El estado del bienestar está más caducado que un yogur del año pasado. Entre tanto copago, repago o yonopago, pronto volveremos a la medicina alternativa, a tirar de curanderos, chamanes y brujos de la tribu. «Curo dolor de espalda invocando a Txomin el grande con la sangre fresca de un gallo. Precio muy asequible; 20 euros, los jubilados pagan solo el 50%». O «Soluciono el mal de estrés con magia negra y desollando pollos. Tarifa al alcance de cualquier trabajador mal pagado».
Las pócimas sanadoras y los elixiris mágicos se venderán en los mercados de abastos junto a las salchichas y los higadillos. «Inmejorable jarabe para solucionar la impotencia. Si no le funciona como el Viagra, le devuelvo su dinero. Abstenerse afectados por ERE».
Los problemas de corazón se tratarán con hechizos. Los conjuros sustituirán al dentista y un cordel hará las veces de sacamuelas. No nos lo están poniendo fácil para sobrevivir. En los ambulatorios instalarán una máquina para pasar la Visa que el enfermo llevará reglamentariamente en la boca o tatuada en la piel, si ya ha perdido los dientes.
Se está cociendo una nueva generación; los aititeflautas. Eso sí, cuando los antidisturbios vayan a disolverles que usen gominolas que la osteoporosis es muy traicionera. Porque los predicadores/tertulianos pronostican el Apocalipsis financiero, los periodistas escriben sobre el Armagedon económico, los expertos vaticinan la hecatombe del sistema y los ministros nos dan sepultura.