No sé qué papel está jugando el miedo en esta crisis. Miedo tenemos todos, es lo más humano del mundo y también lo más peligroso, sobre todo cuando desde alguna instancia -política, religiosa, económica- se pone en marcha la máquina de dar miedo a la gente. Tengo derecho a tener miedo, porque hay una amenaza sobre mi vida y la de mi gente, pero no existe el derecho de dar miedo para controlarnos y arrebatarnos la libertad de acción y pensamiento. Algo empieza a oler a fascismo, mis resortes defensivos empiezan a detectarlo.
Como experto en miedos, huelo a miedo en la calle, un miedo intenso y cada día mayor. No solo al coronavirus, sino al caos y sus efectos sobre nuestras vidas y sistema de vida. El primer miedo es a caer enfermo, que nos contagien: miedo a toser, miedo a tener fiebre, miedo a tener dificultades en la respiración. Y con él, miedo a hablar con la gente, miedo a salir, miedo a tocar cosas, miedo a que nos toque la maldita lotería de la infección. Solo con escuchar a todas horas las cifras de contagiados y víctimas ya es suficiente para aterrorizarnos. ¿Informar con esa insistencia atroz es periodismo? No, si lo que se trata es de acojonarnos, como a los niños con el coco.
El segundo miedo es a que el virus alcance a la familia y a cuantos queremos. Miedo a la llamada y la dolorosa noticia. Un tercer miedo es que, sin que nos alcance, el virus destruya nuestras expectativas de vida tras la pandemia. Es el miedo a quedarse sin empleo o sin opciones de encontrar uno. Miedo a la pobreza, miedo por quienes dependen de nosotros. Es también el miedo de nuestros jóvenes a perder el curso, quedarse sin entrar en la universidad, miedo a tirar por tierra sus esfuerzos, fracasar y no por culpa propia.
Hay un cuarto miedo en el ambiente, el empobrecimiento social, las colas del paro, pensionistas sin pensión, sin ahorros, miedo a regresar a los años de necesidad de los que hablaban los abuelos, miedo a perderlo todo. Quizás esté dramatizando, pero creo que a esos temores nos conduce el débil liderazgo del Gobierno y el resentimiento de quienes, al amparo de sus errores, aspiran a que el poder pase a sus manos sin pasar por las urnas.
El quinto miedo es a la dictadura, el final de la democracia. Que alguien aproveche la situación de pánico para implantar leyes autoritarias y reducir al mínimo las libertades. El fascismo. ¡Qué miedo! Una tiranía formal por nuestro bien y ¡a nuestra salud!
Los nuevos Hitler, Mussolini, Stalin y Franco preparan la tiranía bajo la excusa de un virus oportuno. ¿No los reconoces? Cuídate de los mensajeros del miedo. Son ellos.
Soy mayor y no me entero, hoy he cumplido un año mas y mañana tengo que ir a un hospital a 50 kms de casa.
Alguien me puede explicar esto del coronavirus como es? viene el virus en avion o por el aire, es de generacion expontanea, se produce en los campos, en los mares, en barco, en tren, en bici, como ha llegado desde china hasta aqui? de hombro en hombro? somos los de edad los productores y si no porque dicen que ataca a los de mas edad, estan los virus aparcados en las aceras esperando a quien atacan este si este no, etc. etc.
Es que escuchar a los iluminati en las cadenas de television es para mear y no echar ni una gota, y siguen sin cerrar estos canales.
Yo por si acaso sigo lo recomendado por las autoridades sanitarias, esto quiere decir que cuando pongo un canal y me salen «los iluminati » en pantalla automaticamente el televisor se me pone en un canal serie/pelicula y no se sale de alli hasta que se han marchado los «iluminati»-
No me voy a liar pero si alguno me dice como vienen mejor, los podre esperar con un mazo para darles y alejarlos.
Pero igual hay que hacer una cruz con sangre en la puerta para que pase de largo el angel exterminador y que nos libre de los «iluminati».
Yo también, Txabis, estoy harto de tanto iluminado.
Dicen que en el confinamiento el mirar a la tv se hace durante 6 o mas horas durante las que la personasofa se atraganta con tanta infomacion catastrofica y sesgada.
Imposible que el miedo no se apodere en este lavado de cerebro sin fin, y sin poder socializarse en calles y plazas para comentar sucedidos y soltar alguna que otra chorrada con la que reirse.
No es extraña esta situacion cuando los ultimos años llevamos a una media de alertas, por el viento, por la lluvia, o por lo que sea, de no menos de la cincuentena, cuya mayoria queda en menos que nada.
La salida a esta calamidad sera determinante de si habra una sociedad compartiendo, o como los personajes de las pinturas de Hopper quedaremos cada cual en un eterno encierro dentro de un piso con vistas a la nada.