
Maldita y mil veces maldita pandemia, escribo con rabia esta noche, por matar sin piedad a miles de personas en todo el mundo. Maldita pandemia por llevarse con extrema crueldad a los más vulnerables, gente mayor y enfermos. Maldita pandemia por contagiar sin la menor oportunidad a la gente, jóvenes y mayores, mujeres y hombres, personal sanitario y luchadores por nuestra vida. Maldita asesina.
Pero bendita pandemia, si cabe ver algo bueno de sus consecuencias, por hacernos conscientes de nuestra extrema vulnerabilidad, a nosotros que nos creíamos intocables y a salvo de todo peligro. Esta fragilidad recuperada tan abruptamente nos hace mirar la vida con otra actitud, más compasiva y menos prepotente.
Bendita sea esta pandemia por llevarnos tan dolorosamente hacia la necesidad de un cambio, a escala planetaria, en el respeto a la naturaleza y en la crítica de nuestras pautas irrefrenables de consumo.
Maldita sea esta pandemia por barrer del mundo tantas ilusiones. Por acabar con el trabajo y el medio de vida de millones de personas. Por arruinar de un plumazo negocios y empresas levantados con duro esfuerzo y no pocos sacrificios. Maldita pandemia por quitarnos lo que era nuestro. Nuestros proyectos, nuestras rutinas, nuestras relaciones, nuestras risas y fiestas, el abrazo de nuestros amigos, por dejarnos las calles sin niños y a todos ellos sin escuela. Maldita seas por poner en peligro el futuro de tantos jóvenes, enfilados hacia la universidad y que ahora mismo ni mañana no saben qué ocurrirá. Maldita pandemia por quitarnos la vida más sencilla, mis noches de lluvia, las lunas de consuelo, mi sueño y el sosiego, todo, todo.
Pero bendita por habernos mostrado las falsas realidades falsas y las verdades más profundas, como la de médicos y enfermeras, nuestros héroes, y que hayamos podido darnos cuenta, tan cruelmente, de la importancia de invertir más recursos y más profesionales en la sanidad pública. Nos la habían recortado.
Bendita pandemia por dejarnos ver a lo mejor y lo peor de nuestra sociedad. De lo bueno, la solidaridad de la gente, su responsabilidad en este confinamiento injusto y, sin embargo, aceptado. Bendita por habernos recordado el valor de la libertad más simple, poder salir, poder pasear, poder respirar el aire libre, poder elegir cuándo y qué hacer fuera de casa.
Bendita pandemia, también, por evidenciar la mezquindad que ya existía y no veíamos, como la estupidez trágica de Donald Trump y su recomendación de inyectarse desinfectante. De los malos políticos que, como el perro del hortelano, ni hacen ni dejan hacer.
Maldita pandemia por restarnos tanto tiempo de vida y a tantas personas inocentes. Ojalá, al menos, propicies el cambio del mundo; pero temo que eso no llegará, pero es un gran deseo. ¡Todo no es culpa ni mérito tuyo, hija de puta!
