Mamar entre mamones

La Iglesia católica permite que las mujeres amamanten a sus hijos en misa.
La Iglesia católica permite que las mujeres amamanten a sus hijos en misa.

Carolina Bescansa, Diputada de Podemos, ha sido motivo de polémica mediática al presentarse con su hijo de seis meses en el hemiciclo y darle de mamar en su escaño durante la Sesión Constituyente de las Cortes del pasado Miércoles. Con este gesto fruto de la premeditación que no de la alevosía, la recien estrenada congresista buscaba, dicho con sus palabras “…llevar lo que hay en la calle a las instituciones y que esta Cámara se parezca más a nuestro país”, al objeto de escenificar la dificultad de las mujeres para compaginar la vida familiar con su vida laboral. Sin embargo, tanto dentro como fuera del Congreso ha sido objeto de múltiples reproches que conviene refutar uno por uno:
No pocos han sido los tertulistos, articulistos y demas gremio del pseudoperiodismo que le han acusado de sobreactuación al indicar que dicha institución dispone desde el 2006 de un servicio de guardería y que por consiguiente, era innecesario llevar al niño a tan importante acto político…Bueno, lo primero que hemos de apuntar al respecto, es suponer que usar el servicio de guardería será un derecho y no una obligación. En lo concerniente a la sobreactuación, merece la pena señalar que sólo aquellos que se hayan puesto las botas mirando como voayeurs, a lo López Vazquez, podrían caer en la cuenta de este extremo. Por lo demás, conviene saber que Bescansa ya había llevado al pequeño al Congreso al recoger su acta y el niño ha estado en múltiples actos de Podemos, por lo que cabe hablar de una conducta en su caso natural.

Muy lamentable ha sido la reacción de algunas politicastas, empezando por la muy caléndula pesoista de Carmen Chacón quien, desmemoriada de las injustas críticas recibidas por haberse presentado en Afganistan embarazada cuando era Ministra de Defensa, ha espetado “Francamente, no hacía falta. Me sabe mal porque hay muchas trabajadoras en este país que no pueden hacer esto.”. Ya lo dice el refrán: no pidas a quien pidió, ni sirvas a quien sirvio. Con su respuesta queda evidenciada la diferencia entre Podemos y el Pesoismo, a saber: mientras una servidora del pueblo como Bescansa intenta con su gesto extender los derechos de las mujeres, la representante de la Banca, Chacón, da por bueno que las mujeres no puedan dar de mamar a sus hijos en sus puestos de trabajo. Pero no fue la única en demostrar su bajeza moral; otras diputadas como la Pepulera Beatriz Escudero escribió en Twitter: “Asistimos a un espectáculo con utilización de un bebé. Se pasan al niño de mano en mano para foto. Impresentable”. Bueno es reconocer lo que en su dia denunciara Kundera cuando observara “Nada hay tan despreciable como la caricia de un político a un niño durante la campaña electoral” y mejor sería recordáselo a la vuestra Familia Real que usas a su prole como auténticos escudos humanos en posados veraniegos y en Navidad.
Por si fuera poco, la Federación de Mujeres Progresistas que seguramente esté muy subvencionada por los sucesivos gobiernos sociópatas se despachó con la siguiente reflexión: “Lanza un mensaje contraproducente, muy poco afortunado y que hace mucho daño”, cosa extraña, por cuanto hasta la mismísima Iglesia Católica, tildada constantemente por la Progresía rancia y laicólica, de ser baluarte del conservadurismo retrógrado, permite que las madres acudan con sus retoños a misa, que estos interrumpan la oración con sus llantos e incluso que les den el pecho durante la eucaristía, empezando por la Virgen María cuya presencia en distintas actitudes, incluida la de amamantar, preside los templos cristianos.
En mi opinión, la presencia de un bebé amamantado por su madre en el Congreso, es la mejor metáfora del momento político en que nos hallamos; un tiempo nuevo lleno de esperanza en el que gente nueva, con energía e ilusión, está dispuesta a dar lo mejor que lleva dentro para alimentar una sociedad más justa y virtuosa que la que en desgracia tenemos.
En cualquier caso, yo no veo motivo alguno para el escándalo que se ha formado en torno a este asunto, pues habiendo tanto mamón presupuestario como lo hay en en España de impuestos, dietas, comisiones, subvenciones, primas, opciones, sobresuledos, sobornos, y el largo etcétera de biberones institucionales conocidos, acaso no encuentro mejor sitio para dar de mamar a un niño que el Conreso de los Diputados, donde, si fuera por mi, alcanzada la paridad absoluta entre hombres y mujeres en su representación – contando al menos con un número impar de hermafroditas – los haría sentar machiembrados, es decir, alternados los escaños conforme al sexo, a fin de que todos pudieran practicar el mamoneo adulto con los de la irquierda, con los de la derecha, con los de centro, con los de arriba y con los de abajo, pues la mayoría de sus Señorias, muy probablemente no hayan superado la fase oral freudiana. Para alcanzar la fase anal es preciso ser sindicalista.

