ETB y la autoestima de Euskadi

Bien podría el lehendakari Pradales impulsar su primera legislatura con una fuerte campaña de autoestima de país para que la realidad social de Euskadi, basada en los mejores datos objetivos, no difiera de la percepción de la gente. Lo falso se derrumba con un buen empujón de racionalidad. Según el índice DEC 2023, los servicios de protección social de la CAV han sido los únicos en obtener la calificación de Alto, seguido por Nafarroa. Si añadimos la baja tasa de desempleo, el PIB per cápita y la actividad económica e industrial, tenemos un cuadro de situación que no se compadece con el catastrofismo que mercadean ELA y EH Bildu. Su activismo populista y virulento, replicado con nuestra parsimonia contemplativa, han adulterado el relato.

El lema del lehendakari Urkullu era “Euskadi, bien común/Euskadi, auzolana”, hacia el compromiso social y la implicación colectiva. Ahora, con la mejora cualitativa de áreas sensibles y la narrativa, hay que neutralizar el descontento (y a sus falsarios) para que no se convierta en un mal crónico, esquizofrénico. Creo que no se valora a EiTB su aporte democrático de equilibrar, día a día, con su liderazgo informativo la tutela y el control pretendidos por Vocento y Atresmedia. ¿Qué serían de la libertad y la identidad de Euskadi sin el contrapeso informativo de la radiotelevisión vasca?

¿Quién nos regalaría el espectáculo único de las traineras, los partidos de pelota, quién nos ofrecería una plataforma streaming como Primeran, quién daría a nuestros niños y jóvenes la maravilla de Makusi, quién podría hacer más por el euskera y la cultura vasca, quién nos serviría la fuerza de El Conquistador y un entretenimiento sano? ETB es espejo y reflejo, para vernos y que nos vean, autoestima y cohesión de país. Pues así en todo.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Crimen sobre Ortuella

Con insólita unanimidad y “de manera respetuosa y enfática”, los grupos políticos de Ortuella han requerido a Netflix que “no se realice ninguna película o producción audiovisual que trate sobre el drama que nuestro pueblo vivió en el pasado”. La localidad minera perdió de golpe, en 1980, a cincuenta de sus niños y a tres adultos por una explosión de gas en el colegio Marcelino Ugalde. Más de cuarenta años después su recuerdo y sus heridas incurables merecen cierta delicadeza. Sea compasiva o no con Ortuella la plataforma de streaming, el mal ya está hecho.

El Niño, la novela de la que podría surgir la serie televisiva, es un fangal oportunista. Y no crean que sus 272 páginas profundizan en el dolor del pueblo y las familias afectadas. Nada de eso, Fernando Aramburu nos presenta un culebrón sórdido acerca del verdadero padre del crío de 8 años, una de las víctimas de la tragedia. En suma, estamos ante un folletín sexual reiteradamente utilizado por la peor literatura de masas y no muy diferente a lo escrito por Sonsoles Ónega en Las hijas de la criada, el mayor atentado literario desde 50 sombras de Grey, libros tan vendidos como embaucadores.

El sufrimiento de Nicasio, el abuelo que visita cada jueves la tumba de Nuco, y el desgarro de los padres serían de igual entidad si el niño hubiera muerto de cualquier otra forma accidental y si en vez de Ortuella hubiera acontecido en un condado de Carolina del Norte. El propósito es revolver suciamente la vida íntima de una pareja con la excusa de la pérdida de su hijo. Lo demás es pirotecnia de marketing editorial. En Euskadi tenemos la ventaja de conocer el percal con el precedente de aquella historia mediocre y simplista que fue Patria, tomada después como relato conveniente por el Estado. Aramburu ha confesado no haber estado nunca en Ortuella. ¿Y por qué iba a visitarlo si todo lo escrito era ajeno al pueblo?

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Tregua en San Fermín

Las fiestas son pura contradicción. Según donde se celebren, por ejemplo, en Iruñea, muchos antitaurinos dejan de serlo milagrosamente al llegar los Sanfermines y hasta corren los encierros; mientras que, digamos en Bilbao, esa misma gente vocifera contra el cruel festejo. En este cinismo los dirigentes de la izquierda abertzale (y el alcalde Asiron) son campeones: lo que vale en un territorio, no vale en otro. Para este viejo antitaurino, que publicó su primer artículo contra la tauromaquia en 1979, las fiestas de nuestros pueblos y ciudades son un horror, pero las acepto con entereza democrática confiando en que pasen rápido. O salgo pitando.

