Nunca es tarde para ser hombre de provecho

La pasada madrugada, enredando con el dial, di con un programa aparentemente desenfadado, donde encontrar refugio de la lastimera crónica diaria, sin por ello verme sometido al incansable chumba chumba de las cadenas musicales. Así, me quedé escuchando una conversación curiosa de un agricultor dedicado a salvar olivos centenarios abandonados a su suerte en un solar, cosa muy elogiable pensé, hasta que, en su discurso asomó, levantándome de la cama del susto, la petición de ayuda económica para sostener tan magna empresa olivataria, no sin la colaboración entusiasta de la directora del programa que entregada a la causa, animaba a los oyentes a apadrinar un olivo recordándoles que, su acción benéfica, les sería recompensada anualmente con dos botellas de aceite de medio litro cada una, certificadas con denominación de origen del olivar apadrinado. Conforme avanzaba la charla, me fue embargando una terrible desazón por lo mal que he conducido mi vida en todos los aspectos, envuelta en una profunda melancolía por las oportunidades desaprovechadas que la existencia me ha brindado, seguido de un agudo arrepentimiento.

Como articulista, bien saben los lectores, que esta no es la primera vez que muestro en público mi arrepentimiento por no haber sabido escoger bien en las disyuntivas a las que te enfrenta el destino: me arrepentí de no haberme casado para tenerme asegurada una mula de carga en el supermercado, una sirvienta en casa y el mejor de los electrodomésticos; me arrepentí, también, de no haberme metido desde joven en política, en un sindicato vertical, o en alguna fundación asociada a los mismos como Ideas o Faes; igualmente me arrepentí de no haber fundado una secta al estilo de los Raelianos convirtiéndome en su gurú vitalicio; y me arrepentí muchísimo de no haberme dedicado al arte abstracto, especialmente a la escultura haciendo de un vulgar neumático la rosquilla de la felicidad con alta rentabilidad en escaparates como ARCO. ¡Oh! ¡Sí! Me arrepentí y no he dejado de hacerlo, sólo que, últimamente vivía en el contento de tener asumidos todos mis errores anteriores como pasados y finalizados, ingenuo de mi, en la creencia de que en los años venideros, no habría ya motivos semejantes de arrepentimiento.

Pero ¡me arrepiento! Me arrepiento nuevamente de no haber registrado una ONG con la que poder demostrar al mundo entero el altruismo, la solidaridad y el hombre de provecho del que soy capaz. Las horas pasaban y la luna variaba su posición en el cielo al tiempo que en mi cabeza daban vueltas y más vueltas preguntas como ¿Por qué no he creado yo una ONG? ¿Cómo no se me ha ocurrido a mi hacer una asociación feminista para ayudar a las mujeres de los Yanomamo del Amazonas? ¿Por qué no me implicado en llevar a las tribus Dame-Dame del África Tropical la fibra óptica e internet? ¿Cómo no he sido yo el promotor de un banco de alimentos para vegetarianos del tercer mundo? ¿En qué estaba pensando para no establecer una red de asistencia a los ajedrecistas allá donde se encuentren denominada “Peones Sin Fronteras”? ¿Qué escusa me asiste para no haberme dedicado a salvar de la extinción a los hongos venenosos? Y mi cuerpo, alterado también daba vueltas y más vueltas en la cama buscando esquivar el profundo malestar conmigo mismo y con la educación recibida durante la infancia de padres y maestros… Y cuando el arrepentimiento se iba a quedar en eso, en arrepentimiento, vino en mi auxilio la almohada que me susurró al oído “!Nicola! nunca es tarde para ser un hombre de provecho”. ¿Pero qué provecho podía yo esperar a estas alturas? Respondí para mis adentros. Y con esa preocupación me dormí.

Se lo creerán o no se lo creerán, pero me desperté con la genial idea que aquí presento, de crear una Organización para salvar y proteger libros perdidos, olvidados o perseguidos. Cosa que haré de forma totalmente desinteresada, ofreciendo mi casa y mi tiempo a toda Institución que desee darme una subvención, o para todo particular que quiera colaborar enviándome sus donativos que emplearé íntegramente en la adquisición de títulos descatalogados, ejemplares incunables y volúmenes que versen sobre materias irrelevantes para nuestra sociedad como son la ´Patafísica, la Mitología o la Filosofía.