Dios las crea y ellas se juntan

En pleno Siglo XXI, el “Festival de Cine Gay y Lésbico de Barcelona” se ha visto obligado por decencia, a retirar de su programación la película estadounidense “Without Men” de Gabriela Tagliavini, con la que se tenía intención de inaugurar esta XI edición.
Tan enérgica decisión se ha debido a «la decisión del distribuidor de eliminar todas las escenas lésbicas en un nuevo montaje» según el Director del Festival Xavier Daniel, quien apostilló que “con esta decisión, el espectador no comprenderá el filme”.
La historia dirigida por Tagliavini, es la de un pueblo que se queda sin hombres cuando estos son enrolados a la fuerza en la guerrilla, momento en el que surgen nuevas dinámicas entre las mujeres, a destacar la interpretada por la atractiva Kate del Castillo que seduce a la no menos encantadora Eva Longoria, quien apenas ofrece resistencia hasta terminar ambas en la cama, escena final que por lo que a mi respecta, me parece estupenda.
Bueno…yo no sé muy bien qué es lo que hay que comprender de esta película. A mí me bastaría que me pusiera cachondo. De modo que, aunque juzgue del todo acertada la decisión que ha tomado el Festival de retirar una obra censurada, el motivo aducido me resulta también fruto de la peor de las censuras, a saber: la censura propia, dado que lo suyo hubiera sido declarar que “ se retira la película porque sin las escenas lésbicas la trama es un tostón”.
Puestos a entender, yo entiendo que hay dos clases de lesbianismo: uno bueno, el que empareja a dos chicas feas y otro malo, el que une a dos chicas guapas que generalmente es del que más me percato y por consiguiente, el que más me hace sufrir. Sea entonces, que esta película es nociva para la salud pública, por el mal ejemplo que ofrece a nuestras bellas jóvenes, como ocurriera con aquella propaganda de los chocolates “Valor” que proponía a las colegialas probar “el placer adulto”. En cualquier caso, como quiera que para un hombre sano en plenas facultades, no hubiere placer más exquisito que ver acariciarse a dos doncellas en su lozanía, por ver duplicada en su fantasía los efluvios de contemplarse como coprotagonista por partida doble sin descanso, ni alternancia que valga, de una misma función que oferta el 2×1, pase por esta vez que en la ficción pueda reflejarse dicha tendencia aprendida o natural en su vertiente negativa como tributo al disfrute onanista, de igual manera que a una guerra poco importa que vayan los pobres desarrapados que con sus vidas pagan el lujo de pertenecer a su patria, siempre y cuando, Hollywood nos presente en primera línea de batalla delicados rostros conocidos de buena familia para hacernos más llevadera y reconfortante su muerte.
Ahora bien, sea positivo o negativo el lesbianismo practicado por las mujeres, el mero hecho de censurarlo en la pantalla y que ello no sea objeto de reproche por nuestras leyes, como así ocurre con hacer apología del terrorismo, dice poco bueno de nuestra sociedad real, pues si hasta en la ficción nos andamos con estas estupideces, qué no les sucederá a las lesbianas en la vida cotidiana. Al margen de las ocurrencias a las que nunca renuncio por incontinencia verbal, paso a solidarizarme con todas las personas homosexuales que de continuo han de padecer nuestra estrechez mental, cuando no nuestra hipocresía. Todos, quién más quién menos, es bisexual. La homofobia bien entendida, no es otra cosa que el miedo que muchos tienen a reconocer sus más oscuras tendencias reprimidas. Sentir atracción sexual exclusivamente hacia la mitad del género humano es una frustración constante, porque tan nocivo es ser sólo heterosexual como ser únicamente homosexual; No digamos el egoísmo y simplicidad que trasluce juzgarse sólo capaces de amar sexualmente a una única persona y para toda la vida. Ya lo dijo nuestro Señor Jesucristo Jn (15: 9-17) “Amaros los unos a los otros, como yo os he amado” Y donde pone los unos a los otros, también podemos entender las unas a las otras, los unos a las otras, las otras a los unos, etc que Dios además de bueno, es omnipotente y de lo más generoso, pues obsérvese que no dice “el uno al otro” de modo restrictivo.
Cuanto mejor no le iría al mundo de la política española, si en vez de guardar las formas, nuestras mandatarias siguieran al pie de la letra este nuevo Mandamiento Cristiano que supera con creces a los de Moisés. Ya me imagino a Leire Pejín dando placer a Cospedal, quien a su vez hace lo propio con Trinidad Jiménez, la cual no pierde ocasión de demostrar sus habilidades con Sáez de Santamaría que muerta de gusto comparte su dicha con Carme Chacón…así sucesivamente en una deliciosa y lubricante cadena de favores para la que ni el mismísimo Durán i Lleida quisiera que hubiera cura.

