Como buen italiano, Telecinco tiene muy mal perder. En las últimas semanas ha mordido el polvo de la derrota. Ahí está su serie Madres, en la que había puesto todas sus complacencias, debatiéndose entre la vida y la muerte por falta de oxígeno de la audiencia. En miércoles se vio superada por el culebrón turco Mujer; y cuando huyó al jueves la superó -esta vez por la mínima- la serie distópica La valla. Y en ambos casos frente a Antena 3, que es como cuando el Real Madrid pulveriza al Barça, lo que duele mucho más. ¿Cómo ha podido hacer nuestro Aitor Gabilondo algo tan cutre, con personajes simples e inconsistentes y una descripción tan demencial de la unidad psiquiátrica de un hospital? Ni Belén Rueda se salva. Si su Patria, de inminente estreno, tiene estas mismas hechuras será un waterloo histórico. Un fracaso, amigo.
Tan mal están las cosas en Mediaset, con su pírrico liderazgo, que han reconvertido a Iker Jiménez, peregrino de Cuatro a Telecinco y de piloto de la nave del misterio a conductor de un espacio sobre el Covid-19. A esto se le llama perder la identidad por un plato de lentejas. No se puede transitar de los ovnis y los secretos de Fátima a la ciencia, de lo paranormal a la realidad. No ha empezado mal en seguimiento del público; pero el precio que pagará el gasteiztarra por este cambio de alma será demasiado alto. Menudo fracaso, amigo.
Vasile se encomendó a la Pantoja con Idol Kids, concurso de talentos infantiles que no pasa del nivel de función de fin de curso de primaria. Y también ha perdido en su franja con Antena 3. Dicen que el sabor de la derrota tiene su poética y su belleza. Vean a Ayuso, la presidenta de Madrid, mostrando el patetismo del hundimiento en todo su esplendor. Su antecesora, Cifuentes, es ahora profesional de las tertulias, lo que agranda su tragedia. Qué fracaso, amigas.