No es la tele: es la guerra

“Bronca por Broncano”: este es el chiste fácil a cuenta del azaroso fichaje del humorista David Broncano por TVE que ha provocado otra trifulca política en España, sin remedio como país de trincheras. ¿Es cierto que la contratación del comediante tiene el propósito de hacerle competir con El Hormiguero de Pablo Motos? Pues no saben bien en qué aventura se han metido. Mientras Motos, 60 años, de escasa formación y ultraderechizado, hace entretenimiento simple y al borde de la telebasura, con colaboradores de bajo nivel -Tamara Falcó entre ellos-, La Resistencia de Broncano, 40 años, es un late night de humor agudo, diálogos impertinentes con invitados ilustres y sketches gamberros. Es muy improbable que el público de lo banal vaya a trasladarse a un formato exigente. Broncano es un Buenafuente evolucionado, producto de tele de pago y no en abierto, para minorías. Broncano es ingenioso; Motos, vulgar.

El Hormiguero, fatigado por la rutina y maltrecho por su sectarismo, ha perdido un 20% de audiencia; pero mantiene la primacía en su franja horaria. La cuestión es que el PP y los canales privados son enemigos de la radiotelevisión pública. Aznar reconoció hace poco que se planteó su privatización. Atresmedia tiene a los consejeros del PP para proteger sus intereses en RTVE y siente el fichaje de Broncano como amenaza. Porque su vocación es el negocio y, a la vez, sojuzgar al espectador inclinándole a la derecha.

Si hasta la exaltada Ayuso critica el contrato, algo de razón debe tener RTVE. Por su conciencia pública, su oferta cultural y sin la presión de la publicidad, la tele estatal es la opción de confianza de un amplio sector social, muy transversal. No tendría que haber entrado en esta guerra de señoritos del show. La pública está por encima de la privada, por todo. 

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

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