Tal día como otro cualquiera se cumplen hoy años de la inauguración del Funicular de Artxanda. Hasta ahí, vale; pero poca gente en Facebook sabe, ni siquiera el algoritmo de Zuckenberg, que heróicos ciudadanos anónimos evitaron una tragedia MAYÚSCULA en el Funi aquel tórrido 7 de octubre de 1956. Por causas que aún se desconocen en las redes sociales, el cable de sujeción de la unidad de tren se rompió a mitad de trayecto. Al percatarse de la rotura, pasajeros que esperaban sin colarse para bajar a Bilbo, se abalanzaron inmediatamente sobre el cabo suelto y lograron subir unos 300 metros, superando un desnivel de 40 grados, y sin grandes esfuerzos, a los aterrados pasajeros que ya veían la Luz al final de túnel de San Mamés. No hubo que lamentar heridos aunque el Padre Aldapa, sacerdote y testigo presencial de los hechos, hizo pressing a la Amatxu de Begoña. Se les concedió la Cruz de Plata al Mérito Deportivo y un vale-degustación en bollos de mantequilla.