TODA campaña electoral se convierte en un ejercicio de equilibrismo entre la acción de asegurar los votos fijos y la aventura de captar nuevos apoyos, lo que puede producir incoherencias. De este esfuerzo casi siempre contradictorio -pues los partidos tienen sus límites- nace tanto la ambigüedad de los mensajes, como la radicalización calculada de las estrategias políticas.
La ambigüedad es conservadora, mientras que la radicalización es transgresora. Por eso, en los comités de campaña, como en toda empresa humana, deben convivir consejeros arriesgados y asesores cautelosos: entre unos y otros se determinará la medida de la osadía y la porción de seguridad.
El éxito y el fracaso en estas elecciones se juegan en la gestión del votante fronterizo, el que no tiene destino previo, el voto inestable. Todos los partidos tienen votos fronterizos. El PNV los tiene en el sector abertzale y también entre los electores más templados del PSE y PP, que unas veces le dan el voto y otras se lo quitan. El conglomerado de Amaiur tiene sufragios solapados en la muga de la izquierda y en territorio nacionalista; pero lo suyo ahora es conservar la gran cosecha de mayo. Nunca he visto a la izquierda abertzale más segurola que en esta campaña. Por su parte, socialistas y populares comparten votos en el centro y su decantación dependerá de la percepción de las prioridades, porque transitar de la izquierda a la derecha, o viceversa, no constituye para este grupo una mutación ideológica, sino una cuestión de puro pragmatismo. Las urgencias económicas barren toda ideología. Hablamos, en total, del 50% del censo, casi nada.
En esta táctica de ganar votos fronterizos, el PNV debería resaltar su solvencia gestora, su realismo abertzale y la vigencia de su liderazgo del país, enfatizando el riesgo que para Euskadi supone la aventura empobrecedora de los recién llegados a la democracia. Hay que dar a escoger entre el avance o el retroceso, más allá de la prórroga del victimismo. Al mismo tiempo, el clamor jeltzale debería escucharse también entre los votantes del PP y PSE que se identifican con el esfuerzo tenaz del PNV por arrancar en Madrid mejoras y beneficios para todos los ciudadanos, una política que se valora por su coherencia.
Pero mucho más importante que captar estos votos fronterizos es conseguir la máxima asistencia de los ciudadanos a las urnas. Un alto índice de la abstención, entre indignada y desesperada, sería, sin duda alguna, una colosal advertencia dirigida a toda la clase política. Comiencen por entender el significado profundo del no-voto: el voto de la desilusión.
Muy buen articulo sobre el tema de las campañs electorales y el ejercicio democratico del voto. Quiero manifetar , que hay que votar, que no se puede ni se debe protestar, sin ejercer este derecho. Es necesrio hacerlo, las cosas y los acontecimientos se cambian en las urnas.