No sé qué pensaría Gustave Flaubert, célebre observador del alma humana (y asqueroso pederasta), sobre cómo los hombres y las mujeres de hoy establecen relaciones afectivas y sus diversos modos de entender el amor. La televisión y las redes sociales han destrozado lo poco de romántico que quedaba sobre el planeta. ¿Tanto le cuesta a la gente desearse sin miedo? ¿Cuál es el peso de sus complejos físicos y morales? ¿Conocen la diferencia entre necesidades y placeres?
Sí, hace falta una educación sentimental, tanto más importante que la formación intelectual. El programa de citas First Dates, con más de un millón de espectadores diarios en Cuatro, es la corrupción de la intimidad, ese universo sagrado donde debería ocurrir que dos personas se transformen en una. Es pornografía emocional.
La soledad y el vacío sexual pueden llegar a ser tan sombríos como para dejarse televisar el corazón en una cita y revelar los más íntimos secretos. Entiendo que haya individuos desesperados, pero solo desde la patología puede explicarse que renuncien a su dignidad en público. No hay una ley para proteger al amor de sus asaltantes, y debería haberla. ¿Y por qué tanta gente se hace espectadora de esta degradación? Es el regreso a la mirada por el ojo de la cerradura, pero ya no es solo el adolescente curioso, son innumerables mirones onanistas.
Por si First Dates fuera poco para destruir la condición humana, Telecinco tiene un nuevo subproducto, Para toda la vida, en el que Sheila debe elegir a su amor entre 20 chicos y ninguna chica. ¿No es como ponerla a subasta en el mercado de las esclavas sexuales? Ha fracasado porque no existe educación sentimental. Ahora, como hace siglos, hay jóvenes Frédéric enamorados de mujeres casadas como la señora Arnoux y de alguna manera honesta deberán aprender el camino, de éxtasis y amargura.
JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