Democracia y corrupción

Lo he dicho mil veces y lo vuelvo a repetir: la Democracia, no está reñida con la corrupción. Casí, casi, podría decirse que se llevan muy bien. Esto es así, porque el concepto de Democracia no comporta en su definición desde la época de Solón cuando se la denominaba isonomia, hasta la de Schumpeter donde se la considera competencia, la idea de Santidad, ni de la institución en si, ni de los miembros que la integren, aun cuando pudiera parecerlo al hablarse del origen divino de las leyes o el poder sagrado del gobernante, pues apañadas estarían las religiones del mundo de haber transmitido los dioses a sus creaturas todos los dones de su incorruptibilidad, que a fin de cuentas, es lo que nos separa de ellos, uniéndonos en fraternal corrupción material con los demás seres vivos, aunque ciertamente para nosotros solos queda la corrupción espiritual de la que tratamos.

Cierto es que, la Democracia funciona mejor forjada por ciudadanos educados en la virtud. Pero ello podría decirse de cualquier otra realidad humana, como la de hacer pan, construir edificios o dirigir un banco, pues es del todo deseable que seamos virtuosos a viciosos para facilitarnos la convivencia; También hemos de admitir que la corrupción socava los cimientos de la Democracia, más ello ocurre a todo sistema humano de Gobierno. De hecho, la misma Democracia, pasó a la historia como una de las formas corruptas de los distintos sistemas políticos junto a la oligarquía y la tiranía, derivada de la Politeia concebida por Aristóteles como el recto Gobierno de la mayoría en la consecución del Bien Común, resultando muy, pero que muy ilustrativo que con esta referencia en la mano, la historia haya preferido denominar Democracia a lo que actualmente tenemos.

Un sencillo modo de comprender que Democracia y Corrupción no son excluyentes conceptualmente – en la práctica es evidente que son complementarios – consiste en plantearse la cuestión de ¿Qué es preferible para regentar nuestra nación Tiranos, déspotas y dictadores corruptos, o lo que tenemos actualmente, partidos, políticos y demócratas corruptos? ¡Esta es la cuestión! La contestación nos permitirá disociar por completo el concepto de Democracia del de corrupción, al no ser éste último factor determinante en nuestra elección. Evidentemente, de haber planteado el interrogante al modo habitual como se presenta la disyuntiva en el Tontodiario o los libros de texto escolares para que escojamos entre un Dictador corrupto o un demócrata virtuoso, salir de la confusión hubiera sido un poco más complicado. Empero lo que de verdad haría tambalearse toda nuestra confianza en tan bello concepto, no es esa tramposa opción entre la mejor de las tiranías y la peor de las democracias, cuanto la que se presenta con fuerza a la mente inteligente contraponiendo una Tiranía Virtuosa a una Democracia corrupta.

Es más…la corrupción puede organizarse de modos muy distintos: puede adoptar un esquema jerárquico como es preceptivo suceda en una dictadura, en el ejército o la propia Iglesia Católica donde la corrupción inunda todos los recovecos del régimen de arriba a abajo, puede presentarse de manera democrática a través de una legislación hecha a su medida por legisladores corruptos elegidos por un parlamento corrupto, votado a su vez por una población corrupta serpenteando la corrupción desde lo más bajo y abyecto de la sociedad hasta alcanzar las más altas instancias, e incluso sobrevivir en el más absoluto de los caos institucionales apareciendo por generación espontánea o en el estado salvaje anterior a cualquier institución, porque allí donde hay un Hombre, hay corrupción y esta como nuestra naturaleza humana, tiene gran capacidad de adaptación a cualquier ecosistema político-económico-cultural, incluidos el tecnócrata, la meritocracia y la Teocracia.

La masa como colectivo, participa de una sutil inteligencia indetectable para los espíritus lógicos que la hace mantener intuitivamente la actitud más sabia ante el Poder, cuál es, la de no enfrentarse a él en tanto en cuanto, ello le sea posible. La mayoría de la gente, no se ofende ni solivianta ante la corrupción generalizada, el despotismo de los gobernantes y funcionarios, la falta de libertad de movimiento, pensamiento, acción, reunión conciencia, la manipulación de los medios, el engaño continuo, el saqueo de los impuestos, etc, mientras gocen de paz en sus casas y barrios, seguridad en sus trabajos, tengan pan para comer, con que vestir y dónde vivir, importándoles un bledo si los mandatarios son comunistas, fascistas, anarquistas, socialistas o liberales y mucho menos, saber intelectualmente si viven en un régimen dictatorial o democrático, porque lo que la gente quiere de verdad, es que las cosas funcionen, sucediéndole a la inversa lo del Lazarillo de Tormes, o sea, que no le importa que los demás cojan de dos en dos o de tres en tres, mientras tengan algo que llevarse a la boca.

Es posible que no les convenzan mis palabras, pero para algo están las preguntas retóricas ¿Dónde preferirían ver crecer a sus hijos? ¿En una dictadura que les garantice la vivienda digna, el trabajo estable, poder comer todos los días, acceso a la salud y educación estatales o en una Democracia que sólo garantiza votar y lo anterior pasa a ser privilegio de cada vez menos personas? Quien de entre ustedes anteponga la libertad a la seguridad, es que todavía no sabe de qué va la vida, que para nada es democrática.

Por eso, es un error de apreciación, atribuir a la corrupción la capacidad de indignar a miles de personas, no hay tanta dignidad. La mayoría de los Indignados, lo están ahora, no por la corrupción general del país que más o menos es la de siempre y permanece estable desde tiempo inmemorial como lo demuestran las novelas de picaresca, sino porque las cosas no marchan bien y se ven afectados por el desempleo, los desahucios, los embargos, las multas, las prohibiciones, el aumento del gas, la electricidad, los impuestos…en otras palabras ¡La inseguridad!

Del anterior error se sigue exigir más democracia, como si la misma ejerciera un exorcismo purificador, cuando si me lo permiten, lo que habría de exigirse es más transparencia, mayor control del gasto, capacidad para ajusticiar a los corruptos que roban a la comunidad…Y es que la Democracia nunca fue un fin en si misma, sino un medio – seguramente el menos malo – para favorecer la seguridad auténtico soporte de la ilusión de libertad.

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