Héctor Lizundia jamás usaba paraguas y prefería cubrirse con el choto del anorak o la gabardina bajo la perenne lluvia vasca. Adoraba mojarse. “La lluvia purifica”, solía decir. Así que cuando vio en la portada de la novela Patria, de Fernando Aramburu, la imagen difusa, casi romántica, de un paraguas rojo, tuvo una sensación desagradable al dispararse sus recursos de autodefensa. ¿Qué engaño encierra este símbolo? Según los expertos en marketing editorial, los libros, como artículos de consumo, se venden mejor según sea su diseño exterior y el texto de las solapas. Meses más tarde, el autor vinculó esa foto al asesinato del periodista López de la Calle. La víctima llevaba un paraguas rojo, que quedó junto al cadáver en el lugar del crimen, en Andoain. Era el año 2000.
Era falso. No el paraguas, sino el icono del paraguas rojo. El departamento de arte de la editorial Tusquets había elegido como ilustración de portada una fotografía de archivo, de esas que los publicitarios denominan banco de imagen, colección de instantáneas de alquiler que se arriendan como grafismos para anuncios, lo mismo para una marca de zapatos que para una campaña electoral. No son exclusivas ni fueron pensadas para un destino especial. El autor de la fotografía comprada al azar era el belga Filiep Colpaert. La escogieron porque el asesinato de Txato ocurrió bajo una fuerte lluvia. Oportunistamente, Aramburu vinculó la ficción con la realidad. Los temores del iconoclasta Lizundia estaban justificados.
La serie derivada del libro tomó el símbolo del paraguas para la introducción. El color rojo se transforma en sangre que se diluye bajo el aguacero. Una pirueta estética que a Héctor se le antojó ridícula. Cuando leyó la novela aún no había llegado a la categoría de bestseller. Le pareció una historia tendenciosa, larga y escrita sin brillo. Aramburu es, sobre todo, poeta y tiene poca habilidad en el oficio de narrar. Milan Kundera, en el Arte de la Novela, lo deja bien sentado: “Descubrir lo que sólo una novela puede descubrir es la única razón de ser de una novela”. Héctor pensó que de seguir Aramburu el precepto del escritor checo podría habernos ahorrado la simpleza de su novela con un artículo de opinión en El Mundo o el Diario Vasco.
La serie producida por HBO, que Héctor se tragó estoicamente a lo largo de ocho domingos, se adaptaba a las páginas del libro. Elimina algunos personajes, como los hijos de Arantxa y enfatiza con una estética intencionadamente lúgubre “la maldad” de la familia abertzale de Miren. A Héctor no le pasó desapercibida esa retórica subliminal del director, Aitor Gabilondo.
La simplicidad de Patria es que el relato no es moral, sino político, peor aún, partidista. Héctor creía que hubiera sido moral si plantease la historia entre asesinos y víctimas, pero introduce la categoría del desprecio de la ideología nacionalista y su lucha democrática. En el personaje de Joxian, amigo de Txato, con quien comparte afición txirrindulari y partidas de mus, sitúa al perfecto cobarde por callar ante la muerte oprobiosa de Txato, además de retratarle como un calzonazos. Aramburu proyecta en él la supuesta complicidad de la mayoría social -“el mirar para otro lado”- ante la violencia. Otro personaje absurdo es el sacerdote del pueblo, don Serapio. “El nombre se las trae”, maldecía Lizundia. Es tan burdo y poco creíble que solo por eso el relato se suicida. “¿Y a qué viene dibujar a las dos mujeres, Bittori y Miren, como dos locas beatas, que hablan con difuntos y santos?” La indignación de Héctor se traducía en blasfemias por tanta atrocidad.
“¿Y dónde están los demás paraguas? Sí, está el rojo de las víctimas de ETA y la sinrazón del terrorismo. No veo el paraguas del conflicto sociopolítico, ni el de la extrema gravedad del terrorismo de Estado, ni el de la crisis de una democracia nacida del detritus de la dictadura fascista. ¡Hay otros colores, maldita sea! Y no veo más que a un sectario poniendo palabras delirantes e imágenes confusas a una realidad que no reconozco”. Lizundia vomitó y pasó el día y la noche muerto de asco. “España no tiene remedio” y lloró amargamente.
“Patria”,según dicen, ha tenido un gran éxito editorial, tanto en Euskadi como en el resto del Estado. Yo, como el lehendakari, confieso que no la he leído, desde el principio me dio en el olfato un tufo de “relato ad hoc” que echaba para atrás. Y no dudo de su éxito editorial, mucha gente de mi entorno la ha leído, me ha asombrado ver como la gente la leía en el Metro… Ahora bien, lo que más me asombra es que ese “éxito” se haya producido en una sociedad mayoritariamente nacionalista y de izquierdas, según lo proclaman las elecciones y todas las encuestas, una sociedad que, según se dice, yo no lo creo, está “anestesiada” y deseosa de “olvidar” lo vivido en estas últimas décadas. No me cuadra, me suena a esquizofrenia.
El éxito editorial de Patria es indudable, pero no su éxito moral e intelectual. Ahí esta «Sálvame» en Telecinco, triunfando cada día con dos millones de espectadores y no por eso triunfa la inteligencia. Lo que se vende, se vende, nada más. Porque también se vende humo y mierda. Saludos.
Egia osoa. Verdad de la buena
Le va a salir una úlcera. Menos mal que se ha acabado la serie. En mi opinión una gran serie, con grandes interpretaciones. Cuenta una historia de la historia. Y la historia se compone de millones de ellas. Incluida la suya, si cuenta algo que no sea despreciar gratuitamente el trabajo de los demás.
Quien renuncia a la crítica, renuncia a su libertad. Allá usted, amigo
Creo que este enlace ya se compartió por aquí:
https://vientosur.info/la-literatura-sirve-para-algo-una-critica-de-patria-de-fernando-aramburu/
Lo de Zaldua…sí es una crítica; fundada y racional y con argumentos.
Decir que da asco y ganas de vomitar y meterse con la foto de portada…no es una crítica; es, precismente, un vómito, un exabrupto. Marca de la casa, por cierto.
Creo que la última frase lo sintetiza absolutamente todo: “España no tiene remedio”. Así es; y así es porque es lo que quiere la inmensa mayoría de españoles.
El enorme error que cometen muchos vascos y catalanes es pensar que España quiere cambier. Pues lo siento, pero no. No ven la necesidad ni tienen la voluntad. Para ellos, españa sigue siendo el mejor país del mundo; no porque ofrezca mejores condiciones laborales, garantice los derechos o proteja el medio ambiente más que los otros. No orque la población tenga arraigados valores como la empatía, el respeto y la solidaridad. No: España es mejor porque es España; es una «superioridad» esencial. es decir, supremacismo en estado puro. Los españoles están encantadísimos de haberse conocido y no quieren cambiar nada.
Y esos catalanes y vascos harían bien en asumirlo ya.
Pues la serie en HBO, a pesar de ser la más publicitada de la historia de ese streaming ha pasado sin pena ni gloria.
El tal Aramburu, a quien un crítico literario comparó con Tolstoi, ha aprovechado las circunstancias para sacar otro libro que a rebufo de PATRIA pueda darle más dinero, que al fin y a la postre es lo que se busca.
Pero como éste no tiene publicidad pagada por el morro pues no es un éxito más de «Tolstoi».
Burda e insultante novela y fracasada serie. Y ha convencido a los ya convencidos de su relato. Pobre bagaje.