, se creen sus propia mentiras.
Muchas felicidades por el articulo, y lavalentia en su exposicon. Hoy en dia, es mu importante, dado que hay ausencia de este valor.