Arias Cañete, alias el yogurín, dice campechano; «si veo un yogur en la nevera, ya puede poner la fecha que quiera, que yo me lo como». El buche del ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente es agradecido porque, según él, los alimentos tienen un «margen de seguridad muy alto». El personaje que vela por la salubridad de la comida en España, peca de irresponsable saltándose a la torera las recomendaciones sobre las fechas de caducidad.
Bien mirado, es normal. El señor ministro también se come todos los viernes más de un sapo en el Consejo de Ministros y yo no veo que se atragante. El Gobierno, que dice trabajar para evitar el desperdicio de alimentos, prácticamente invita a coger los yogures directamente de los contenedores y anima a consumir sopas de ajo para aprovechar el pan duro. Por eso no se debe hacer caso a ministros ineptos. Perjudican seriamente la salud.
Además, por su papada de zampabollos, no se intuye que Cañete, el temerario, ingiera muchos yogures. Eso sí, debe preferirlos caducados para que lleven incorporados más bifidus. Miguelín también se comía chuletones de ternera durante el mal de las vacas locas y ahora le salen los efectos secundarios… en las meninges. Vean cómo se quedó, espongiforme.
Con todo, queda probado que los del PP son unos valientes. Fraga se bañó en un caldo radioactivo de Palomares y Arias Cañete come yogures caducados. ¡Qué verdad aquello de que lo que no mata, engorda!