Golpe de Estado Financiero

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Hoy 23-F, con motivo del aniversario del Golpe de Estado, una Marea ciudadana de agrupaciones reivindicativas como “la verde educativa”, la » blanca sanitaria”, asambleas del 15-M, hasta casi sumar dos centenares de colectivos, han convocado manifestaciones por toda la geografía española contra el Golpe de Estado Financiero dado por los Mercados.

¡Efectivamente! Desde hace tiempo vinimos asistiendo a cámara lenta al más cruel de los Golpes asestados a las Democracias Occidentales desde la Segunda Guerra Mundial, cuyo sadismo, hace buena la definición de “Dictablanda” adjudicada por Pinochet mandato en Chile, dejando del todo obsoleta la distinción reaganiana entre Totalitarismos y Autoritarismos con la que se pretendía justificar desde el conservadurismo estadounidense la denuncia de los crímenes cometidos por las Dictaduras comunistas mientras su gobierno daba apoyo político-militar-financiero a las Dictaduras de medio mundo, especialmente las de América Latina, porque lo que nos acontece, es peor que el Régimen Feudal donde los Señores asumían su parte de responsabilidad para con sus vasallos, mucho más falso que el Absolutismo Ilustrado donde se declaraba hacer “todo para el Pueblo pero sin el Pueblo”, y por supuesto, muchísimo más indecente que las Dictaduras del siglo XX, donde mal que bien, eran apoyadas por un gran sector de la población, como ahora todos somos demócratas.

El Golpe de Estado Financiero, sin embargo, de momento, presenta un rostro más amable que todos los anteriores: no ha necesitado de un gran despliegue de fuerza dada la mansedumbre de las masas aborregadas por los movimientos pacifistas, ni crear Campos de Concentración, se ha abstenido de poner en práctica la desaparición de los elementos díscolos, no se realizan juicios sumarísimos ni se dictan sentencias de muerte. Los Golpistas del siglo XXI se valen de métodos más inteligentes de control social como son el cobro de intereses, la domiciliación bancaria de facturas, la administración del empleo a los obedientes, la adjudicación de créditos a los colaboradores, el saqueo de las arcas públicas por medio de rescates y continuas subvenciones…Pero si observamos bien, pronto advertimos que las cárceles españolas, con una de las mayores tasas de población reclusa per cápita del mundo, por no citar la vergüenza de los CIEs, nada tienen que envidiar a los Campos de Exterminio nazis, que nuestras calles, barrios y comercios están inundados, no ya de Municipales, Policías Nacionales y Guardias Civiles agentes profesionales que han jurado respetar la Constitución por encima de la peligrosísima “Obediencia debida” a sus superiores, sino de esos cuerpos paramilitares mercenarios pagados por empresas particulares que con la excusa de la seguridad les tenemos por todas partes en las bocas de metro, grandes almacenes y hasta en los lavabos; que ahora los juicios sumarísimos son inmobiliarios con resultado de muerte por suicidio de los desesperados afectados, que hay desplazados silenciosos que se han quedado sin trabajo, sin casa a los que no asiste ACNUR, por tratarse de un asunto interno de España. etc. La situación es peor que el sistema esclavista en el que las personas eran obligadas a trabajar cual animales de carga, pero como a ellos se les garantizaba cobijo y alimento. A este respecto cabe destacar la Iniciativa Legislativa Popular que algunos intelectuales impulsamos para reclamar al Gobierno de Rajoy, que ¡de una vez por todas! apruebe una reforma laboral que proclame la “Esclavitud libre y gratuita” que obligue a los empresarios y al Estado a hacerse cargo de las necesidades básicas de sus esclavos en tiempos de crisis como el que estamos atravesando, rescatando así un decreto del Rey Visigodo Wamba.

A todos los estadios apuntados con los que he comparado el nuevo Régimen que se nos está imponiendo desde las élites económicas con la aquiescencia de la casta parasitaria, les siguió las revueltas de esclavos y las Revoluciones, después de mucho sufrimiento y dolor. Aprendamos algo de la historia todos: las élites extractoras para que siguiendo el precepto divino, “aprieten pero no ahoguen” y a las clases trabajadoras para que se ahorren las fases más sufridas del proceso y pasen directamente a su liberación.

