Auschwitz pregunta

¿Por qué? es la pregunta más sencilla, pero llena de perplejidad que los supervivientes de los campos polacos de Auschwitz se hacen 80 años después de que el ejército rojo liberara la industria del exterminio más terrorífica de la historia. Y tienen la respuesta: por judíos, por disidentes políticos, por homosexuales, por gitanos, por discapacitados… por odio. Sí, el odio se bastaba para aniquilar y fue el impulso de toda una nación enloquecida detrás de un monstruo, porque se creían superiores. La mejor televisión nos está mostrando con dolorosa veracidad lo que aconteció.

Las voces de Auschwitz, que emite AMC en su canal Historia, ofrece en cinco partes los testimonios de 40 supervivientes del holocausto y donde sucumbieron más de un millón de seres humanos. Es imponente también El último músico de Auschwitz sobre la violonchelista Anita Lasker-Wallfisch, la única viva de la Orquesta de Mujeres de Auschwitz. “En el infierno hay música”, dice su macabra melodía. Y recordamos la historia de La sombra del comandante, que narra el encuentro de un hijo del jefe del campo, Rudolf Höss, con una de las mujeres supervivientes, mientras otra hija del genocida le justifica y encarna el negacionismo que gobierna el planeta.

¿Y por qué se olvida? Porque está mal aprendido, sin emociones. Visité Auschwitz, Mauthausen, al norte de Austria, y Terezín, cerca de Praga, porque era necesario sentir su tormento. “El conocimiento es emoción; no se aprende mucho de forma racional”, escribe Xabier Irujo, director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada, en su nuevo y apabullante libro La mecánica del exterminio. Se dice que la memoria del terror es para que no se repita; pero ocurrirá, igualmente por odio, y lo consumarán las apocalípticas bombas nucleares.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Bienvenido Mister Gere

El cine es un mercado y los premios Goya una porción de su marketing, con su espectáculo y feria de vanidades. ¿Y si Europa pusiera aranceles a las películas norteamericanas respondiendo a Trump? Ocurrió en la gala de Granada; pero al revés: el cine español se arrodilló ante Hollywood pagando su arancel de pleitesía al conceder a Richard Gere, más galán que virtuoso, el Goya Internacional, quizás solo porque tiene una novia gallega y era una oportunidad para añadir una pizca de glamour a la fiesta del celuloide hispano. En fin, muy pueblerino y sin la ironía de Bienvenido Mister Marshall.

Y llegó la gran chapuza al teatralizar un supuesto empate para la película ganadora lo que fue un sucio error. Tuvo Salomón que salir al escenario a ponerle remedio con el sainete. Se enfrentaban lo real y lo embustero. Por un lado, El 47, una historia auténtica y de personas ciertas. Y por otro, una historia falsa, La infiltrada, de la bilbaína Arantxa Echevarria, con un personaje inventado producto de la propaganda policial, un Mortadelo y Filemón. Antes de eso, Almodóvar, que se olía el fiasco, hizo mutis por el foro con una excusa para no ver su dirección superada por un film menor. La habitación de al lado, luminosa y elegante, que venía de triunfar en Venecia, no podía perder lo más que merecido.

Fue una gala sobria de eternas cuatro horas, pero con instantes estelares como el discurso de Aitana Sánchez-Gijón, puro cine, y el homenaje a Marisa Paredes de su hija, todo amor y orgullo. Y sobrevoló, junto al cambio climático y la emigración, el veto a Karla Sofía Gascón, autoliquidada y bocazas, porque la memoria existe, amiga mía, e imperdonables son tus mensajes racistas. Audiencia a la baja, 2,3 millones en TVE. Por favor, dele una mano de pintura, señor Goya.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

El fracaso cambia de hora

Tras poco más de un año de fracaso por las tardes en Telecinco, donde casi nunca pudo con Sonsoles Ónega, Ana Rosa regresa hoy a sus mañanas. ¿Pierde o gana en el viraje? La señora Quintana es un diplodocus de la tele y no por la edad, sino porque su modelo audiovisual caducó hace una década y su credibilidad quedó revocada tras ser descubierta como plagiaria parcial de una novela de dos autoras que publicó a su nombre, tramposamente. El cambio de horario es insignificante y todo, audiencias y estilo, continuarán igual, punto arriba o abajo. El riesgo para Mediaset es que dado el sesgo pepero de la presentadora y su mostrenco politiqueo altere el equilibro informativo que la cadena trata de mantener en la actual ola de populismo séptico y que Carlos Franganillo, María Casado y David Cantero sostienen frente a la delirante estrategia neofranquista de Antena 3 con Vicente Vallés, la degeneración tras 35 años.

