El exhibicionismo o la jactancia paleta

ongietorri4_foto960GUARDAR los secretos propios y respetar los ajenos son cumbres de la grandeza humana, donde solo al arte y a la literatura le cabrían la delicada misión de descubrir, debidamente sublimado, cuanto se oculta en el corazón. La intimidad y sus hermanos menores -pudor, rubor, discreción y decoro- nacen del mismo tronco de la dignidad. ¿El hogar entra en la categoría de lo privado? Desde luego que sí y por eso es un ámbito reservado a unos pocos amigos y a la familia. La tele ha llamado al timbre de las casas en busca del vecino con baja autoestima y dispuesto a enseñarlo todo. ETB tiene los jueves un espacio para este exhibicionismo primario. Se llama Ongi etorri, casas con encanto y lo presenta Patricia Gaztañaga. El espectáculo del mal gusto o lo kitsch no está en lo aparatoso de salones, jardines, baños, cuadros y piscinas, sino en el orgullo y la presunción con que los propietarios lucen a cámara sus residencias y otros objetos, como los hijos y el perro. Es la jactancia paleta.

¿Qué hace que una persona sienta la necesidad de mostrar a la curiosidad pública el secreto de su hogar? Un cierto carácter exhibicionista, obviamente. Nadie debería exponer la intimidad del lugar donde vive, por la misma razón que no se desnudarían en la calle. Es verdad: si hay exhibicionistas es porque existen los mirones; pero ni unos ni otros habitarían el planeta si nuestra sociedad cuidara el tesoro de la identidad personal. Somos de carne y hueso, no de cristal.

Hay quien se escandaliza de que la televisión pública dé cabida a la ostentación de los casoplones y pisos formidables, porque esto ofende, por antiestético e inmoral, a las víctimas de la crisis y el paro en Euskadi. Es una razón muy sensible; pero no es el problema principal. Es la sobrevaloración de la apariencia y el equívoco de la trasparencia. No se aprende decoración ni el arte del buen vivir en las visitas de Patricia a las mansiones vascas. En realidad, nos enseña lo estúpidamente vulgares que son la vanidad y el dinero. Vulgares no, lo siguiente: horteras.

Semana del GAL… y el GAL amarillo

GALDe la pugna y contradicción entre pasado y presente surgen los proyectos de futuro. Antes de olvidar hay que conocer. . Nuestra televisión pública ha dedicado toda la semana pasada al trigésimo aniversario del inicio de la carrera criminal de los GAL, banda financiada y dirigida por el Estado español a través de un gobierno socialista que regaló a ETA un arsenal de argumentos para veinte años más de terror. ETB2 otorgó a la memoria del caso Lasa y Zabala el prime time del lunes y jueves, con programas especiales de 60 minutos y El Dilema, así como varias tardes de Sin ir más lejos y de Airean, en ETB1, y una noche de intensa polémica en Debatea. Horas y horas de testimonios entre los que destacó el forense Paco Etxeberria, artífice del reconocimiento de los cuerpos de los dos jóvenes torturados. Este admirable profesor nos estremeció con la estricta crudeza de su relato, sin apelaciones emocionales. La verdad debería tener siempre esta imagen serena y limpia.

            Y frente a la autoridad moral de Etxeberria se escucharon coartadas del terrorismo de Estado. Digámoslo claro: a España no le repugnan aquellos asesinatos. El excomisario Amedo los enmarca en el contexto del activismo etarra de los años ochenta. Otros los justifican por el hecho de que diversos países democráticos tuvieron episodios parecidos. Ni una palabra de perdón. Además de los GAL verde, azul y marrón, hay un cuarto, el más cínico: el GAL amarillo, formado por la televisión y otros medios que callaron o retorcieron aquellos atentados y que ahora ponen rostro compungido a lo que entonces aplaudían entre brindis y risas. Nos guste o no, en nuestra sociedad la verdad pública es un relato mediático. No sé cómo se escribirá finalmente la historia sobre ETA; pero la verdad sobre los GAL sigue pendiente.

