La tele es como el vino, realidad o nostalgia, para vivir u olvidar. Tú eliges entre informativos (cruda realidad) o productos de evasión (concursos, series y películas). Es conexión o desconexión. O las dos cosas, según tu estado emocional. En verano hay regatas de traineras en la Euskadi marinera y otros lugares de la costa cantábrica, una de las competiciones más severas que existen, de veinte minutos agotadores por tanda. Gracias a que tenemos una radiotelevisión volcada en nuestra identidad cultural (¿cuánto de lo nuestro habría desaparecido si EITB no lo promocionara con santa tenacidad?) vivimos jornadas palpitantes de espectáculo y rivalidad. Ahora es más profesional que hace décadas, pero esto ocurre en casi todo, más para bien que para mal. El banco fijo se hizo mayor y las marcas patrocinadoras lo saben. Incluso tiene apuestas digitales.
Nuestra televisión pública pensó que había que ofrecer a la gente lo que a orillas del mar y en las rías no es posible apreciar. Las regatas son de esas realidades que se ven mejor en las pantallas que in situ. Y eso es lo que ha conseguido ETB, más pasión con mejor tecnología. Esta temporada, tan ajustada entre guipuzcoanos y vizcaínos, las retransmisiones cuentan con batimetrías para conocer oleaje, mareas, corrientes y vientos, además de 12 cámaras: en tierra, en el catamarán que va por la calle cero, en el helicóptero, las del interior de cada trainera y en las lanchas de los jueces de mar, el video-finishen las llegadas, 16 GPS de última generación y las palabras de Mikel Olazabal, Ibon Gaztañaga y Sara Gandara, tan necesarias.
A bordo de las traineras van 13 remeros y el patrón, hombres o mujeres. Cuando te asomes a las regatas en la televisión vasca, fíjate en el tripulante número 15, EITB, entregado a un deporte formidable. Bandera de honor para este equipo.