El Jardín de los Honrados

Dicen en publicidad que una imagen vale más que mil palabras; en ética que no hay mejor predicación que la del ejemplo, en psicología que el refuerzo positivo ayuda a la mejora de la conducta más que el negativo…y en consecuencia, necesitados estamos en estos tiempos de corrupción politico-empresarial de claros referentes cívicos más actualizados que los espirituales ofrecidos por el santoral eclesiástico del calendario donde Cucufato o Nepomuceno, lejos de provocar en las nuevas generaciones su emulación, la espantan sin entrar en detalles con sólo mencionar el nombre, a fin de que la ciudadanía no caiga en la trampa de pensar que su conducta habitual es equivocada por no aprovechar las oportunidades cuando una sociedad irresponsable se las brinda en bandeja por ley, que nada ilegal se comete al hacer uso de tarjetas opacas entregadas por la propia empresa como hemos visto ha sucedido en las cajas de ahorros, ni se comete delito defraudando como los Amantes de Palma 119.000 euros al año, practicando eso que los expertos en finanzas han dado en llamar “Elusión Fiscal”, qué vamos a contar cuando son las mismas Instituciones democráticas las que te animan a emprender el “Viaje con nosotros a mil y un lugar” sin reparar en gastos ni necesidad de justificarlos como ocurre con sus Señorías del Congreso, el Senado u otros centros de alta rentabilidad personal a corto y medio plazo.

En Israel, concretamente en Jerusalén, se inauguró en 1962 la denominada “Avenida de los Justos entre las Naciones” en cuyo trazado se plantaron árboles, en memoria y reconocimiento de quienes no siendo judíos actuaron de acuerdo a los más nobles principios de humanidad arriesgando sus vidas para salvar a judíos durante el Holocausto. En el lugar se dispuso también una placa donde desde entonces se inscriben los nombres de las personas recordadas como “Justas entre las naciones” para que la humanidad tenga constancia que en medio del horror, del miedo, de la indiferencia, de la vergüenza, la colaboración y el fanatismo que supuso el Holocausto, hubo gente que hizo lo correcto. Pues bien, creo que algo parecido, salvando las distancias, deberíamos hacer en España con la corrupción cuya relevancia social empieza a tomar proporciones bíblicas en lo referente a las cantidades sustraídas, número de oenegés, fundaciones, sindicatos, empresas, bancos, partidos y otras entidades directamente implicadas, o indirectamente a través de sus representantes imputados, investigados, encausados, procesados, sentenciados o encarcelados en los casos destapados por la prensa o abiertos en los tribunales, cuando el asqueante “Debemos dejar trabajar a los tribunales” y el desacreditado “ No se puede generalizar” o fórmulas semejantes, sólo son pronunciadas por quienes amparan la desvergüenza y la desfachatez más absolutas, sea desde su escaño, sea desde los medios de comunicación.

El proyecto aquí propuesto de crear en Madrid un “Jardín de los Honrados” no pretende premiar sin más el comportamiento que debería contemplarse como habitual en condiciones normales por ciudadanos corrientes a quienes suponemos debidamente educados en los valores de convivencia cuya recompensa evolutiva suficiente habría de ser poder dormir tranquilos por la noche ocho horas seguidas cada día, sino, el de dar testimonio sobresaliente de una conducta excepcional (No robar de las arcas públicas bajo ninguna de sus formas por medio de dietas, subvenciones, sobresueldos, regalos, tarjetas, recalificaciones…) acontecida en medio de una circunstancia nada propicia para mantenerla (Sin vigilancia de ningún tipo, sin control de cuentas, con la complicidad de tus colegas, con su silencio, con el apoyo de las entidades a las cuales estás adscrito, etc), entre individuos a quienes hemos de suponerles una ética distinta a la común forjada a sangre y fuego primero en la pugna y después en el ejercicio del omnímodo Poder (Financieros, empresarios, políticos, sindicalistas, aristócratas, traficantes de armas, drogas, personas…). Porque, es muy fácil portarse bien cuando te vigilan como saben los escolares de primaria; es muy sencillo contribuir con los impuestos cuando todos tus ingresos están sujetos a una nómina como entienden los asalariados y no te queda otra que pagar el IVA al adquirir huevos, pan y leche para tus hijos como aceptan los desempleados…porque nuestros más sólidos valores etico-morales están abocados a mantenernos sociables por si Aristóteles estaba equivocado en cuanto a nuestra Naturaleza. Mas, sucede que toda la tradición con sus tabúes, usos, modales, costumbres, educación, y leyes, apenas afectan al espíritu más allá de lo que en términos sociobiológicos podríamos identificar como actitud basal, es decir, aquella que mostramos sin mediar necesidad (Hambre, sed, prisa), no haber incertidumbre (peligro, enfermedad, guerra, ruina) y sobre todo, sin oportunidad.