            Y en esta introspección en el pasado nos encontrábamos, cuando el pánico por el cierre de Fagor, con más de cinco mil empleos en riesgo, devolvió a Euskadi al inexorable presente. Carpe Diem.

Todo por la tele y para nada

FE¿Tan corto de imaginación anda el feminismo español que para conseguir unas efímeras migajas de notoriedad se apunta a hacer topless -y el ridículo- en el Congreso? ¿Qué puede aportar al movimiento por la igualdad una franquicia ucraniana como FEMEN que aún no ha salido del parvulario de los derechos humanos en la atrasada Europa oriental? ¿Qué tipo de degradación corporativa afecta a esa prensa que el pasado jueves emuló las portadas de Interviú?  ¿Qué le ocurre a la clase política y los colectivos sociales para que se muestren tan previsibles en sus acciones de comunicación reivindicativas y sus protestas públicas? ¿No es patético, por rancio, ver al diputado de Amaiur, Mikel Errekondo, representar en la tribuna parlamentaria, durante diez eternos segundos, uno de aquellos castigos que sufríamos los niños en la escuela franquista? ¿A lo más que aspiran hoy nuestros rebeldes es a lucir, orgullosos, una camiseta de campaña? ¿La solidaridad se mide en merchandising exhibido? ¿Tanto bochorno por un minuto de gloria en la tele?

La crisis no es solo económica. El empobrecimiento está también en las ideas y en la forma en que éstas se exponen. La izquierda y la derecha se imitan mutuamente y terminan por ser lo mismo. La falta de originalidad y las dificultades comunicativas son un problema de ausencia de osadía y entusiasmo creativo. Así que la máxima expresión transgresora es irrumpir en la televisión como sea, incluso en pelotas. Sigue existiendo una fascinación cateta por aparecer en la tele. Pero cualquier joven usuario de las redes sociales le da mil vueltas a las viejas organizaciones en valentía de discurso y en ruptura de los esquemas clásicos de vinculación. La tele está sobrevalorada, porque más que la popularidad lo que importa es la autoestima, la identidad satisfecha.

Todo el mundo está en crisis: las feministas, los políticos, las oenegés, las religiones, los optimistas… Todos menos esas personas, grandes en ideas y realizaciones, que teniendo méritos sobrados para ser admirados renuncian a salir en la tele.

Obsesión por ETB

1230716471_0El miércoles pasado El Correo Español aseguró en una información -diminuta en tamaño, pero gigante en mala intención- que ETB había registrado en septiembre un descenso histórico en sus audiencias. ¿Histórico? Los canales de la televisión vasca experimentaron, es cierto, una bajada en seguimiento popular; pero calificarla tan enfáticamente es una manipulación absoluta. De hecho, ETB2 ha regresado a los índices de julio y la magnitud de su pérdida es la misma que la ganancia obtenida hace solo cuatro meses. Nada indica que se esté produciendo un desplome de las audiencias como en la etapa anterior, cuyos datos tocaron fondo con un 7,7% en el segundo canal y 1,7% en la cadena en euskera. Aún es pronto para juzgar los resultados del cambio estratégico de ETB1, y con ETB3 al alza. Pero no hay duda de que el actual equipo directivo está errando en su objetivo situar al grupo público en niveles óptimos de aceptación y que el precio de la crisis es mayor para ETB que para las grandes televisiones estatales.

            ¿A qué viene esa obsesión de Vocento por ETB? Es una vieja fijación del pensamiento español, en la que centran todos los males políticos y hasta morales que, a su juicio, padece Euskadi por su desafección al proyecto constitucional. Vocento tiene dos problemas con la televisión vasca: el liderazgo informativo de ETB desbarata su cuenta de resultados en influencia ideológica y, además, es su principal competidor en la captación de publicidad local. ETB democratizó la información que hasta su creación estuvo colonizada por quienes negaron y cantaron los crímenes de la dictadura. Con semejante dolor político y económico la mirada de ese grupo periodístico a nuestra radiotelevisión pública nunca será objetiva y respetuosa.

