A medida de Balenciaga

Balenciaga, hijo de Getaria, le dio la vuelta al mundo de la elegancia cuatro siglos después de que Elkano, también getaiarra, diera la primera vuelta al mundo por mar. Ahora Disney+ emite la serie Cristóbal Balenciaga, dirigida por Arregi, Garaño y Goenaga, autores de grandes películas como HandiaLoreak y La trinchera infinita. Nadie mejor que ellos podrían traducir la reserva emocional de los vascos y que en el caso del modisto era particularmente intensa. La historia recorre los 30 años que van desde su salida de Euskadi hacia París por la guerra hasta el cierre de sus casas de moda en el convulso 68 francés.

El relato se nutre de los ensayos La forja del maestro, de Miren Arzalluz, y El enigma Balenciaga, de María Fernández-Miranda. Nos cuentan que su madre, costurera, le dio la vida y el oficio y que su secreto era la técnica. Y nos revelan su patológica aversión a la prensa (apenas dio entrevistas y no hay registro de su voz) y su amor por Wladzio, su sombrerero polaco. La escena de Cristóbal ante el cadáver de su amante es su perfecto retrato. Vasco, muy vasco era todo en el diseñador, hasta los colores del mar y la montaña que iluminaron su infancia. La interpretación de Alberto San Juan alcanza lo sublime, como la banda sonora de Alberto Iglesias.

Sí, creó arte textil para la aristocracia, porque la alta costura no era, ni es, democrática. ¿O es que Picasso, Miguel Ángel o Botticelli pintaron y esculpieron para los pobres? “Soy apolítico”, dice para explicar su trato con clientas franquistas y nazis en el París ocupado. Pronto Apple TV nos servirá la serie New look, con Juliette Binoche como Coco Chanel y Nuno Lopes encarnando a Balenciaga, mientras TVE vuelve con su desastrado concurso Maestros de la costura, la fealdad contra la belleza.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Información es democracia

Claro que importa el tamaño, los goles, los beneficios y las audiencias, importa la cantidad, lo mucho. Y también el hacerlo bonito, lo mejor, la calidad y la reputación; pero menos. Díganselo a Trump, de regreso a la Casa Blanca con todas sus fechorías y la ignominia del Capitolio. En la tele es lo mismo. Antena 3 supera a los demás canales en seguimiento informativo a pesar de su atroz sectarismo. ¿Le importaba a Sálvame su mala fama en tanto lideraba las preferencias de la gente? Por las mismas, a Atresmedia se la trae al pairo la indecencia de sus telediarios. Sí, eso se terminará un día. Y puede que estemos entrando en fase de cambio, dice mi corazón optimista.

Telecinco ha reaccionado con una renovación completa de sus noticiarios, cuyo símbolo es Carlos Franganillo, oriundo de TVE, con su primera señal de honestidad profesional. Más allá de la nueva estética que alumbra sus telediarios -azul luminoso, rótulos en itálica y gran plató- hace falta que la gente perciba la alta categoría democrática y el equilibrio de la información. Tras la primera semana Antena 3 mantiene su primacía, pero menos. El vuelco llevará tiempo, no menos de un año de paciencia y honestidad. Habrá un día en que Vicente Vallés se tragará sus palabras de predicador: “Soy un firme seguidor de lo que en el periodismo anglosajón llaman análisis de noticias”. En toda tierra de garbanzos eso es información pervertida de opinión.

Por fortuna, esto no va solo de cadenas estatales, porque en el ámbito de las noticias las mayorías sociales optan por la proximidad, de lo que se deduce el liderazgo informativo de los canales autonómicos de Euskadi, Catalunya y otras comunidades. Bien saben vascos y catalanes cómo se protege a todo un país, incluso heroicamente, con sus propios medios.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Un magnicidio y un tiranicidio

Entre John F. Kennedy, un demócrata brillante, y Carrero Blanco, un brutal fascista, hay mil diferencias y una cosa en común: ambos fueron asesinados y, 60 y 50 años después, respectivamente, sobre ellos se ciernen un misterio de conspiraciones y autorías inciertas. Fueron crímenes perfectos con muchos culpables y de los que podría decirse que “entre todos la mataron y ella sola se murió”.

En el aniversario, Disney+ y National Geographic han producido el documental JFK: un día en América, con testimonios inéditos. Los supervivientes de Dallas son ya pocos, muy viejos y de exigua memoria, pero con mucho corazón. Nadie cree que Oswald, un imbécil, mal soldado y peor tirador, pudiera matar de forma tan precisa. ¿Los cubanos, los rusos, la CIA, el Pentágono, la mafia? Otro reportaje reciente, distribuido por Paramount, JFK: What the Doctors Saw, mira las cosas desde el prisma de los médicos del Hospital Parkland. Ni siquiera pudieron hacer la autopsia porque los servicios secretos confiscaron el cadáver y lo llevaron a Washington. Y así es como la gente se vuelve paranoica.