En principio, había pensado en el Parque del Retiro como el adecuado para ubicar un monumento botánico de estas características, por ser un espacio de concurrencia ciudadana donde las familias, los niños y jubilados van a pasar las mañanas soleadas y las apacibles tardes de Domingo entre patos y palomas; empero, reparé en lo poco eficaz que estadísticamente resultaría su emplazamiento en dicho lugar por el que sólo pasean turistas, despistados y pobre gente. Por consiguiente, lo suyo sería convertir la Avenida de San Jerónimo donde se halla el Congreso de los Diputados, en una arboleda a tal efecto, siendo sus primeros especímenes arraigados los dedicados a los cuatro consejeros delegados de Caja Madrid que pudiendo irse de copas, pagar un supererasmus a sus hijos en Suiza, tomarse unas vacaciones en las Samoa, hacer una ronda por los mejores restaurantes de la capital del reino, acudir a conciertos con toda la familia, pagarse unas rayas de coca…hicieron algo que yo mismo seguramente no hubiera hecho: se abstuvieron de utilizar las famosas tarjetas opacas, cuyos nombres son: Francisco Verdú Pons, Esteban Tejera Montalvo, Félix Manuel Sánchez Acal, e Íñigo María Aldaz Barrera.

La terrible pregunta de Rajoy

Viniendo como vengo del mundo de la Filosofía, curado de espanto debería estar de toda suerte de interrogantes desfilando por mis lecturas habituales cuestiones metafísicas como ¿Existe la existencia? ¿Es el Todo mayor que la Nada? ¿Qué es Ser? Mas, hete aquí, que nunca puede uno bajar la guardia, pues la sorpresa tiene esa facultad de pillarnos confiados como me ha sucedido con quien menos lo esperaba, a saber, el Presidente Rajoy, quien hace unos días, a propósito de explicar los últimos casos de corrupción que afectan a antiguos cargos del PP madrileño y seis alcaldes, afirmó con la rotundidad que le caracteriza «Esperanza Aguirre se ha equivocado, como yo. Y como todos los que estamos aquí” para acto seguido lanzar al aire ante los micrófonos y las cámaras de televisión la terrible pregunta ¿es que hay alguien que no se ha equivocado alguna vez?
¡Sí! Pregunta ¡Terrible! Porque, desde que se la escuchara proferir por ese pico de oro que dios le ha dado, todas las perennes cuestiones sobre el sentido de la vida, el valor de la Verdad, la realidad de la muerte o la persistencia del Mal en la divina Creación, pasaron de sopetón a un segundo plano en mi meditación nocturna antes de acostarme para no dejarme dormir en paz desde entonces. ¿Es que hay alguien que no se ha equivocado alguna vez? La cuestión daba vueltas y más vueltas en la cabeza retorciendo la conciencia cuyos remordimientos empezaban a aflorar por remotas fechorías cometidas durante la infancia en un sincero ¡Yo acuso! reflexivo donde la memoria traidora traía a la mente las pesetillas arrebatadas en un descuido al monedero de mi madre y la más vergonzosa imagen de robarme a mi mismo los ahorros de mi propia hucha que me había comprometido a no abrir hasta final de curso con apenas siete primaveras. ¡Oh! ¡Qué razón lleva el Presidente! Quien más quien menos ha copiado en un examen, ha aparcado mal el coche, ha escupido al suelo, ha tomado prestado un paraguas que no es el suyo, ha exclamado ¡Joder! en vez de ¡Córcholis!…Luego…Yo también soy un pecador. Yo di de beber a mi hermanito el jarabe de fresa entero que le llevó al hospital; Yo me he hecho el enfermo para no ir a clase en invierno; Yo he contado chistes en misa; Yo, yo, yo…¡Siempre yo! A nadie más puedo echar la culpa de mis actos. ¡Oh! Señor Presidente! ¿Cuánta ternura paternal encarna su pregunta? Usted en persona, lejos del plasma, se muestra ante los españoles como un maestro comprensivo ante sus alumnos que le ponen excusas por los trabajos no entregados, cuál cura que reconoce ser cocinero antes de fraile frente a los monaguillos que le han sisado las hostias, como el agente de paisano que hace la vista gorda ante un joven que le ofrece en la discoteca un canutillo, como un juez con manga ancha ante los ocupas…Pero ni yo, ni la gente como yo, ni nadie de los ciudadanos corrientes, peatones del siglo XXI, somos merecedores de su afecto, comprensión, justificación y perdón. Porque, sin contar en nuestro haber ciento diecinueve mil euros defraudados al fisco, sin tener a mano tarjetas opacas, sin capacidad de percibir millonarias subvenciones, sin recibir sobres con billetes de quinientos, sin montar empresas para presentar facturas falsas…en resumen, siendo como somos, lejos de arrepentirnos de nuestros actos mundanos, nos mostramos tremendamente apenados porque nuestras faltas no sean lo suficientemente dignas de aparecer en grandes titulares a cinco columnas donde ponga “El Gran Nicola tiene una cuenta secreta en Suiza con diez millones de euros” o abran los telediarios con la presentadora anunciando “ El conocido articulista Nicola era el cobrador secreto de la Familia Real usando su republicanismo como tapadera mediática” e incluso, no nos importaría nada que los jueces antes de juzgarnos nos impusieran una fianza de quince millones de euros y después nos condenaran a prisión cuatro años y un día por apropiación indebida de cuarenta millones de euros del erario público en el ejercicio de nuestra función, pues, estoy seguro que al poco, no solo no nos sentiríamos abochornados socialmente por dicha conducta incívica, sino que la propia autoridad nos dejarían libres ¡Por buen comportamiento! O en su defecto, vía indulto real o gubernamental. Y con un certificado así, sí que nos redimiría la conciencia.

