Que nuestros políticos no habían hecho voto de pobreza era sabido, pero la difusión de su patrimonio ha sido carnaza devorada con fruición por el gran público. Tanto que la exposición de sus miserias gananciales sometidas a la curiosidad del populacho colapsó hasta la web del Congreso. El destape patrimonial de sus señorías no ha defraudado y el que más y el que menos tiene el riñón forrado y las espaldas bien cubiertas.
No revelan ningún mérito. Que tuvieran menos significaría que se han pulido la pasta en chorradas o pondría de evidencia que algunos se administran de culo como Tomás Gómez con solo 1.400 euros en la libreta, o que otros, como Alicia Sánchez Camacho, mienten más que hablan ya que dicen deber al banco la friolera de 747.000 euros y ganar 82.593.
Varias conclusiones: No se entiende cómo hay tanto piso por vender si algunos políticos, artífices de la burbuja inmobiliaria, tienen cuatro por cabeza. Otra, cómo no iban a quitar el impuesto de patrimonio si ellos acumulaban alguna de esas riquezas. El problema es que tanto ladrillo no nos deja ver el bosque y sobre todo no nos deja formularnos por qué tienen sueldos de por vida, por qué cobran bien aunque realicen una gestión penosa y cómo pueden compatibilizar tres salarios de forma simultánea. Y eso que sus honorarios de políticos son bastante poquita cosa comparado con lo que luego ganan en los consejos de administración o en los puestos donde son recolocados.
Es como mínimo una visión inocente centrarse en los políticos como responsables de la desigualdad económica y además hacerlo sin una sola mención a las empresas. La benevolente empresa (al margen queda la sufrida pyme) es la responsable de amasar fortunas vergonzosas en un escenario de paro y esclavos mileuristas. Los accionistas y empresarios deberían ser la diana de este artículo y no sus criados y recaderos , los políticos. No hay crisis para empresas como Azkoyen, Euskaltel, BBVA o Iberdrola y muchos engordan mientros los sueldos se estancan a la par que los horarios se alargan.