La esclavitud femenina

http://www.youtube.com/watch?v=5d6bDfn1OaU

Suele, por éstas fechas, según se acerca y se aleja el ocho de Marzo, el imperante machismo, advertirnos por distintos procedimientos mafiosos subliminales de que, somos más mujeres que nunca y que además de continuar siéndolo, hemos de exclamar que nos gusta.
El primero de éstos sutiles métodos de persuasión, procura hacernos presente los tiempos de Aristóteles, en los que el estagirita, nos tenía por poco más que la incubadora de la simiente masculina, con el insano propósito, como digo, de que su mera evocación cale hondo en nuestro amedrentado entendimiento e inserte, la del todo inadecuada y falaz comparación confusa, de aquella y ésta época, para que así, con su recuerdo, aparezca en nosotras el cómodo conformismo que disuelva y disipe nuestras histéricas, sofocadas y recurrentes reivindicaciones al objeto de que contemplemos complacientes, nuestra actual condición, como el producto último y más desarrollado de nuestras aspiraciones a la igualdad con el varón.
Tampoco por verdadera, resulta menos sibilina la segunda de éstas tretas, consistente en un sistemático bombardeo mediático en el que se nos muestra la penosa y flagrante situación que padecemos las mujeres en el resto del mundo, porque como les sucede a los obreros cuando les hablan de las condiciones laborales de los coreanos y filipinos, lejos de despertar en nosotras el valor ardiente y necesario que solidario en actitud altruista nos empuje juntas en socorro y auxilio de su emancipación… nos acoquina -por no decir acojona- de tal manera que prestas y dispuestas nos hallamos para aceptar por bueno cuanto aquí nos suceda, sin ver en ello agravio alguno.
Y en tercer y último lugar, tenemos al más ruin y mezquino de estos procedimientos que con la excusa de nuestra noble causa, encuentran la vía abierta para, de modo encubierto pero eficaz, continuar perpetuando lo que hasta hace bien poco se impartía en la escuela, se legislaba en las cortes, se santificaba en la Iglesia, y te daban de mamar en casa: el debido y natural sometimiento de la mujer en todos los órdenes de la vida, sea en la esfera privada, sea en la pública. Me estoy refiriendo a la embriagadora imagen que alude al fenómeno occidental de las últimas décadas, bajo el eufemismo de la emancipación femenina.
Porque para nuestra desgracia, el machismo no es sólo cosa de hombres –como tampoco el feminismo debería serlo sólo de mujeres- nosotras también hemos contribuido de manera decidida entusiasta e inconsciente a la difusión y extensión de tan magno bulo como lo es la infeliz expresión “la liberación de la mujer”, pues convencida estoy de que a nada que una investigue y reflexione con seriedad y sin demagogia sobre lo que verdaderamente se ha logrado y el modo en cómo se ha conseguido, más pronto que tarde habrá de asentir con resignación que aún hoy seguiría vigente y con pleno sentido, el escrito que en defensa nuestra publicara a mediados del XIX, el ilustre John Stuart Mill, con el título “La esclavitud femenina”.
