Los hechos del poder emiten mensajes, unos explícitos y otros ocultos. Ninguno es neutro y todos tienen su propósito. Los acontecimientos de Catalunya son una potente emisora de avisos y conviene escucharlos y leerlos con atención para que transiten de su oscuridad subliminal a la claridad de conciencia con todos sus significados. El Estado ha doblegado a la nación mediterránea a tres escalas: mediante la suspensión de su legítimo autogobierno, con la represión judicial y a través de la humillación emocional de la mayoría social y sus líderes. Además de que sus efectos sobre la población se prolongarán durante años, España adjunta a su acción opresiva un conjunto de señales dirigidas a los territorios y partidos incómodos en el actual modelo institucional. Y lanza sus advertencias al modo en que se concibe el escarmiento en las tiranías, acompañando al castigo inmediato la amenaza y el miedo retardados, con la limitación de los sueños y los grandes objetivos de futuro.
¿Qué nos está diciendo España a los vascos y otros disidentes de su democracia malnacida? En lo obvio, nos comunica: “Ved lo que ocurre a quienes se salen del redil del sistema”. Y señala las cárceles, los juzgados, el exilio, el desprecio, la ira… Nos muestra a lo que conduce el ejercicio de la libertad, que se puede teorizar, pero no cabe poner en práctica. Y añade: “Pierdan toda esperanza de alcanzar la soberanía, porque será aplastada hasta su aniquilamiento”. El Estado ha puesto a Catalunya en la picota, con la cabeza de Puigdemont en lo más alto. Se manifiesta victoriosa e invencible, creyéndose ganadora de esta guerra y, a la vez, de una próxima contienda contra los sediciosos de Euskadi. Un mensaje bélico, de pura fuerza y nula razón.
Otro de los recados emitidos por el Estado es la pobreza, a la que, según la orientación vengativa, conduce la ilusión de la libertad. No solo se impulsó la huida de empresas y aplicó una campaña terrible de chantaje económico, que iba contra todos los catalanes, soberanistas o no, sino que ha añadido una promesa idéntica para quien intente salirse de su decadente marco constitucional. Especialmente dirigido a los vascos, cuya economía hace equilibrios entre el mercado interno y el internacional y al que España podría boicotear con saña. Nos lo han recordado al tiempo que destrozaban lo que han podido de la riqueza de Catalunya. Una vez declaradas las hostilidades, nadie gana y todos pierden. Arruina a todos.
España pierde
¿Semejante despliegue político, judicial, policial y mediático iba solo contra Catalunya? No, tenía otros destinatarios y aquí nos sentimos concernidos y directamente advertidos. Al 155 le ha sobrado de todo menos sutileza. Lo único que lamenta es no haber incorporado al paquete del expolio la gestión de la televisión autonómica, TV3, que está sirviendo de válvula de escape de las frustraciones internas y agresiones externas. El canal público viene escribiendo el relato de cómo España los ha aplastado y cómo la ya endeble democracia del Estado ha implosionado sin hacer cuentas de los perjuicios y el deshonor autoinfringidos. Atención a este dato: la mayoría de los catalanes, también los que votaron a opciones constitucionalistas, rechazan los encarcelamientos, la represión y la usurpación de la autonomía con todo su discurso de intolerancia e incapacidad para una resolución civilizada. El tiro ha salido por la culata: el contencioso ha empeorado, han atropellado la economía local y de paso la estatal y el aborrecimiento entre Catalunya y España no tiene vuelta atrás. «No estaríamos aquí si no hubiéramos ganado las elecciones», le dijo a la cara el ex consellerJosep Rull al arbitrario juez Llarena hace unos días. No pudo ser más preciso en el diagnóstico.
La lección para terceros es que detrás del castigo del 155 hay una mayoría en el Estado y un renacido nacionalismo hispano, que ha jaleado y estimulado las medidas más duras contra los rebeldes. “No estamos solos”, nos han dicho, lo que lleva a pensar que la solvencia democrática de la ciudadanía es muy limitada, más próxima al franquismo que a los cánones europeos. Todo será peor si hemos de enfrentarnos más adelante a una sociedad cerril, que no genera dirigentes de calidad y se niega a abrirse a un pacto de segregación cordial atendiendo al respeto de la libertad. La operación anticatalana tiene delito. Y tanto odio como torpeza.