Otra oportunidad para el PSOE

Hoy, como en el 79, en plena Transacción, podemos exclamar aquello de “El PSOE es un partido con cien años de honradez”, si bien desde lo de Flick y Flock, hasta los EREs de Andalucía, parece haber recuperado el tiempo perdido, porque su quehacer político compite en éxitos con el crimen organizado o la delincuencia habitual, nunca mejor dicho, a nada que uno tire de memoria sobre los casos de corrupción en los que los miembros de la banda del guante blanco han estado implicados: Casos Flic, Rumasa, Filesa, Guerra, Fondos reservados, Roldán, Urralburu, Seat, Ave, Palomino, Sanlucar, Campeón y un larguísimo etcétera que si nos dejáramos llevar por la demagogia podríamos pensar que los pesoistas desean alcanzar los órganos de gobierno única y exclusivamente para atracar a la indefensa sociedad civil desde las instituciones democráticas.

Bien, de entrada no voy a negar la evidencia; no es mi propósito defender lo indefendible, ni ejercer de abogado del diablo. ¡Es más! Acepto que la ciudadanía harta de tanto mamoneo vea en el PSOE una Plataforma para el Saqueo Organizado de España, en su militancia una red de compinches dispuestos a entrar en acción a la mínima oportunidad que les de las urnas y a las Casas del Pueblo como auténticas Herrikos donde se fraguan la mayoría de los atentados económicos contra la hacienda pública en perjuicio del interés general y el bien común. Tanto es así, que podría sumarme a la iniciativa pacífica de Internet donde se exige su disolución y la entrega inmediata de las arcas. Porque en este caso, los árboles, no nos tapan el bosque…son el bosque mismo.

