Como vivimos en un país en el que la realidad supera la ficción, Basauri pretende cambiar el nombre de los colegios Lope de Vega y Velázquez y rebautizar estos centros escolares para evitar roces entre la cultura vasca y española. Como exalumna del colegio público Lope de Vega, la tontería me revienta.
Ignoro qué le habrá hecho el Siglo de Oro español a la cultura euskaldun porque es como si alguien pensase que es necesario erradicar a estos «don nadie» de las calles de Euskadi y apear de las placas a personajes de la historia universal porque tienen tufillo a español y huelen rancio. ¿Acaso hicieron algo para ser merecedores de poner su nombre, excepto ser dos de los más insignes autores de la literatura y la pintura?
Los consejos escolares reniegan ahora de esas denominaciones como si Félix y Diego hubieran sido dos conspiscuos franquistas. ¡Venga meémonos encima de esos fachas imperialistas! Pero vive Dios que allí nunca pasamos por el filtro de una monja, ni dimos una clase de religión si preferíamos la educación cívica, ni fuimos aleccionados en consignas totalitarias. Por eso de esos colegios salimos personas de muy distinto pelaje e ideología, incluidos muchos de esos de la izquierda abertzale que ahora repudian su particular memoria histórica.
Sin embargo, los padres y madres de los consejos escolares creen que tiene mucha más solera que se apelliden con dos topónimos, Bizkotxalde y Soloarte. ¡Dónde va a parar!