La mala fama que arrastra la televisión -justificada unas veces y mal intencionada otras- impide que se valore su meritorio esfuerzo en la canalización del enfado social frente a la crisis, sus causantes y beneficiarios. Ya dijimos que sin imágenes (apaleamientos policiales, desalojos salvajes e indiferencia judicial) el drama de los desahucios no hubiera obtenido una respuesta paliativa. Y si estas víctimas reciben el amparo informativo de la tele, ¿por qué la indignación pública contra el recorte general de derechos no cuenta con el respaldo de imágenes contundentes que acrediten la ira y sufrimiento de la gente? ¿Por qué nuestra sociedad enfurecida no tiene aún su Robin Hood audiovisual que haga temblar a los poderes?
Algo de esto intenta conseguir La Sexta, aunque con insuficiente neutralidad ideológica. Con un Wyoming cada vez menos sarcástico y más directo y un Jordi Évole brillante en todo menos en el título, Salvados, demasiado parecido al rey de la telebasura. Su virtud está en la justa combinación de denuncia e ironía contra el despilfarro político y la pedagogía en la explicación de los orígenes y efectos de la crisis, con renuncia expresa al dramatismo demagógico. Uno se encoleriza con las historias de los saqueos institucionales y financieros, pero resiste la tentación de acudir a las barricadas. Es la intelectualización del cabreo o la indignación argumentada, lo que explica la rareza de que un programa de contenido político obtenga tres millones de espectadores y un share de más del 13% en las amodorradas noches dominicales.
La amenaza derechista de Antena 3, dueña ahora de La Sexta, es que la presión de los intereses corporativos culmine con la desaparición del programa la próxima temporada. Es demasiado corrosivo e instructivo, hasta el punto de que podría influir en la ruptura democrática de los diques de contención de nuestro corrompido sistema. Hay una irritada disposición popular a la rebeldía y Jordi Évole la estimula cordialmente. Han saltado las alarmas en La Moncloa: cuidado con amotinar a la mayoría silenciosa.
a television, con sus respectivas producciones y emision de programas, vale para poco. Hace honor al nombre » la caja tonta». Pero en el caso de diferentes tragedias, han ayudado a las victimas, posiblemente sin quererlo, porque etan hambrientos de noticias morbosas. El resultado que han beneficiado, es lo importante.
Un articulo muy interesante. Felicidades al autor.