Cayetana de Alba ha sellado su historia de amor con una fractura. La luna de miel estaba dando tanto de sí que la aristócrata, de 85 años, se cayó el miércoles en palacio y sufre una fisura de pelvis que le obliga a guardar cama, pero con reposo. Como ya clavara Jaime Peñafiel, la duquesa, tan católica y ultraconservadora ella, se casó para consumar y a fe que lo ha hecho. Normal, porque si la Iglesia se entera de que no tiene intención de procrear, no hay boda.
La sonrisita bobalicona que se le había puesto en las últimas portadas al duque consorte ya delataba el trajín que se traía con su novia octogenaria estilo adlib ibicenco. Aunque el ajetreo pélvico le ha sentado mal a la recién casada. Cuentan en los mentideros periodísticos que la caída se ha debido a un resbalón con una alfombra, aunque los corrillos populares creen que ha sido un traspié con una postura del kamasutra o un empujoncito de Alfonso. Pero no nos engañemos.
Esa abuelita respetable llamada Cayetana Fitz-James Stuart no está ni para hacer la pinza birmana ni para la figura de flor de loto sobre campo de sésamo, sino más bien para prácticas eróticas menos agresivas. Y eso que en sus buenos tiempos, la señora debía tener un éxito abrumador. Dicen que sus amigas la apodaban la bombilla por la cantidad de moscones que tenía alrededor. Ahora declaran que Alfonso Díez la llama ‘mi porcelana’. ¡Será de la dinastía Ming! A ver cuántas piezas le sobran cuando se la peguen con superglue.