Soy de esos tíos raros que a las 8 de la mañana en los días de San Fermín se planta ante el televisor para ver el encierro con el incontenible deseo de que los toros le den un buen meneo, sin que pase a mayores, a alguno de los jóvenes que arriesgan el pellejo por divertimento o confusa tradición. Cuando la carrera es rápida y no sucede nada, es frustrante. Así que le pido al santo, por ser nuestro patrón, que se produzcan caídas, algún pitonazo menor (de cuya cicatriz presumirán con orgullo guerrero), montoneras y los astados se tomen su tiempo antes de entrar en la plaza. ¿Es una patología? En realidad, es el merecido karma para una fiesta abrumadora.
Las de San Fermín son las imágenes más vistas en todo el mundo. Delirantes para unos y atractivas para otros y son casi el 60% de la audiencia en La 1. La novedad es que, después de 12 años, ETB emite en directo los encierros por su canal en euskera, para disgusto de rancios patriotas. Que el PP proteste por la cesión de derechos es lo normal; pero que lo haga también CC.OO. es llamativo, acusando a la corporación de “regalar a la radiotelevisión pública vasca una de las joyas de la corona de TVE» ¿Piensa lo mismo el jefe del sindicato, el vasco Unai Sordo? Se constata de nuevo que “lo más parecido a un español de derechas es un español de izquierdas”, verdad centenaria atribuida a Josep Plà.
Volcada la televisión pública en Pamplona tras el bienio negro de la pandemia, vemos a Julian Iantzi simultaneando sus comentarios de los encierros en TVE con Edozein Herriko desde el Baluarte en ETB1, en un ejercicio de mágica ubicuidad o grosero pluriempleo. Pásenlo genial en rojo y blanco, pero no confundan celebración con desafuero, como el mensaje difundido en redes sociales por una de esas ignorantes que pululan en la telebasura: “A todo cerdo le llega su San Fermín”.