Con todo, no debemos caer en una emboscada lógica de la mente, aquella que confunde el continente con el contenido: Posiblemente sea cierto que el PSOE se haya convertido en un Paraíso Judicial desde donde poder cometer fechorías de toda especie sin necesidad de rendir cuentas más que a los socios de sus tramas político-financieras-empresariales-inmobiliarias; seguramente también sea verdad que sus dirigentes, congresistas, senadores, estén más preocupados de cómo va lo suyo que lo nuestro, entendiendo por lo suyo los porcentajes, las comisiones, los sobresueldos, si bien sea lo nuestro lo que va en ello; tanto o más de lo que sus alcaldes y concejales, están ocupados en sacar adelante recalificaciones de terreno, adjudicar subvenciones y gastar a manos llenas el dinero ajeno para llenar por triangulación los bolsillos propios, duchos todos como son en desfalcos, malversaciones, ingeniería financiera, detraimiento de capitales, elusión fiscal, lavado de dinero negro, gestión de cajas B, falsedad documental, entorpecimiento de la justicia, encubrimiento procesal, estafa, sobornos, chantaje, montajes, espionaje…pero todo ello sólo habla del comportamiento ético-moral de sus militantes, no de la entidad y menos aún de las siglas que a estas alturas, desprovistas como están de cualquier atisbo de ideología, están en condiciones de pasar, no ya por una ONG sin ánimo de lucro, sino por una organización sin ánimo político.

Si nos leemos los estatutos del Partido y sus programas electorales, incluidas sus cláusulas con letra pequeña, pronto apreciaremos la inmensa diferencia entre los pesoistas y el PSOE, entre su tarea de gobierno y sus ideales. Por consiguiente, nadie medianamente correcto podrá atribuir la autoría intelectual de los delitos al PSOE aunque sean pesoistas quienes los cometan; más motivo habría entonces para endosárselos a la Seguridad Social o al DNI donde todos ellos confluyen junto a sus compañeros de fatigas del PP que tampoco se quedan mancos.

Por otra parte, siendo como son los fraudes de condición personal, además de plantearnos, si acaso, sus asuntos no deberían dirimirse en la intimidad del confesionario haciendo cumplir la ley de protección de datos para evitar el mediático efecto contagio que la judicialización de la corrupción está irresponsablemente provocando en la sociedad, cabría cuestionarse, si los pesoistas, contrariamente a lo que claman las calles, lejos de ser una casta elitista que nada tiene que ver con la ciudadanía, son en verdad nuestros mejores representantes, convertida su representación en el cervantino Retablo de las maravillas en un auténtico Retrato de Dorian Gray de la sociedad española. Porque dejémonos de historias, aquí el que no roba, no es por que no quiera, es porque no se atreve. De ahí que hayamos puesto todas nuestras esperanzas en una formación denominada “Podenmos”.
Sea entonces que con una militancia pesoista que nos representa mejor que nadie y unas siglas neutras como las del PSOE, este Partido, a mi entender, merece otra oportunidad ahora que ha echado al anterior entrenador por malos resultados reemplazándolo por alguien joven que nada tiene que envidiar en arte y ciencia a sus predecesores en el cargo.

Por la Legalización de la Corrupción

Aunque sea todavía objeto de discusión entre los expertos en ética, pongamos que la corrupción, en todos sus extremos, de principio a fin, desde sus causas a sus consecuencias, fuera mala, hasta el punto de desear su extinción. Y aceptemos también que entre nosotros, su realidad parece inevitable por mucho que se la persiga legalmente, judicialmente, policialmente, políticamente, mediáticamente, institucionalmente, religiosamente, pues su figura describe algo parecido a la pescadilla que se muerde la cola en un giratorio anillo de corrupción forjado a fuego lento, de tal modo que, son los mismos corruptos quienes han de velar por el orden constitucional, las libertades civiles, la propiedad de las personas…aspecto éste que tensiona emocionalmente sus conciencias empujándoles hacia el abismo de convertirse en criminales contra la comunidad cuando en su fuero interno, tentados por la oportunidad, no pretendían otra cosa que un beneficio particular, cargando así el individuo, con la culpa que en verdad debería ser social.

