
Las rebajas son el último vestigio del comercio original, el auténtico, cuando todavía había algo de magia e ilusión en hacer compras. A estas alturas de la pandemia y del confinamiento absurdo e inútil, necesitamos recuperar el valor comercial y social de las rebajas para salvar, en parte, el desastre económico de la pequeña y mediana tienda local de esta temporada de primavera, la peor desde los años de la guerra.
El valor comercial mide la rentabilidad de una tienda. La tienda no están para hacer bonito y que la ciudad tenga lucecitas de neón y escaparates donde mirar. La tienda tiene sentido porque gana dinero trayéndonos y vendiéndonos las cosas que necesitamos. La tienda es el primer eslabón de la economía de la ciudad. Tiene que ser rentable. Y su valor social está en el plus que aportan a la comunidad, las historias que generan, los vínculos que crea y la belleza y bullicio que añaden estos vecinos de abajo, de la esquina o la plaza. Queridas tiendas, diversas y memorables, complejas.
Dice el Gobierno confinador que no haya rebajas, de momento. Que pueden provocar tumultos y eso, según sus listísimos asesores, podría generar contagios. No han entendido nada. Primero, las tiendas necesitan hacer rebajas para crear un efecto llamada hacia el consumo, imprescindible en estos momentos. Segundo, tienen que liquidar sus productos estacionales de primavera. Y tercero, el movimiento social de las ventas en las tiendas ayudará a la recuperación de la normalidad de la ciudad, no la “nueva normalidad”, que nadie sabe lo que es, sino la normalidad de siempre, que es vivir libres y sin tutelas.
A ver. La gente, en general, tiene conciencia de las medidas de autoprotección. Y los comercios, por su propio interés, conocen cómo organizar el flujo de la gente hacia sus locales. Las tiendas luchan contra un enemigo invisible y poderoso: el miedo. El terror artificial generado por la autoridad, que paraliza a las personas y las fuerza a no salir de casa.
Las tiendas pueden hacer mucho para vencer al miedo que nos aplasta emocionalmente y destruye también la economía. Las tiendas, con su animación, atractivos productos y precios de saldo, ayudarán a derrotar el miedo. Necesitamos unas rebajas potentes, sin límites en el tiempo, inteligentemente organizadas. ¡Ya!
Además del miedo, está la histeria, la de la gente que va en plan kamikaze. Los que se mueven a pelo y sin control. No son pocos, pero son minoría. La histeria es tan mala para la libertad individual como el miedo. El miedo paraliza y la histeria descontrola. ¡Por favor! No vamos a pagar en libertad por tal demencia. Abrir las tiendas a una de sus fiestas -las rebajas- nos hará más felices y menos pobres.