Diario de cuarentena. Día 59. El niño que no sabía andar en bici

La estrella en la época del confinamiento es la bicicleta. Sirve de medio de transporte y vehículo deportivo, te permite cierta libertad y mantener eso que se ha llamado -muy mal llamado- la “distancia social”. Por la ciudad se ven más bicicletas que nunca. Incluso aquellos que la tenían olvidada y algo oxidada en el trastero la han recuperado para sus vidas. Pero, ¿qué ocurre con aquellos que no pueden? Peor aún, los que no saben montar en bicicleta.

Lo confieso: no sé andar en bici. Nunca aprendí. De hecho, jamás tuve una bici de niño. Y cuando ya pude tenerla no me interesó aprender lo que todo el mundo ha hecho, pedalear una bicicleta. No sufro un trauma mental por eso, ni me siento frustrado, porque eso no es nada comparado con una infancia infeliz, llena de carencias y crueldades.

Esta tarde he visto una película que me ha llegado al alma. Es la peli francesa “Raoul Taburin”, de hace un año y no sé si estrenada en España. Está basada en un comic muy popular en Francia, “El Taller de Bicicletas”, obra de J. J. Sempé. Trata de un niño, Raoul, huérfano de madre e hijo del cartero en el pequeño pueblo de Saint Céron, en la región de Champagne, a unos 200 kilómetros al este de París. El pobre crío nunca aprendió a montar la bici por falta de equilibrio y a pesar de los desvelos de su padre. Cuando creció, siguió con su incapacidad de montar la máquina. Y eso, en un pueblo donde “después de dejar los brazos de la madre te encuentras un manillar”, es lo peor del mundo. Ese fue su secreto y su vergüenza. Raoul se casó y tuvo hijos y a todos ocultó este drama. Pese a todo, dirige un taller de bicis y conoce como nadie los entresijos de estas máquinas. Hasta que llega al pueblo un fotógrafo de París especializado en reportajes sobre la vida en el campo. Raoul se jugará la vida por no desvelar su secreto. Por favor, ved esta historia. Es deliciosa.

Hoy me he sentido como Raoul y me he identificado con este personaje cuya vida estuvo condicionada por algo tan nimio -y tan importante- como no saber andar en bicicleta. Si yo supiera montar quizás ahora podría estar pedaleando junto al mar y disfrutando del paseo que el Gobierno pandémico nos permite.

La de bicis que habré regalado a mis hijos, pequeñas y grandes. Y por cada una de ellas me vengué del pasado en el que fui un niño sin ese tesoro. Por supuesto, no les enseñé a andar en bici, de lo que se encargó su madre. ¿Cómo iba a enseñar lo que no sé? Creo que jamás supieron que su padre no sabía andar en bicicleta. Y así hasta hoy, cuando es demasiado tarde para hacer algo que la vida me negó, pero que me ha compensado con otras mejores capacidades.

Vosotros que podéis, subíos a vuestras bicicletas y recorred los paseos, calles y pueblos de vuestro entorno. Se puede pasar de municipio. Y también vale para ir a trabajar. Hoy por hoy, es la principal arma de libertad.

2 comentarios en «Diario de cuarentena. Día 59. El niño que no sabía andar en bici»

  1. Cuando somos niños y jovencitos queremos parecer y ser mayores y cuando somos adultos………queremos ser lo que no somos, y cuando somos lo que no éramos y por fin somos, no satisfaction queremos ser otra cosa, probablemente volver a lo de antes, pero seguir así no, cuando saldrá al mercado la máquina del tiempo¡¡¡

  2. Te entiendo. Yo tampoco aprendí a andar en bici y a mi edad creo que sería peligroso que lo intentara. Una caida mia le costaría a Osakidetza mucho mas que lo que valgo. Por eso me declaro cordialmente archienemigo de Alfonso Gil, el concejal empeñado en que la bici sea el medio de locomocion en Bilbao.

    Ahora la pandemia ha aparcado el uso de las bicis publicas, pero antes creo que servían para un buen uso recreativo pero no como una alternativa a otros medios. En Bilbao a donde se puede ir en bici también se puede ir andando, en bilbobus o en metro.
    No creo que las bicis hayan retirado a un solo coche de nuestras calles. Únicamente habrán hecho que baje el numero de usuarios de bilbobus, y ya que nos gastamos 25 millones al año para mantener ese servicio creo que el promocionar las bicis, con el gasto que lleva, es darnos tiros en los pies

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