Siete motivos para matar

A ETB le ha dado un ataque de moral redentora invocando el pecado. No tiene sentido que a una sociedad vigorosamente laica le sirvan una serie documental titulada Los siete pecados capitales, ideada como método para escrutar a nuestros criminales. Aparte quedan los de naturaleza política, de ETA y el Estado. Nada es original en el producto, salvo la presencia como narrador de Mikel Santiago, autor de éxito de novela negra. El vínculo pecado-crimen lo había planteado antes Vázquez Taín, juez del caso Asunta, en su libro Matar no es fácil, contradiciendo un relato de Agatha Christie. Inevitablemente evocan a Seven, vieja película de asesinatos inducidos por gula, avaricia, pereza, lujuria, soberbia, envidia y, al final, por ira. La versión vasca es igual, con idéntico forzamiento, pero dentro del género de true crimen.

En Euskadi hemos tenido tres asesinos en serie: un sacamantecas en el siglo pasado y dos en época reciente, de lo que se deduce nuestra baja tasa de psicópatas. Ya digo, descontando a terroristas. Mikel Santiago y su equipo de forenses, ertzainas y psiquiatras ponen el foco sobre Koldo Larrañaga, condenado por dos asesinatos en Vitoria-Gasteiz y presunto autor de otros tantos no probados. A este desgraciado le retratan como asesino por pereza, solo porque dejó huellas palmarias de su culpabilidad. Hay que ser muy rebuscados para asimilar, por tan poca cosa, a un homicida con la vagancia.

Pero se trata de aprovechar el prestigio de Mikel Santiago para construir esta pieza artificial. Sin el novelista sería insostenible. ¿Y a qué viene esa afectación obligada a los expertos para que hablen y se muevan como actores? Mikel se siente incómodo ante la cámara, pero su disciplina le salva. ¿Qué pecado asignarían a Carmen Merino, presunta decapitadora de un vizcaíno en Castro-Urdiales, mi crimen favorito? 

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

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