Lo más parecido al vergonzoso devenir de la (no) renovación del Consejo General del Poder Judicial es la nueva temporada de Historias para no dormir (Amazon Prime Video) con sus cuatro capítulos, como los años que lleva el gobierno de los jueces caducado cual yogur mohoso en el fondo de la nevera. En el primer episodio, El trasplante, con Ramón Barea, se retrata una sociedad terrorífica en la que solo los ricos tienen acceso a su renovación vital por medio de órganos donados por los pobres. Es la obsesión por sobrevivir más allá de una existencia natural. ¿No es esa la fascinación del PP, mantenerse vivo en un organismo que siempre ha colonizado? El segundo capítulo, titulado El televisor, narra la obsesión por la seguridad de una familia que se muda a un chalet en las afueras. ¿No es la misma seguridad que persigue la derecha para protegerse de sus casos de corrupción controlando a los togados?
La tercera parte, La alarma, con el cómico Javier Gurrutxaga, nos traslada a un mundo distópico dominado por robots de apariencia humana, lo que evoca ese otro disfraz del PP, la excusa por la rebaja del delito de sedición (pensado para la época de Maricastaña) y así justificar ser los okupas del CGPJ. Y el cuarto episodio, La pesadilla, viaja a la Galicia de Feijóo para narrarnos la acusación contra un negro, ¡que dice ser de Lekeitio!, de la muerte de varias adolescentes. Es la fobia al forastero y la necesidad de un chivo expiatorio. ¿Quién es el chivo ahora? La politización de la justicia, un virus español del que también la derecha se ha valido.
No hay derecho a que se deshonre el legado de Narciso Ibáñez Serrador con esta secuela, aún peor que la anterior. Los cuentos de terror ya no asustan, pues la realidad es más dramática. El PP con su desacato hace un Bolsonaro y nos lleva al abismo. Mejor dormir, sin olvidar.
JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ
Solo sería cuestión de hacer lo mismo…para resolver el gran problema del poder judicial.
El cónclave (bajo llave) es la reunión que celebra el Colegio Cardenalicio de la Iglesia católica para elegir al Papa…y para evitar cualquier tipo de intromisiones mantienen la rigurosa prohibición del contacto con el mundo exterior, permaneciendo por lo tanto recluidos y en total aislamiento.
En tiempos anteriores la elección corría principalmente a cargo de los clérigos que, bajo la supervisión de los obispos, escogían un candidato por consenso o por aclamación, presentándolo después ante el pueblo para que este lo confirmara…lo que significaba que ya había sido eliminado lo que anteriormente era limitado a la nobleza de la ciudad, para evitar de ese modo las influencias foráneas de los poderes civiles. Los tiempos han cambiado, pero el enclaustramiento forzado de los electores sigue vigente…y hubo un caso, en determinado momento, que después de casi tres años de Sede Vacante sin que se llegase a ningún acuerdo sobre el nuevo pontífice, los desesperados habitantes decidieron no suministrar alimento alguno a los electores, excepto pan y agua…y de ese modo sí llegaron los resultados rápidamente…y hubo Papa.
Pues habrá que hacer lo mismo con el Congreso de los Diputados: recluir a los parlamentarios a pan y gua hasta que alcancen un consenso en los nombramientos.