Mazón, la desgracia de Valencia

Cuanto más cercana es una cadena de televisión, más confiable es para la sociedad cultural a la que sirve. Esta es la fuerza de los canales autonómicos y bien que lo sabemos aquí con ETB, a la vez afirmación y autodefensa. Solo hay que esperar un suceso crítico para constatar la eficacia social de un medio audiovisual propio. Ocurrió con la erupción del volcán en la isla de la Palma, donde el canal público RTVC se volcó con los canarios mañana, tarde y noche, haciendo exactamente lo que debían, servicio público e información rigurosa, en contraste con los corresponsales del oportunismo, llegados de Madrid para hacerse selfies sobre fondo de lava destructora y olvidarse después.

Ahora, con la catástrofe de Valencia, se repite la historia. Desde el primer instante la cadena autonómica À Punt se ha dejado el alma para ser los ojos, las lágrimas y el corazón de la Comunidad bajo la dirección de Alfred Costa, un profesional honesto. Y mientras sus pueblos perdían casi todo -vidas, hogares y trabajos- el presidente valenciano, un político disfuncional llamado Carlos Mazón, del PP, se daba la grande bouffe con la periodista Maribel Vilaplana en un restaurante para ofrecerle la dirección del canal público. Ante semejante desprecio, Costa ha presentado su dimisión y deja a Mazón con su indigestión de lodo.

La tele valenciana tiene su épica. Antes llamada Canal Nou, fue cerrada por un gobierno del PP en 2013 y hubo que esperar a 2018, con la Generalitat presidida por Ximo Puig, a que reabriera bajo la marca À Punt. En el momento en que más se necesitaba el reconocimiento a su titánica tarea informativa y emocional, el indigno Mazón vomitó sobre sus profesionales. Este hecho repugnante, quizás lo peor en la gestión de la dana, quedará en la memoria de la infamia.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Tengo mil anuncios para usted

Las personas que odian la publicidad -más por la cantidad de anuncios que por su calidad- no soportan la Navidad y su rechazo aumenta con la saturación comercial en redes sociales. A la vieja tristeza navideña motivada por la impostada e imperativa felicidad de lucecitas y regalos, se añade el sufrimiento del coñazo pascual y sus almibaradas cantinelas. Ni escondidos en un iglú de Groenlandia nos salvaríamos de su agobio. Pero como la publicidad crea economía al enlazar oferta y demanda, hay que convivir con ella. La campaña de la Lotería es un hito sociológico y, aunque se vende sola por el peso de la tradición, el organismo público la convierte en una operación de objetivos morales, presentándola como síntesis de la bondad humana y creadora de mágicos nexos de solidaridad. En el fondo, late un sentimiento de culpa por ser juego adictivo y puro afán material.

Este año se han pasado de frenada. El protagonista, Julián, es un viejo solitario de un pequeño pueblo gallego que declara ante las cámaras de televisión no tener con quién compartir su décimo, lo que desata una vorágine viral de amor fraterno. ¡Oh!, gente maravillosa, todos se ofrecen a apostar por él y paliar su soledad. Valiente chorrada para un país mezquino, una boba historia que hace trampa emocional al sueño de la utopía.

Los fatigados por la publi se deprimirán estos días con el black friday y enseguida llegará El Corte Inglés, que lo suele bordar. Suchard se ha ido muy lejos, hasta Marte. Campofrío confía en sorprender de nuevo y quizás Coca-Cola nos depare un gran spot, mientras ING, genial con su campaña “Mi vecino Jose”, buscará su sitio en el belén publicitario tras dar una patada en el culo al bulócrata Iker Jiménez. Nuestro Olentzero, previsible y discreto, no necesita tanto ruido.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

El nuevo black basque power

El movimiento black power alcanzó su esplendor en las Olimpiadas de México, en 1968, cuando los atletas Tommie Smith y John Carlos, subidos en el podio, levantaron el puño envuelto en guante negro al sonar el himno estadounidense. Fueron vilmente represaliados, pero su gesto fue una victoria moral contra el supremacismo blanco. La lucha continúa y su espíritu enlaza con el documental Los Williams, dirigido por el navarro Raúl de la Fuente, con Iñaki y Nico como protagonistas. Es la epopeya de unos padres que cruzaron África padeciendo mil adversidades hasta llegar a Euskadi. Y es una historia de meritocracia, pues el esfuerzo de ambos futbolistas del Athletic, que han sufrido actos racistas en estadios, va de la nada al triunfo. Y hoy son tendencia mundial.

