El triángulo de las bermudas es una zona comprendida entre las tres capitales vascas que cada verano se llena de tíos en pantalón corto, canillas al aire y pelos al viento que exhiben sus piernas con más pundonor que gallardía. Esta semana el 080 Barcelona Fashion Week ha apostado, en sus colecciones masculinas, por las bermudas con americanas ligeras como alternativa al traje clásico. Aunque no creo que los que se plantan los shorts y las chancletas sean muy fashion victim, contemplar este striptease parcial me produce una mezcla de zozobra y desasosiego que ya tengo diagnosticada como patología fetiche.
Algunas pantorrillas me suben el ánimo: fornidas, peludas, atléticas… con aspecto de jugar varios Wimbledon después de nadar diez kilómetros. Pero la mayoría me bajan la tensión: son paliduchas, enclenques, con aspecto malhumorado y pinta de sufrir maltrato doméstico. Me pongo mala cuando el becario –que parecía de buen ver– desnuda las zancas y se descubre como un gallináceo con patas de palo. No hay nada más antilibidinoso.
Y lo peor es si se presenta el jefe en shorts. ¿Hay algo que le reste más credibilidad y cree mayor malestar entre sus subordinadas después de marcar paquete? Lo siento. Soy consciente de que cada verano me descuelgo con una columna de canillas masculinas. Pero les juro que no hago un corta y pega porque el tema de sus piernas me daría para un tratado. Imagínense si despuntaran con otra extremidad.