Perdonadme si me equivoco, queridas amigas, en mis apreciaciones, pero con toda sinceridad, os digo que la libertad de la que gozamos, es una libertad condicional con la vida como fianza en el mejor de los casos, cuando no se parece más a la de los presos en tercer grado que pueden entrar y salir de la cárcel para trabajar, mientras su comportamiento sea adecuado. Cierto es, que en la actualidad podemos llevar pantalones, se nos permite fumar, se nos deja conducir –incluso conducir y fumar al mismo tiempo-. Se nos da cabida en el ejército profesional, podemos abortar, y si lo deseamos y nos empeñamos, no es raro que lleguemos a estudiar una carrera o trabajar fuera de casa. ¡Pero decidme! ¡Por favor! ¿Es eso libertad? ¡Venga Segismundo y lo vea! Puede que me digáis retrógrada y reaccionaria, pero bajo mi personal perspectiva en todo ello, lejos de ver la liberación de la mujer, veo a la mujer más esclava que nunca, por haber sucumbido a los cantos del dragón del espíritu machista que rige a toda la sociedad. Me creería más dicha liberación, si el hombre pudiera llevar faldas en lugar de la mujer pantalones, si el hombre hiciese punto, en vez de que la mujer fume, si el macho aprendiera a cocinar, en lugar de la mujer conducir; si el hombre no tuviera ejército, ni la mujer se sumara a ellos, si él se pusiera el preservativo y yo no me tomara la píldora; si ellos asumieran su paternidad y nosotras no nos vieramos en la necesidad traumática y nada deseable de escoger abortar y si ellos trabajasen más dentro de casa, en vez de que nosotras trabajemos el doble, dentro y fuera de ella.
La ilusa liberación femenina es fenómeno y consecuencia única y exclusivamente de la casual conjunción de la trayectoria paralela del desarrollo de dos hechos, como lo son, la invención de los electrodomésticos y las dos guerras mundiales, que han tenido lugar a lo largo y ancho del siglo XX: la aparición de la lavadora liberó a la mujer el tiempo suficiente como para que pudiera dedicarse al estudio y a trabajar fuera de casa, cosa que no sucedería hasta que los varones dejaran los puestos de trabajo vacantes, debido a las dos conflagraciones citadas, momento en el que encontramos entonces el modo de hacernos un hueco en la sociedad civil, que hasta entonces nos estaba negado. En consecuencia, al no haber sido nuestra libertad de movimientos fruto de la lucha sino más bien de la paciente espera, no sería de extrañar que en el futuro próximo la misma desapareciera si nos andamos por las ramas y nos dormimos en los laureles.
Advertidas pues de la situación sin mirar el pasado con alivio, sin atender al presente circundante con miedo, y sin creernos nuestras propias mentiras elaboradas por un feminismo mal entendido, os invito a todas a liberarnos de todo ello y como primer paso para conquistar nuestra verdadera libertad, os animo a ser conscientes de que todavía hoy, somos esclavas.

