La noticia de la muerte del tanga me ha reconciliado con la especie humana. Al parecer, los expertos en lencería han decretado un boicot a la carne a la intemperie porque dicen que los momentos de gloria del tanga han pasado. La miniprenda hacía furor cuando triunfaba el movimiento erótico-chic, pero la crisis pasa también factura a la sexualidad y hay que invertir tendencias. Ahora, la novedad son las neofajas, unas prótesis que permiten presumir de un cuerpo esculpido hasta en las circunstancias más adversas, es decir, después de Navidad.
Para las mujeres normales, ésas que ni salimos en Interviú, ni robamos a las arcas públicas, ni entramos en Gran Hermano, y las que, a veces para subsistir, pensamos en malvender nuestros riñones en e-Bay, se vuelven a llevar las braguitas. Cuando los diseñadores están detrás de las líneas enemigas, es fácil pensar en conjuntos de satén y encaje y lencería sensual de geometría imaginaria. Un triángulo de cuatro centímetros que desafía las leyes de la trigonometría y deja el trasero hecho puré porque tira el hilo.
Aunque yo no voy a usar faja, prefiero el efecto capitoné de mi culo bajo la presión de un buen tejido cien por cien algodón. Así que por lo que a la ropa interior se refiere, todo perfecto… Por lo demás, me apena la aniquilación de la piratería en la red, adiós a los contenidos gratis que ponían una nota de alegría a mi televisor. Me conformaré con celebrar el año del dragón que trae buenos augurios. ¡Una lata que Bilbao quede tan lejos de Pekín!