En España, adicta al autoengaño, lo normal es que la crónica rancia del atentado de Carrero sea un fraude. Matar al presidente, emitida por Movistar+ y dirigida por Eulogio Romero, se basa en el prejuicio de que ETA no pudo cometer un acto tan perfecto y audaz, como si eso la legitimara. Y de ahí su conjetura demencial de que tuvo el apoyo de la CIA. ¿Y por eso Kissinger viajó a Madrid la víspera, para supervisar la operación y entrevistarse con el inminente difunto? La periodista ultra Pilar Urbano afirma que agentes americanos entraron en el túnel para añadir un artefacto. Y para mayor diarrea aparece el fantasmón Mikel Lejarza, el loboLa única certeza es que lo de Kennedy fue un magnicidio y lo de Carrero, un tiranicidio. 

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Entre ovnis y fantasmas

Pobre Iker. Hasta ahora le habían hecho imitaciones y chanzas en Vaya Semanita, también José Mota, Carlos Latre y Raúl Pérez en Late motiv. De estas parodias se jactaba el vitoriano, ufano de su fama; pero no contaba con que toda una serie, protagonizada por Berto Romero y Andreu Buenafuente, se fuera a cebar con él y de qué manera. La ficción, en seis capítulos, es El otro lado, y está disponible en Movistar+, con la historia de un delirante episodio de poltergeist, siempre a las 11, en un piso del extrarradio de Barcelona con varias muertes extrañas. Ni humor ni terror, o un poco de las dos cosas, que no se entenderían sin las burlas directas a los hechiceros de la tribu que han hecho de ovnis y fantasmas una industria con miles de crédulos.

Berto encarna a Nacho Nieto, un youtuber solitario de la parapsicología con pocos suscriptores, romántico y honesto, cuyo contrario es Gorka Romero, trasunto de Iker Jiménez, de chaqueta y camisa oscuras y conductor de un programa de tanto éxito como escaso rigor sobre enigmas y mitos. Habían empezado juntos en TVE, pero les separaron la verdad y la mentira. Ambos son discípulos del Doctor Estrada, réplica de Jiménez del Oso y cuyo espíritu se hace visible en Andreu. Hay un pequeño papel para otro pillo, del que se encarga Ramón Barea junto a personajes que recuerdan a Juan José Benítez y Javier Sierra; pero nadie se dará por aludido, por si acaso. Lo desquiciado del relato es que Buenafuente hace de Buenafuente, como Berto hace de Berto, porque sus artes como actores y cómicos son inseparables.

Iker Jiménez sale descalabrado de la sátira, lo que seguramente no mermará la audiencia de 800.000 espectadores dominicales de Cuarto Milenio. Y ya lleva años. ¡Ay!, Iker, lo más difícil de explicar es la cruda realidad.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Salvar los telediarios

¿En qué momento Telecinco perdió la partida? Cuando la mugre y el hedor de la telebasura eran tan fuertes que toda la cadena quedó contaminada, también sus telediarios. A Paolo Vasile y sus accionistas le importaban un pimiento la calidad, solo la cantidad, hasta que naufragaron. Dimitido el pretencioso Borja Prado, los nuevos gestores de Mediaset, con el CEO Alessandro Salem, tienen el propósito de recuperar la autoestima, empezando por lo importante y más urgente, los espacios informativos. Han fichado como director de las noticias a Francisco Moreno, procedente de la autonómica de Canarias, RTVC. De este periodista no olvidamos su formidable gestión de la tragedia volcánica de la isla de La Palma, en 2021, y su maestría en cómo debe abordar una televisión pública el drama humano y social con oficio, responsabilidad y contención emocional.

Su llegada coincide con la marcha por jubilación de Pedro Piqueras, presentador del principal noticiario. ¡Qué extraordinaria manera de despedirse tras toda una vida como comunicador! Sobrio, convincente y agradecido. Nadie como él ha sentido dolor por la inmundicia contagiosa de Sálvame. Su mesura y decencia eran el contrapunto de Vicente Vallés, sectario y cínico, sin alma ni cercanía, rendido al PP y títere de Marhuenda, pero líder en audiencia. Sobre los hombros de Carlos Franganillo, oriundo de TVE, recae ahora el proyecto de equilibrar con sentido común la toxicidad de Antena 3 y aportar respeto y convivencia.

Al cainismo español nada más puede pararlo una información de contrapesos entre conservadores y renovadores. O la democracia entrará en pánico. Telecinco y TVE tienen la palabra y, por descontado, los canales autonómicos como nuestra ETB. Hay mucho que hacer y deshacer, y ya es 2024, ¡horror, bisiesto!

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