El pasado miércoles caía un campanario en Lorca y el jueves se derrumbaba otro en un juicio en Cádiz. Soy consciente de que en pleno caos sísmico y electoral, hablar del juicio a la mujer de Jesulín por intentar comprar una pensión para su madre estafando a la Seguridad Social, es friki. Pero Marijose, la ladrona de Ubrique, tiene mucho tirón y además, la cabra siempre tira al monte.
Porque el juicio goza de todos los componentes de un culebrón: Mafiosos de poca monta como un empresario apodado El Turronero, un ex policía con un Porsche llamado Carretero y un inspector médico de apellido Casto, que diseñan un gran timo en la mansión de Ambiciones. El reparto se completa con señoras de mediana edad que gritan e insultan a la Campanario como si fuesen el Anticristo. En el proceso, la prota femenina se desmorona y echa a llorar como una macarena, asegurando que se ha sentido “estafada, humillada, juzgada y condenada” y que estos han sido “los cinco años más duros” de su vida. ¡Va a resultar que la Campa pagó 18.000 euros al golfo que conseguía incapacidades fraudulentas creyendo que era una ONG que se dedicaba a atender a incapacitados!
Cuando trapicheaba se creía muy lista, pero cuando le pillan, se hace la tonta. El problema es que se ha creado un doble bando y si se criticas a la presunta, es que estás a favor de la cateta de la Esteban. No sé que es peor si ser una belenista descerebrada o una choriza redomada.
Igual,igual qué una novela de Lorenzo Silva,con el Brigada Bevilacqua y la Sargento Chamorro al frente de la investigación.