Aquí no se jubila ni Dios. Yo ya tengo avisada a la señora de la limpieza para que si, cuando llega una mañana, me encuentra tiesa pero con las botas puestas, me tire al contenedor. Ella me ha contestado que si la diñamos en el curro es porque hemos cumplido años por encima de nuestras posibilidades, y me ha dicho que me despreocupe, que cumplirá la misión. Yo lo siento por la pobre, porque después de deshacerse de mí, tendrá que quitar el polvo a la UCI móvil, a varios taca taca, ordenar los pañales para adultos que el Parkinson habrá dejado tirados por el suelo, y quizá, según vayan las cosas, pasar un paño a la unidad de quimioterapia.
A raíz del anuncio de que aún se va a retrasar más la edad de jubilación, –ya andaba por los 67–, solo me asalta una duda: ¿Por qué para el empresario eres viejo con 45 y para el Gobierno eres joven con 70? Alguien me responde que un país que tiene la tasa de paro juvenil más alta del planeta necesita que unos viejos artríticos trabajen, mientras los jóvenes se marchan fuera a buscarse la vida.
Yo tengo la impresión de que es más sencillo. Quieren eliminar de facto las pensiones, imponiendo unas condiciones que la gran mayoría de los ciudadanos no va a poder cumplir con unos años de cotización imposibles y, los que hayan conseguido cruzar la meta tendrán pensiones absolutamente miserables. Sería más sencillo dar a los jubilados dos opciones: O trabajan hasta palmarla o contratan una eutanasia a precio reducido.