Desentrañen la adivinanza, si quieren: sufren una tasa de paro del 40%, no pueden independizarse, tienen que pedir dinero en casa hasta para el creditrans, pero sus conciencias permanecen más dormidas que sus bolsillos. Más pistas: les gustaría hacer edredroning en Gran Hermano y sueñan con salir de pintamonas en OT. Bueno, vale han acertado. Son los ninis, los jóvenes que NI trabajan NI estudian, NI están NI se les espera. Mientras sus coetáneos se manifiestan en Egipto, se movilizan en Yemen, protestan contra Berlusconi en Italia, en Francia montan un pollo por el retraso en la edad de jubilación; los jóvenes españoles tienen menos conciencia social que una ameba egipcia o peor, que una princesa de barrio de las que salen en La Sexta.
Quizá porque la generación nini es una filfa. Un camelo para que nos solidaricemos con una quinta sin oficio ni beneficio. Un apodo para encubrir que realmente pertenecen a la generación tete; TEngo iPod, TEngo iPad y TEngo una videoconsola que te cagas. También puede ser la generación del porque yo lo valgo. Porque ellos valen para que sus padres financien sus gastos, les abonen el coche en cómodas mensualidades y les mantengan en el domicilio familiar.
No son malos chicos. Solo practican un parasitismo benigno. Es decir, pido un poco por aquí, mangoneo un poco por allá y, en general, me adhiero a una vieja corriente de la sabiduría popular: “vive de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos”.