Una alarma de tragedia aérea se ha convertido durante varios días en el hazmerreir de todo «pichichi maría». Y todo porque las emergencias canarias informaron por error de la caída de un avión al mar. A la hora de la siesta, confundieron una gabarra que transportaba parte del fuselaje de un avión, y aseguraron que era el Boeing 737 de TUI con 150 pasajeros a bordo. ¡Menuda taquicardia colectiva! Si les animan, hasta dan la lista de pasajeros y testimonios presenciales de los que avistaron el intento de amerizaje.
Pero el caos estaba ya servido, los servicios de rescate movilizados, y helicópteros a 6.000 euros el despegue, en el aire. Pepe Gotera, Sacarino, Carpanta, Anacleto o Superlópez… gestionarían mejor el servicio de información.
Lo que los chicharreros no saben es que el famoso avión despegó de Castellón, donde llevan tres años esperando su primer aparato. Aunque, igual que los del 112, hace dos años, también alguien dijo ver el primer avión en las inmediaciones del aeropuerto. No mentía. Era el remate que corona la escultura que el artista Joan Ripollés, amigo de Carlos Fabra, instaló en la rotonda de acceso, a 300.000 euros de vellón. Con lo que les cuesta mantener a raya los hurones y halcones para tener las pistas limpias de roedores y pájaros, y el sueldo mensual del director del aeropuerto…, siempre tendrán la posibilidad de convertirlo en un parque temático de aviones… de papel. Porque ya hay más aterrizajes en el mar que en el aeropuerto de Fabra.