Quienes confiábamos en la influencia de los líderes (de la cultura, la economía, la ciencia o la comunicación) para reconducir el conflicto a un diálogo entre las partes, nos hemos llevado un chasco. No sólo han fallado en su papel intermediador y de decencia intelectual, sino que han tomado partido por el sistema. Han sido los más conservadores. Javier Cercas, eminente novelista y catalán de adopción, es de los más decepcionantes. Ha escrito: “…los políticos catalanes que están en prisión no son presos políticos; son políticos presos, acusados, repito, de los delitos más graves del Código Penal español, empezando por el de rebelión, reservado a quienes intentan un golpe de Estado (El País, 12 abril 2018). Ver todos los tópicos juntos del discurso de la deshonesta España en el texto del autor de Soldados de Salaminaes para inmolarse y llorar sin consuelo.
La invención de la violencia
Al Estado le trae sin cuidado la verdad: si no la tiene, la construye. Es otro de los recados transmitidos, la ficción como arma política. No se inventa el relato, que para eso no tiene talento, ni narradores con criterio, ni corazón; improvisa los hechos para que su autoridad se exhiba en todo su rigor. España se ha inventado la Catalunya violenta para que encaje en el cálculo de su acción represora. A la vista de que la épica soberanista había sido pacífica y cívica, ejemplar en las instituciones y la calle, ha forzado la realidad a extremos delirantes, creando 404 hechos violentos donde no hubo más que tenacidad y resistencia, valor y heroísmo. Y para dibujar su fantasía, ha nombrado al más fiel de los siervos de la dictadura, la Guardia Civil, notario de unos actos que sirven al Estado para sustentar la acusación de rebelión contra los líderes independentistas.
La invención de la violencia es de los más crueles mensajes de esta historia. Las autoridades y los jueces saben perfectamente que su diseño es falso, pero ahora es conveniente que exista. Se vende una revolución de terror que nunca existió para situar al soberanismo ante el oprobio de la cárcel y su práctica indefensión ante unos tribunales parciales y corrompidos. Cuando vea que los líderes nacionalistas doblan la cerviz y se rinden por un insoportable sufrimiento personal (algunos ya lo han hecho dentro de su deshonrosa estrategia de defensa jurídica), entonces desmontarán el tinglado y escenificarán un perdón artificial. Tribunales, dirigentes, informadores y policías son los actores de esta farsa que nadie, excepto los ingenuos, dan crédito, capaces de creer esto y a Cifuentes.
El recado remitido es la aceptación del desistimiento o la demolición absoluta. Nos dicen: “Vosotros, catalanes y vascos, no podéis ser libres, o solo un poco. Y si lo intentáis, por muy democrático que sea el proyecto y amplia vuestra mayoría social, seréis reducidos”. Algo les ha salido mal en Europa, porque España sigue siendo a ojos de los países continentales, como también lo creemos aquí, un estado fallido, levantado sobre el detritus del franquismo. ¿Qué margen queda para la política? Apenas ninguno. Deberíamos aprender, en sentido contrario de los avisos españoles, la lección resultante de que no hay más salida que la rebeldía democrática, síntesis de inteligencia y acción persistente. España no podrá siempre menoscabar nuestra libertad. Nadie es fuerte todo el tiempo.
Brillante artículo de opinión.
Totalmente de acuerdo el Gobierno español con la aplicación del artículo 155 lo que ha hecho es enviar mensajes nada sutiles muy directos a Euskadi.
En realidad el Estado español se está comportando como el Tribunal de la Santa Inquisición en la Edad Media con Cataluña.
Es vergonzoso pero también está muy mal que Euskadi lo esté permitiendo y no desarrolle actos de solidaridad con el pueblo catalán.
Muchísimas felicidades por su artículo.
Totalmente de acuerdo con el relato, preciso, que hace “Chispita”. Y también de acuerdo con el último comentario a modo de autocrítica sobre la permisividad desde algunos sectores vascos de esta situación.
Qué significa «deshonesta España». En qué idioma escribes, B.?
Hs mencionado al papel garante de la Guardia-civil, pero no has dicho nada del papel del PNV en esta historia.
La Guardia-civil es el brazo armado, pero el brazo político que hace posible el golpe de estado, esto es, la desaparición de la autonomía para Cataluña y la subordinación con disciplina del País Vasco español, no es otro que este PNV.
Tu grupo político.
Tiene gracia. Para el PNV «el 155» desaparce si se forma gobierno en Cataluña. Le da igual que Forcadell, Turull, Junqueras, Rull, entre otros electos, prosigan encarcelados o que otros continuaren obligados a exiliarse si no quieren ser represaliados, como Gabriel, Rovira, Ponsatí, Puigdemont…
Nada, nada, para el PNV eso ya no es 155. Eso es sólo por el —- te la hinco.
Pues tus amigos del PNV son los que apoyan a un Gobierno que esta causando tantas calamidades y amenaza a los vascos con el apoyo a los PGE.