El telespectador de las mañanas se mueve entre el café, el puchero y el súper, es disperso y atareado, mientras que el público de la tarde se sitúa entre la siesta y el tedio. ¡La tele es la obligación del entretenimiento! Quintana volverá a probar la hiel del desencanto y la cadena habrá hecho un movimiento infértil para conseguir apenas nada. Quizás su fiasco contribuya a lo inevitable y lleve a la jubilación a la presentadora, antes de que se vea obligada a salir por la puerta trasera al olvido y sus negocios oscuros.

¿Por qué escribes de algo tan banal como la tele?, me amonestan los amigos. Porque es sociología pura y, descontando el sueño y el trabajo, a ninguna otra actividad dedica la gente cuatro horas (hasta ocho los mayores) todos y cada uno de los días, con lo que eso significa de poder de influencia y control. La realidad va a la deriva.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Repetimos, repetimos

Si la inteligencia artificial pusiera su enorme potencial a la búsqueda de nuevos productos para la televisión, fracasaría. No es una maldición: son demasiados los factores paradójicos que hacen inviable definir formatos originales a gusto de las mayorías. Y así seguimos, con lo de siempre, con improvisados retoques para que todo siga igual; eso sí, con unos pocos admirables programas minoritarios. La tele enseña mejor que nadie a normalizar la rutina y convertirla en nuestra zona de confort. Lo único nuevo son las noticias y casi todas son malas o peores, como las que llegan desde Washington.

La temporada de invierno es desoladora, tanto que Telecinco ha reeditado Caiga quien caiga, CQC, venerable formato de reportajes de matriz argentina, con más de 30 años y más recalentado que el caldo de la abuela. ¿Qué pueden hacer a lo Reservoir dogs Santi Millán y sus colegas? Apenas confiar que un vacuo diseño y la aportación de realidades dramáticas, como la plaga del fentanilo, compensen la enésima tentativa y su seguro fracaso de público. Lo de Evole, en la Sexta, es otra historia, por su oferta para grandes minorías y sus entrevistas a personajes que tienen cosas que decir. Lo que reiteró Juan y Medio, entre bromas, tuvo bastante de injusto, pues todas las generaciones del franquismo no fueron desdichadas ni muchos hijos abusan de los abuelos. “Todas las generalizaciones son peligrosas, incluida ésta”.

Y en ETB El Conquistador, que tanto gusta al espectador vasco, repite con su temporada 21 aún con su rechazo por ese punto de telerrealidad que frivoliza un concurso de pruebas extremas; pero nada hay más arriesgado que la convivencia. El regreso de Julian Iantzi es discutible tras su imperdonable fuga madrileña. Es lo que hay, la aburrida cadena de lo mismo.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Disperso Risto

La irrupción de Risto Mejide en la tele, en 2006, fue impactante. ¡Qué más quería Telecinco que un nuevo ruido y otra teatralidad! Causó mucho daño a jóvenes aspirantes a músicos y fijó su imagen (agresiva) y doctrina (yo primero). Risto es publicitario y escritor, es decir, narcisista e introvertido. Su evolución le llevó a suavizar sus formas, pero sin renunciar a presentador implacable, incluyendo el antifaz de gafas oscuras, la antitelevisión. A veces mesiánico y otras innovador.

Todos los formatos le han valido para continuar en las pantallas y de casi todos ha salido con poca audiencia y apenas nada que no fuera la polémica, equivalente en publicidad al ideal del impacto. Mediaset le tiene aparcado en Cuatro, su segundo canal, y solo llega a Telecinco con Got Talent, donde hace de malo, pero menos desabrido. Le ha ido fatal en seguimiento con Demos, debate popular en directo, que soñó con ser una alternativa audiovisual a la crispación política y mediática madrileña y su fiereza insoportable. No se puede cambiar España ni hacer pedagogía democrática si los líderes reales, los que mandan, se descuartizan entre sí. Ha cumplido seis años en Todo es mentira, de lunes a viernes y a la hora de la siesta. Es meritorio, pero la aportación televisiva es baja con un churro de humor y análisis al que acuden dinosaurios de la política, ex presidentes de autonomías, como Esperanza Aguirre y Susana Díaz, y exministros. ¡Y no les da vergüenza! 

Mediaset le mima y exprime. Herido por amor y sujeto con honor a terapia, vuelve a lo que mejor sabe hacer, dialogar en clima de confianza. Llega la temporada 11 de Viajando con Chester, de la que ahora es productor, una delicia para minorías dependiente de la consistencia de sus entrevistados. Quédate ahí, sin dispersarte.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