Nada es gratis en un Estado de Derecho

Los estudiantes chilenos que con justicia reclaman a su Gobierno una educación pública hacen mal en decirla “gratuita”, pues supongo que allá como aquí, el Estado no da nada gratis a sus ciudadanos; Como mucho, les devuelve en forma de prestaciones, servicios e infraestructuras parte del dinero que previamente se paga en impuestos.

La forzosa retención de la nómina a la clase trabajadora y los impuestos indirectos camuflados en el precio global de los productos que consumimos, facilitan poderosamente que la mente se olvide de lo mucho que desde sus maltrecha economía se aporta para que el sistema funcione, de modo que, cuando se tumba en el sofá a ver la tele tras llegar agotado del trabajo, cree que le sale gratis ese momento de esparcimiento; cuando acude al médico atendiéndole sin necesidad de aflojar la bolsa tras la consulta, casi se retira dando uno las gracias como si el médico le hubiera hecho una obra de caridad; cuando pasea por las avenidas de su ciudad contempla con alivio como otros limpian lo que su persona y los vecinos ensucian sin importarle la relación invisible que pueda haber entre el mal uso que hace de su propiedad colectiva y lo caro que le sale…

Lo sucedido es explicado con sencillez por el refrán “Ojos que no ven, corazón que no siente” que en el caso que nos ocupa, vendría a decirnos que, el ciudadano medio, empeñada su mente como está en trabajar diariamente para mantener a la familia, distraída su cabeza en programas del corazón o competiciones deportivas, no tiene conciencia de la cantidad ingente de capital que sale literalmente de su cartera para sufragar lo que le cuesta al país todo cuanto le rodea, a saber: carreteras, hospitales, colegios, cárceles, universidades, edificios institucionales y sus correspondientes plantillas de médicos, profesores, jueces, policías, funcionarios todos, que están a nuestro servicio, pues somos nosotros los ciudadanos quienes les contratamos a cargo de nuestros impuestos que es uno de los peores nombres para mencionar el dinero, a caso al objeto de que cedamos pronto su custodia y perderlo de vista cuanto antes, como sucede, sin acordarnos de que somos en verdad sus auténticos dueños, aunque sean ellos, los representantes democráticos quienes en virtud de nuestra confianza delegada gestionen la riqueza común fruto de nuestro trabajo y por ello mismo parezca a ojos de los que cobran que es suya en vez de nuestra.

Otro gallo cantaría, si cada mes los trabajadores tuvieran que depositar en Hacienda la cantidad correspondiente o sencillamente, que cualquier producto en su etiquetado distinguiera que parte del importe obedece al PvP y cual al impuesto que se le suma, es posible que al echar gasolina, beber una copa o encender un cigarro, más de uno dejara de conducir, beber y fumar de golpe. Seguramente, el continuo ejercicio diferenciado de pagar impuestos, fortalecería nuestra endeble percepción actual de la riqueza colectiva cuya laxitud ha alcanzado tal grado de debilidad, que hasta nos hace reclamar como “gratis” algo que de principio a fin es de nuestra entera pertenencia.

En la medida en que como sociedad paguemos impuestos, tenemos todo el derecho a reclamar Justicia, vías de comunicación, Seguridad, Sanidad o Educación pública sin que ello nos suponga un gasto añadido al logro social de tener derecho y obligación de pagar impuestos. Porque, lo que no puede ser, es que, para formar a los cuadros de las profesiones liberales como abogados, médicos, arquitectos y profesores, nuestros impuestos sean públicos, pero para cuando sus miembros estén en disposición de devolver al Pueblo algo de lo que el Pueblo les ha dado, entonces el canal más adecuado sea el privado.

Cuando los políticos paguen de su bolsillo a los funcionarios, los bancos donen las infraestructuras aeroportuarias y autovías, las empresas sufraguen con sus beneficios la sanidad o la educación, los jueces, médicos y profesores desempeñen por amor al arte su profesión…entonces, es posible que los ciudadanos podamos pensar que algo de lo que recibimos nos es dado gratis. Y aún así, sería para sospechar.