Condecoración al mérito civil para Mari Carmen

Mari Carmen, la madre que fuera condenada a nueve años de cárcel, de los que ha cumplido un año y diez días, por inmolar al violador de su hija de 13 años cuando aquella basura tuvo la desfachatez de acercársela a preguntarle ¿qué tal está tu hija? mientras disfrutaba de un permiso penitenciario por buen comportamiento, no volverá a prisión para cumplir el resto de la sentencia, en tanto en cuanto, no se resuelva la petición de indulto que tramitó a finales del pasado mes de febrero. Así lo ha acordado la sección VII de la Audiencia, por estimar que, su ingreso en el centro penitenciario puede afectar negativamente la evolución del tratamiento médico que la penada sigue por su enfermedad mental, a parte de considerar que mantiene una vida ajena al delito sin antecedentes penales.
Por supuesto, comparto la alegría de su hija y la tranquilidad de la madre al saber esta resolución judicial. Pero creo no ser el único en disentir en algunos extremos agridulces de la noticia, que me impiden aplaudir con alborozo la medida provisional de nuestros Tribunales.
De la información recibida, se desprende entre líneas primero, que la mujer fue encontrada culpable de asesinato, cuando lo suyo sería haberla declarado heroína de la justicia y merecedora de una condecoración al mérito civil por parte del Perfecto Irresponsable; Segundo, que fue condenada a nueve años una madre a la que ampara el Derecho Natural y el Divino a eliminar a la bestia que el sistema legal puso de nuevo en circulación para riesgo de todos, por buen comportamiento, toda vez la mujer tuvo la certeza de que su hija volvía a correr peligro, dado que el Estado que debería velar por su seguridad a todas luces no lo hacía; Tercero, que los Tribunales, hacen un flaco favor a la Educación para la Ciudadanía que estudian forzados nuestros jóvenes en los institutos, al de una parte, conceder permisos carcelarios “por buena conducta” a violadores y pederastas y de otra enviar a prisión a una madre que no hizo otra cosa que defender a su hija; Y Cuarto, que los jueces, lejos de reconocer la virtud moral de esta ciudadana que ha hecho de España un lugar mejor para la convivencia al suprimir un agente nocivo para la sociedad, la llena de ignominia obligándola a pasar por trastornada mental para obtener un indulto que jamás debería acontecer, de haber sido premiada por el Gobierno en lugar de condenada por nuestro sistema criminal, cuando su comportamiento es precisamente el normal, el natural y propio de una persona cuerda, recta, valiente, buena y sobre todo justa.
¿Por qué sucede esto? En mi opinión, creo que hay un entendimiento tácito entre criminales y el aparato represor que sólo funciona contra la indefensa población, y en el caso que nos ocupa, entre violadores y pederastas por un lado y abogados, jueces, fiscales y funcionarios de prisiones, por otro, para no hacerse daño mutuamente. Me explico: si yo fuera un violador, créanme que de salir libre, lo primero que haría sería vengarme de quienes me han estado jodiendo la existencia mientras he estado en el trullo, o sea, iría a por las hijas del juez que me condenó, a por las nietas del abogado que me defendió mal, a por las sobrinillas del fiscal que me acusó, a por las mujeres de los psicólogos y funcionarios, etc. Pero claro…tal y como funciona el sistema, ello sería como tirar piedras sobre mi propio tejado, así que, me contengo un poco y reincido evitando precisamente violar a sus hijas, sobrinas, nietas y mujeres, para que cuando necesite de sus servicios, tengan en cuenta todos los atenuantes y sobre todo mi buen comportamiento. Visto así…a lo mejor la madre debió apuntar más alto.