            El barullo artificial montado por Vocento por la no inclusión de una referencia a ETA en el Plan Estratégico de EITB es otra muestra de sus inclinaciones obsesivas. ¿Hay que recordar que la sede de ETB fue destruida 2009 por una bomba terrorista? ¡Ah, la memoria!, dulce arma de protección masiva.

 

 

 

 

¡Cuidado con la esperanza!

Independentzia

Entre los sueños y la realidad alguien interpuso un sentimiento cruel, llamado esperanza, cuya misión es mantener en estado latente un sinfín de ilusiones -ingenuas, absurdas o imposibles- de tal manera que a medida que éstas van incumpliéndose son sustituidas por otras nuevas en un proceso inacabable de decepciones y autoengaños. Estadísticamente la esperanza ya ha sido impugnada; pero en el ámbito mágico de las emociones sigue intacta, en tanto no hayamos liberado nuestra mente de espejismos y falsos consuelos. Tan frustrante es creer en la verosimilitud de nuestras fantasías, como  pretender traspasar la limitada condición humana. Todos los juegos de azar, así como los horóscopos y demás patrañas de la adivinación, son hijos bastardos de la esperanza. Millones de personas aspiran a ser razonablemente felices, cuando el máximo anhelo no debería ir más allá de ser razonablemente infelices y vivir al día soportando el menor sufrimiento posible. El desconocimiento en general y la ignorancia del sentido de la vida en particular, este es el dolor que nos quebranta sin remedio. Que nadie se ampare en la esperanza para alcanzar sus metas, sino en sus únicas y verdaderas fuerzas.

Cataluña sueña con los ojos abiertos en su independencia de España. ¿Es una quimera o se trata de un objetivo factible? Para conocer la medida racional de su proyecto habría que responder positivamente a estas cuatro preguntas: ¿Tiene hoy la sociedad catalana un proyecto económico, político e internacional que concluya, sin engaños, en la viabilidad de su emancipación? ¿Cuenta con una masa crítica suficiente en apoyo social y territorial que, más allá de la nobleza del sentimiento nacional, le permita constituirse en estado? ¿Ha explorado otras alternativas, que posibiliten, a corto y medio plazo, el logro de tantos o iguales objetivos de dignidad, identidad y bienestar como los que podría alcanzar por la vía de la independencia? ¿Cree de verdad en el éxito de su salida de España?

Alabo la valentía catalana y su determinación en hacer valer sus derechos ante el caduco y miserable Estado español. Admiro el pundonor y fortaleza de los líderes catalanistas y mucho más a su pueblo por su autoestima cultural, su capacidad de unión en el pluralismo y su apertura democrática. Y precisamente por el afecto que tengo por ese país le pediría que despejen la duda esencial que, a mi modo de ver, pende sobre su plan soberanista: ¿es un proyecto con todas las garantías y previsiones o es por ahora producto de una esperanza?    

La esperanza como pereza

A fuerza de escuchar mil veces a los unionistas españoles el tópico de que los nacionalismos son solo un sentimiento (y por tanto irrelevantes en la política concreta), he renunciado a entrar en este debate. Lo honrado sería ver qué argumentos impulsan a los patriotismos vasco y catalán a la secesión, un objetivo tan honroso como la igualdad para el socialismo o la libertad individual para la derecha liberal. A mí no me preocupa tanto el exceso de emociones, como la ausencia de resultados prácticos y lo sumamente parsimonioso que es el nacionalismo en su travesía hacia la emancipación, los continuos aplazamientos de su finalidad por las circunstancias de cada momento.