Televisan las fiestas porque a la gente le gusta que se vea lo bien que lo pasan, aunque sea aparente como todo retrato costumbrista. TVE, que tiene contrato eterno con San Fermín, ha hecho madrugar a 1,4 millones de curiosos de media en los ocho encierros y difundido sus icónicas imágenes a multitudes de todo el mundo. De nuevo Julian Iantzi y Ana Prada han tocado la tradicional sinfonía navarra en tres movimientos: primero, allegro, pre-encierro y cántico al santo; segundo, presto, la carrera; y el tercero, adagio, el parte de heridos. ETB1, con Iban Garate y sin margen de maniobra, los ha transmitido en euskera con su propio estilo y solvencia.

Las corridas no se emiten en la cadena estatal por decencia, a lo que se oponen PP y Vox, la España “devota de Frascuelo y de María”. La televisión autonómica de Aragón sí lo hará diez años después de haberlas cancelado. No por casualidad, allí mismo, en Teruel se ha celebrado -con permiso de la autoridad- un festejo del bombero torero; sí, ese atroz esperpento que creíamos caducado en el que la chusma se ríe a costa de personas con enanismo. Estas cornadas nos matan.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Verdad contra mentira

¡En el rincón de la izquierda, con traje oscuro, Joe Biden, de Pensilvania, 70 kilos, actual campeón; y en el rincón de la derecha, traje azul, Donald Trump, de Nueva York, 130 kilos, el aspirante! Esta podría haber sido la presentación del debate presidencial en el ring de la CNN, un combate de boxeo entre dos púgiles de parecida edad. Fue la serenidad contra la furia. Y más que nada, la verdad contra la mentira, aunque la verdad se mostrara tan frágil que muchos le pidan que tire la toalla. La arcaica tradición de los debates televisados entre los candidatos a la Casa Blanca lleva las cosas al extremo del espectáculo, donde quien derriba al adversario -¡a palabrazos!- tiene el favor popular.

Es una falsa dialéctica. No es superior quien más habilidad verbal posee, el más diestro en retórica o el de mayor agudeza argumental. Los mejores dirigentes suelen ser parcos y de nula propaganda. Pero la crisis de la democracia, asociada a la degradación mediática, encumbra a los charlatanes. No me cansaré de decir que los debates, entendidos como show, están sobrevalorados. Un político debe saber explicarse y procurar persuadir, pero más convencer por su ética. Como evento democrático el debate es puro tongo. En Francia presumen de debates cultos en sus canales. ¿Y de qué sirve a los franceses su exquisitez versallesca si llega la ultraderecha y liquida sus valores republicanos?

La ventaja de Donald es su larga experiencia en los platós de la NBC como presentador de The Apprentice, en el que ejecutivos competían por dirigir una empresa de su emporio heredado. Allí desarrolló su perfil histriónico, descarado y populista. Pero contra la opinión general, el 4 de noviembre el venerable demócrata tumbará al delincuente Trump por KO en el duelo crucial de este siglo.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

La historia y la Historia

¿A quién pertenece la historia? A todos y a nadie. Es de dominio público. Y aunque los hechos narrados -casi siempre- nos llegan sesgados por falsedades, tenemos derecho a poner imágenes y palabras a las cosas que ocurrieron, sea en formato de libro, relato o documental. Digo esto porque Patricia Ramírez, madre de Gabriel Cruz, el niño asesinado en Almería en 2018, había pedido que no se hiciera una docuserie en la que iba a participar la autora del crimen, Ana Julia Quezada. Y esgrimía la revictimización como argumento preventivo. Si no había comenzado la producción ni se conocía el guion, ¿por qué se solicitaba censura anticipada? Es censura emocional.

Si la súplica de Patricia fuese aceptable, también los Kennedy tendrían derecho a vetar las crónicas sobre John y Robert, abatidos a tiros. ¿Y cuántas hemos visto? Lo mismo que de Luther King. Incluso de los Borbones con sus decapitados. No, señora, usted es dueña de un sufrimiento brutal que le acompañará de por vida; pero no es propietaria de la narrativa. La muerte de Gabriel nos atañe como sociedad humana. ¿Por qué no contarlo aún a riesgo de defectos? Le quedaría el recurso de los tribunales si incurriera en objetiva humillación.

Diego Yllanes, que mató a Nagore Laffage en los Sanfermines de 2008, requirió a Google que su fechoría fuese censurada en internet implorando “su derecho al olvido”, lo que ha rechazado la justicia. También víctimas de ETA exigieron al Festival de Cine de Donostia censurar la entrevista de Évole a Josu Ternera, antiguo jefe terrorista. Y ocurrió que el documental dejó en evidencia al monstruo con toda su putrefacción moral y política. Ahí está, señora, la verdad (aún dolorosa) consuela y sana las heridas, mientras que la censura crea miedo a la Historia. Es liberticida.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