La degeneración del género

http://www.youtube.com/watch?v=IBMCyD_jTR8

Hasta hace bien poco, tres eran las acepciones que humildemente manejaba sin tapujos de la voz “Género”: el género de las palabras, el género que los comerciantes guardaban en la trastienda y el género al que podía responder una película u obra teatral. Pero henos aquí que, de un tiempo a ésta parte, tan noble y respetable término ha degenerado semánticamente. Ahora, por influencia y clonación del puñetero inglés, puede emplearse indebidamente por esa otra huidiza palabra a la que también se dijo “amor”. Y es que mientras en la lengua de Shakespeare, “gender” puede referirse tanto al género de las palabras, como al sexo de los animales o personas, sucede que en la lengua de Cervantes, distinguimos sin dificultad entre el género y el sexo, de igual manera que lo hacemos entre pata y pierna, macho y varón, crianza de la prole y educación de los hijos.
Cierto que, no es la primera vez, ni será la última que ocurra esto y que hasta bien mirado sean éstas pequeñas incorrecciones populares las que enriquezcan y hagan progresar el idioma. Pero en este particular, cabe decir aquello de el progreso ha ido demasiado lejos, y corremos el riesgo de no llegarnos a entender.
De continuar así, es posible que toda la comunidad de hablantes empecemos a tomar la palabra “género” como sinónima y menos agresiva que la atrevida voz “Sexo”, cuya sola pronuncia parece despertar en nuestros carnosos labios libidinosos, los deseos más pecaminosos que beata mente pudiera imaginar… verdadera razón ésta por la que triunfa sin desmayo entre nosotros tan infeliz hallazgo mediático. De acontecer tan magna confusión, habríamos en breve de traducir muchas otras añejas expresiones, como cuando nos referimos al “género de los ángeles”, o al “género, drogas y rock and roll”, que dudo mucho sonarían igual de bien, por no hablar de la denominada “generación espontánea” y el “género chico”. Por supuesto, habríamos de poner más cuidado en adquirir en el videoclub películas de “género infantil”, todo sea que nos detengan por pedofilia. Los “medicamentos genéricos” verían aumentar sus ventas hasta igualar al viagra, o a los afrodisíacos; “las nuevas generaciones del PP” serían mucho más atractivas para cuantos buscasen participar en orgías y bacanales… Pero ya puestos, seguramente unos conceptos nos llevarían a otros y en consecuencia, en vez de “hacer el amor, haríamos el género” y diríamos eso de “Haz el género y no la guerra”. Y hasta el mismísimo Benedicto XVI, en lugar de decir que “Dios es amor”, nos sorprendería con un esclarecedor “Dios es género”, que a más de un estudioso de los textos místicos ayudaría a comprenderlos en su justo marco hermenéutico, eso de que Dios es “generoso”. Y quien sabe, si por uno de aquellos beneficios inintencionados que describiera Mandeville y por arte de birlibirloque en un social acto psicolingüístico freudiano resultase que en “general”, perdiéramos el miedo de hablar de eso, y dejara de ser tabú conversar alegremente un poco más desenfadados sobre el “género” que todos llevamos entre las piernas, de tal suerte que se “generarían” menos fobias, traumas, frustraciones y neurosis.
Claro que… siempre habrá alguno que en ello apreciase el típico rasgo del “degenerado”.
Si con el epígrafe o titular de “Violencia de género” deseamos referirnos al maltrato que el hombre ejerce sobre la mujer en nuestra sociedad, lo propio sería decirle violencia machista que aparte de ser más correcta, es mucho más expresiva. Si fuera el caso de que lo que se quisiera trasmitir fuera otro significado o paralelo o concomitante, tenemos multitud de adjetivos más certeros y apropiados para cada circunstancia que se desease describir, como son Violencia familiar, violencia doméstica, violencia de pareja, violencia conyugal. Todas ellas, mucho más gráficas que la vaga y confusa violencia de género que etimológicamente os remite al daño que unas palabras se hacen a otras, como parece que ha sucedido en este caso, donde un término anglosajón, ha desplazado bruscamente a nuestra querida palabra sexo, sin ningún “género” de dudas.