Me preocupa la suspensión indefinida del objetivo de la independencia, la complacencia en lo alcanzado, los pasos intermedios -la autonomía y sus instituciones- para no terminar de acometer su última y definitiva meta. Me duele ese estado de eterna esperanza en la que se congelan las fuerzas nacionalistas. Y entiendo que el problema es la vivencia de la esperanza como una forma de pereza, la dejación de sus enunciados, la huida de los riesgos y molestias a los que se enfrentaría: la mayor amenaza de los nacionalismos es saber qué porción de la sociedad quiere la independencia y cuántos no han superado el vértigo de saltar hacia esa realidad deseada. ¿Cuándo vamos a fijar el escrutinio de la nación? Una cosa es saber esperar, la paciencia, y otra vivir paralizados por la fascinación de una esperanza sin futuro. 

Un reto específico al que se enfrenta el proyecto nacionalista es el pluralismo, esa dispersión democrática en la que se disuelve toda tentativa de cambio. Ocurre lo mismo que para desbaratar el sistema actual o derribar la decadente monarquía. Al nacionalismo se le pide una mayoría cualificada, superior a la mitad del electorado, porque se supone que la independencia afecta de raíz al conjunto de las relaciones económicas, políticas y sociales del país y por las incertidumbres derivadas de toda experiencia inédita. Es un agravio democrático frente al que solo cabe sumar al proyecto soberanista más y más gente a base de convicción, con inteligencia y emociones. Y sobre todo, tener un plan concreto y no una vieja esperanza.

La esperanza como alucinación

Imaginar es la disposición a hacer realidad lo que aún no existe. No es una alucinación como la esperanza, que aguarda a que los deseos se cumplan por sí solos. En su camino hacia la soberanía, vascos y catalanes tienen que distinguir entre lo posible y lo deseado, entre proactividad e indolencia. Planteado el proyecto independentista con sentido imaginativo, Cataluña y Euskadi deben darse cuenta de que gran parte de sus aspiraciones pasan por la evolución cualitativa de España. Quiero decir que cuanto más profundo sea el sentido democrático de los españoles y sus partidos representativos (sobre todo PP y PSOE), más posibilidades tendrán los nacionalistas de alcanzar su emancipación del Estado. Hoy la calidad de la democracia estatal es muy baja, aunque existen amplias capas sociales con un fuerte sentido de las libertades, frente a las cuales hay una mayoría popular sustentada sobre viejos esquemas heredados del franquismo, batida por la ignorancia y a merced de cualquier designio. En esta situación, la independencia es de todo punto inviable.  

La única posibilidad, al margen de la opción de la unilateralidad, es el pacto con España, que no va a producirse espontáneamente y que hay que ir sustanciando mediante una estrategia que combine la presión explícita de las mayorías nacionalistas con la oferta de un diálogo exigente que facilite la salida por pura lógica política. Obtenidos unos consensos internos suficientes, hay que reclamar el divorcio a España; pero ha de ser una separación cordial que apele a la razón democrática y a la necesidad de superar el absurdo de que una parte imponga a la otra una convivencia indeseable. Sin el acuerdo con el Estado, ni Cataluña y Euskadi lograrán mantenerse en la eurozona y la Unión Europea. La España celosa, la asfixiante madrastra, debe aceptar el divorcio como un hecho natural y facilitar el ingreso de ambas naciones en las instituciones comunitarias. Mucho de esto se decide en Escocia en 2014. El Gobierno central aguarda con más ilusión que inquietud a que Escocia diga no. ¿Cómo gestionarán Euskadi y Cataluña la eventual negativa escocesa? La presión sobre el pueblo escocés está siendo brutal y se incrementará desde poderes internacionales para impedir lo que, a su juicio, deviene en una atomización de Europa.

Para alcanzar una meta se necesita sentido de la realidad y cierto coraje. La independencia será factible cuando deje de ser una esperanza para constituirse en objetivo. ¡Mucho cuidado con la esperanza!: promete todo y no ofrece nada. La forma más siniestra de despachar a quien solicita una ayuda es proporcionarle una esperanza. Y la relación más cruel que Dios mantiene con los seres humanos que le invocan es a través del humo espeso de la esperanza. En la vida real debería abolirse toda ilusión vana para volcarse solamente en lo que es posible sin esperanza.