Porque, ahí donde lo tienen, un corrupto, presuntamente es un corrupto, pero ello no quita para que sea buena gente, colmada de virtudes, educado con sus vecinos, amable ante las cámaras, agradecido con quien le ayudara en sus inicios, fiel a su pareja, leal a sus jefes, solidario con los suyos, sincero en su vida privada, en definitiva, una persona de bien cuando su corrupción se queda en eso: corrupción. Pero como quiera que en España la corrupción como la droga o la prostitución esté mal vista, el corrupto, como el drogadicto y la puta, pronto debe deslizarse por terrenos criminales para poder alcanzar sus fines evitando en lo posible a otros corruptos y criminales que lo persiguen, juzgan y denigran, en una feroz competencia que hace disminuir los beneficios provenientes de la originaria labor corrupta para el sujeto emprendedor que corre con todos los riesgos de su actuación, mientras los perjuicios devenidos por la actividad criminal aumentan por momentos para la sociedad en un escenario sumamente caótico donde reina la incertidumbre y el desconcierto entre propios y extraños, pues a lo perdido por la actividad corrupta de los individuos, ahora debemos sumarle las ingentes partidas presupuestarias en perseguirlo, investigarlo, juzgarlo, encarcelarlo…sin otro resultado que su perpetuación, situación que ya no nos podemos permitir por más tiempo.

Es por ello, que propongo una solución adaptada a nuestra idiosincrasia nacional, la cual, lejos de dejarse llevar por el puritanismo fanático radical que busca eliminar de la faz de la tierra cualquier vestigio de corrupción sin detenerse a pensar el riesgo que se corre de aniquilar igualmente la naturaleza misma del hombre, adopta una perspectiva humanista e integradora del fenómeno al objeto de poder disfrutar de la mejor de las corrupciones posibles como diría Leibniz, o al menos, la menos mala de las corrupciones, trazando un bello paralelo con lo acontecido con la Democracia.

Mientras la sociedad esté formada por hombres en vez de ángeles, hemos de tratar interiorizar nuestras contradicciones, sin ir más lejos, es con la propiedad que aparece el robo, como es con la luz que surgen las sombras. En consecuencia, lo que nuestra comunidad debe hacer no es tanto combatir la corrupción que salta a la vista es una vía fracasada, cuanto asumirla plenamente, pero sin consumirse en ella, procurando introducir en el sistema la justa moderación aristotélica entre su prevención antes de que aparezca y su permisibilidad una vez haya hecho acto de presencia. Porque, España, puede ser un país corrupto como dicen desde el Financial Times o el Washington Post, y ¡a mucha honra! porque puestos a elegir, preferimos pertenecer a un país corrupto antes que a uno criminal como los EEUU o Gran Bretaña.

Para abordar de modo eficaz el problema de la corrupción, es preciso reconocer que su condena moral no atiende tanto a los principio y fines con los que la ciudadanía se conduce en su vida cotidiana, cuanto con los medios desproporcionados de que dispone para realizarla. Así, el problema de la corrupción surge desde el momento que son unos pocos y no unos muchos quienes podemos hacer uso y disfrute de la corrupción, máxime, cuando se castiga con mayor saña al corrupto torpe que al corrupto hábil, no hablemos ya del inocente de toda intención que también los hay después de varios años de escuela y catequesis. El problema de la corrupción, desaparecería entonces del horizonte mediático, de las encuestas de opinión de la preocupación ciudadana, cuando todos pudiéramos ejercer libremente la corrupción sin miedo a sufrir multas ni penas de cárcel, cosa que sólo es posible legalizando su práctica.

Pero la legalización de la corrupción o en su defecto la despenalización, podría generar sensación de mayor algarabía que la actual, por cuanto la gente al no estar acostumbrada, ni educada en su libre ejercicio, pese a los denodados esfuerzos del PP y el PSOE en la formación de sus militantes al respecto, lejos de usarla como un instrumento más de redistribución de la riqueza como son los precios, los salarios, el dinero, el trabajo, la inflación, los tipos de interés…la emplearía como un juguete social, engañándose los amigos, vecinos y familiares entre sí, sin haber comprendido que el uso inteligente de la corrupción, no debe perjudicar nunca al entorno cercano del sujeto que la comete.

Sea entonces, que además de legalizar la corrupción, es preciso organizarla.
A tal objeto, es mi deseo y convicción que sea la Casa Real, dada su dilatada experiencia en el tema, auxiliada por el Fiscal Horrach, el Ministro Gallardón y el Presidente del Gobierno Rajoy, la encargada de comandar la regeneración corrupta de España, alejando así para siempre la necesidad hipócrita de cometer crímenes y delitos para ejercer la corrupción, por hallarnos en un país donde nadie la persigue y nadie la condena.