Bilbao ha sido estos días capital internacional de la publicidad con la celebración de El Sol, Festival Iberoamericano de la Comunicación Publicitaria, radiante muestra del arte de persuadir y vender marcas y productos más por medio de sentimientos y sensaciones que de argumentos. O sea, la vida misma, porque ese sinuoso y sutil proceso emocional, con el añadido de una pizca de racionalidad, es exactamente el instrumento táctico que utilizamos para enamorar, decidir, interpretar y, por supuesto, construir la mejor versión de nuestra identidad. Somos máquinas comunicativas y la publicidad nos plagia el alma.
Los anuncios son el 33% de lo que vemos en la tele, excepto en TVE que, vía ZP, cometió la aberración de prescindir de la publicidad para dedicarse a la propaganda, viejo propósito socialista. Aunque no seamos conscientes, necesitamos que nos ofrezcan sueños en forma de objetos, que emisarios y trovadores salgan al paso y nos sugieran mercancías que adquirir, aventuras que emprender y placeres que probar. Sin anuncios nos moriríamos; pero el exceso de publicidad mata. Este es el problema de la publi, su abundancia, lo que conduce al hartazgo. Pero nada más humano que la desmesura.
La publicidad agranda el catálogo de nuestros deseos, lo que nos obliga a ejercer un autocontrol y desarrollar cierta facultad de resistencia: querer no es poder en el mundo del consumo. Los débiles y los tiranos querrían matar las tentaciones para que fuésemos aburridamente felices, incluso liquidarían los anuncios, sus mensajeros. La publi provoca, enreda, interfiere e insiste para convertir en riqueza nuestro apetito de novedades. Financia la libertad de prensa. Y su engaño, si lo hay, es la medida de la simplicidad de los compradores.
Durante el Festival se ha debatido sobre la crisis. ¿Qué puede hacer la publi contra la extensión de la pobreza? Dos cosas: una gran campaña alemana para que Ángela Dorothea Merkel pierda las elecciones en septiembre. Y posicionar la autoestima como la variable principal del Producto Interior Bruto de un país.
Me ha gustado mucho este articulo,m referente a la publicidad. Es una herramienta que se utiliza para seducir y favorecer el consuno. siempre y cuando esta campañas publicutarias estén bien hechas, entonces es un éxito. Se piensa determinados directivos de empresas que ahora en época de crisis, hay que recortar y suprimir los gastos de publicidad. Estan equivocados y mucho. Si tienen la suerte de tener un buen publicista , un creativo bueno lograrían un éxito en sus planes de ventas.
Muchas felicidades por el articulo.
Un poco corporativo y complaciente le veo Sr. Blazquez. Y menos ácido e incisivo que de costumbre.
Un reto ¿se atreve usted con una crítica-positiva o no tanto- sobre el propio festival?
Porque uno ha oido de todo. Y me consta que muchas agencias locales se han quedado con bastante mal cuerpo, con la sensación de que les han timado. Me vienen a la cabeza ciertas reflexiones que hio Guille Viglione, de Dimensión, al respecto (y, por cierto, con unos diagnósticos sobre la profesión y su futuro, sobre los modelos de agencia y de publicidad…que deben llevar a más de uno a ponerse las pilas y reciclarse o pensar en el retiro).
Sobre el festival en sí, diré que me ha tocado trabajar en alguna ocasión trabajar con agencias catalanas de campanillas (en la línea de los organizadores de este sarao) y la sensación que me ha quedado es que, bla, bla, mucho dorar la píldora, todo parabienes, mientras tanto te van pidiendo y tú vas currando como un negro y poniendo y los otros parloteando (super dinámico todo) y recogiendo y al final todo ha salido divino de la muete, qué exitazo, bla, bla, moltes gracies…y nadie te quita de encima la sensación de que se te ha quedado cara de tonto y se lo han llevado ellos crudo (y ojo, no lo digo principalmente por catalanes, sino quizás más por grandes agencias de grandes capitales chachiguays).
Sabes más que yo, Larry. Mi reflexión ha sido superficial por ser muy pública. Esas críticas de Viglione, las tuyas y las de otros deben hacerse, como corresponde, en el ámbito de la profesión, porque a la gente se le escaparían los argumentos.
En lo esencial el Festival es un escaparate en el que se aprende poco, se conoce a mucha gente y se liga bastante, por cierto. Incluso para algunos es un premio que la agencia ofrece a sus mejores hombres y mujeres a modo de vacaciones pagadas. Es un escaparate hacia el exterior y supongo que un buen negocio. Bilbao pone mucho como ciudad para que sea buen negocio.
Yo he tenido esa sensación frustrante muchas veces, menos al principio, cuando éramos más jóvenes y teníamos ilusiones, de lo que ya queda poco a fuerza de profundizar en el cinismo de esta profesión.
A mi la publicidad me interesa como un fin en sí mismo, es decir, como un producto de la inteligenica, la capacidad de persuasión y la creatividad humana en sí mismo.
Algo asi como una pequeña obra de arte -cuando lo es-, pero aborrezco que esas pequeñas joyas interrumpan lo que sea que esté haciendo.
Me irrita.
Por lo tanto, y hablo exclusivamente de mi gusto particular, veria un montón de anuncios seguidos con la misma actitud que tengo cuando voy a ver cualquier película de la que me espero lo mejor.
Es decir, prescisdiendo totalmente de su papel «ergonómico», utilitario.
Y no estoy de acuerdo en que la publicidad en general suba la autoestima.
Mas bien es al contrario: uno de los gurús de la publicidad francesa, Frederic Beigbeder volvió del lado oscuro y una vez convertido en (excelente) escritor vino a señalar algo que ya percibíamos, que para vender X, primero hay que hundir la autoestima (especielmente, la femenina) con el objetivo de venderte después la «cura».
Has tocado, Anlinber, uno de los problemas de la publi: su caracter invasivo. No hay solución para eso.
Por cierto, me gusta mucho Beigbeder, hasta el punto que he leído todos sus libros, si bien se repite.
Un abrazo.