La campeona del mundo de las disyuntivas es España, siendo la más dramática la que te obliga a escoger entre su furor patrio o sus odios, es decir, conmigo o contra mí. Machado y Goya retrataron el cainismo español y su profunda mezquindad y si vivieran hoy su poesía y su pintura serían más desgarradoras. Las dos Españas siguen, como hace siglos, a garrotazos y negándose, cuando lo más inteligente sería convivir con menos disyuntivas y más copulativas. Con Pablo Motos o con David Broncano, esta es la nueva frontera española.
Quien quiera humor irreverente, surrealista, un formato imprevisible, que opte por La Revuelta, en TVE. Y aquellos que aspiren a un espacio convencional y de fuerte contenido político, que pulsen el botón de Antena 3 y se diviertan con El Hormiguero. ¿Cuál es el problema? Que al que lleva reinando desde hace 19 años le ha sobrepasado un advenedizo y le cuesta aceptar su decadencia. ¿Hay un fondo ideológico en esta conflagración o solo es un áspero episodio de competencia? Rubén Amón, tertuliano con Motos y especie de Queipo de Llano resurrecto, ha declarado que la humorada de Broncano es “un plan siniestro de Pedro Sánchez contra el programa que más le molesta”. ¡Más leña al fuego! Y como si pretendiesen remarcar su antagonismo, Pablo viste camisa blanca y David chaqueta oscura. Cuanto más divos, más odiosos.Pero hay público para lo viejo y para lo nuevo, como lo hay para Iron Maiden y Los Panchos. O para ninguno. Lo inaceptable es que uno juegue sucio contra el otro mediante triquiñuelas mafiosas, lo que podría denunciarse ante la Comisión Nacional de la Competencia, si es que este organismo estatal fuera útil. Ni en el entretenimiento España es capaz de ser tolerante. Conmigo o contra mí, rojos o azules: poderosas disyuntivas.
JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