Recordando la extinta serie «Los ladrones van a la oficina», esta semana se ha consumado la millonésima pillería. En un país repleto de rateros y timadores de guante blanco, la indemnización que solicita Carlos ‘cara cemento’ Dívar es solo una gota de agua en el océano de la corrupción. Que a la excuarta autoridad del país, a la que pillaron malversando fondos públicos, le quieran dar 208.000 euros en lugar de cadena perpetua, dice muy claro dónde estamos.
A ver qué trabajador presuntamente roba, se va por la puerta de atrás con serias dudas sobre su integridad y encima hay que pagarle doscientos mil euros, el equivalente a la extra de Navidad que le han quitado a 200 funcionarios. ¿A éste que le aplican los 33 o los 20 días de indemnización de la nueva reforma laboral? No, bueno, que debe ser eso a lo que se refería la lideresa Esperanza Aguirre cuando sacó a relucir lo de las mamandurrias. O sea, las prebendas, los sueldos por la jeta, las gangas desmerecidas… lo de Dívar mismamente.
¿Dónde está el ministro de Justicia cuando se le necesita? Pues jugando al despiste con la Ley del Aborto y defendiendo los derechos de los que están por nacer porque a los que están ya vivos les aplica la teoría Andrea Fabra: ¡Que se jodan! Con este espectáculo, el Gobierno todavía pretenderá que Finlandia financie estos desmanes y que Alemania mande al Caribe a la prima de riesgo. Y ahora, queridos lectores, a seguir disfrutando del show de Mariano y sus muñecos.