Este el black basque power con el que se identifican miles de jóvenes emigrantes y simboliza la evolución de nuestro país. Es pura realidad. Su emisión en salas de cine coincide con el éxito en TVE de la serie Detective Touré, nueve meses después de su paso por la plataforma Primeran, de ETB. Es pura ficción, nacida de los libros de Jon Arretxe sobre las grotescas andanzas, entre lo cómico y el drama, de un migrante guineano en el barrio bilbaíno de San Francisco, exageradas en sus certezas, como el racismo, y falsedades, como que el Ayuntamiento no les recoge la basura o que subvenciona contratar a negros para un coro. Resulta chusco que se tome a la Casa de Misericordia como fachada y escudo de un lujoso hotel picadero.

Más allá de tópicos y burdos tiroteos, sus seis episodios muestran las oportunidades y las dificultades de la emigración para insertarse en nuestra sociedad. Es lo que constituye el black basque power, que no imaginamos hace unas décadas y que todavía a muchos les produce vértigo.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Huelen la sangre

En la selva de la tele, junto a la bendita información, hay también especies carroñeras. Las hemos visto revoloteando sobre el barro trágico de Valencia, al igual que hace años en Euskadi. Destaca entre los necrófagos Pablo Motos, líder destronado con El Hormiguero y su popurrí de entrevistas a famosos que promocionan novedades. En algún momento se olvidó del buen rollo que añadía contenido y, desquiciado por su narcisismo, hizo suya la misión de trumpear y polarizar el país bajo el patrocinio de Atresmedia. Conduce junto a Vicente Vallés y Matías Prats una bandada insaciable de carroña. 

Lo de Iker Jiménez es de traca. No conforme con los ovnis y otros fantásticos embustes, el gasteiztarra ha absorbido el rencor al emigrante, el negacionismo climático, los bulos y el carroñerismo en pandemias y catástrofes. Todo ingrediente hostil cabe en su potaje. Sus colaboradores de ultraderecha hacen el trabajo sucio y él les jalea como voceros de la rabia. Entre Cuarto Milenio y Horizonte, ambos en Cuatro, vemos a Iker trazando su caricatura personal al gusto de las letrinas. ¿Qué necesidad tenía de cambiar los fantasmas por un activismo buitrero? ¡Ah, pero el FesTVal 2024 de Gasteiz premió a Jiménez y Motos!

A Sonsoles Ónega le ha sentado mal ganar el Planeta con una novela rancia, porque desde entonces se conduce con impertinencia, como si presintiera que su luz se apaga con la frivolidad de Y ahora Sonsoles, de temas rosas y riñas vecinales. ¿Dónde quedó su sobriedad de reportera? De este deterioro se deriva su semejanza con Ana Rosa Quintana, otra voraz carroñera. ¡Con lo útil que hubiera sido para todos en la catástrofe una cierta contención emocional en vez de tanta ira saqueando la esperanza! Y que la solidaridad no constituyese una exhibición banderiza.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Estados Unidos y el mal menor

El mundo se juega la vida mañana. No es una exageración ni un simple derby americano. Estamos ante un instante oscuro y dramático para todos. Es el horror o la esperanza, la democracia o el infierno. Cuando el país más poderoso, que determina el devenir de los demás, se encuentra ante el abismo no podemos más que contener la respiración, situarnos ante el televisor y asistir al desenlace. Este martes seremos, como nunca, espectadores. ¿Es usted capaz de dormir toda la noche, indiferente al recuento de los votos? Yo no, salvo que medie una sobredosis de melatonina. Es madrugada de café.

La información puede variar mucho según sea su proveedor de cable o satélite y la pantalla que escoja, porque el escrutinio será incierto durante horas. No se fíe de las cadenas ultras, como la Fox, donde Trump y la xenofobia tienen su asiento; así que opte por los informativos liberales (en el sentido americano del término) de la NBC, ABC o CBS. O déjese llevar por la progresista CNN. Me inclino por la británica BBC. ¿Y la televisión pública vasca? Será una jornada completa para el lucimiento de sus corresponsales. En español lo mejor es TVE y su Canal 24 h, con más medios y criterio que el cloaquero Ferreras en La Sexta.

A los amigos de lo inédito les advierto que ahora la cuestión no es si Estados Unidos tendrá o no por primera vez a una mujer al mando, lo que ya pudo ser con la descalabrada señora Clinton, en 2016. Por la misma razón que nadie en sus cabales democráticos quería a Marine Le Pen -tan mujer como Kamala Harris- presidenta de Francia, lo esencial en esta hora crítica es anteponer el equilibrio mundial al género frente a los delirios de la América de Trump. Esta es la sesión de noche de mañana: historia con final feliz o pesadilla de terror. ¡Ay, qué miedo!

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