Un ‘morreo’ ha sacudido los cimientos del hemiciclo. El primer beso en los labios en el Congreso entre dos personas del mismo sexo. Y delante de los prebostes del PP. ¡Zas en toda la boca! “¿A qué huelen los besos?”, le preguntó Alonso a De Guindos, olfateando el ambiente. “No sé, pero esto está al rojo vivo”, contestó. Y es que el del miércoles entre Xavier Domenech y Pablo Iglesias era de un intenso carmesí. Igual que el que Brezhnev, presidente de la antigua URSS, le plantó a Honecker, su homólogo en la extinta RDA. Benetton hizo que Obama y el presidente chino Hu Jintao se ‘dieran el lote’. Britney Spears y Madonna se plantaron un ‘pico’ en los Premios MTV Awards. Pero si hasta Mariló Montero ‘morreó’ a María Casado en la tele.
¿A qué viene tanto escándalo? ¿Tanta cara de incredulidad de los señores ministros? ¿A qué no lo repiten con Rajoy? «Calla y bésame, tonto». Hablamos de un beso casto, una mera yuxtaposición anatómica de dos músculos, sin intercambio de saliva. El pasional lo reservan para Pedro Sánchez. Así que nada de la fábrica del amor, como dice Monedero. Fue postureo para entretener al respetable. Un beso con la boca cerrada, un saludito de nada. Una expresión de afecto, mero marketing. Porque a Iglesias le mola eso de ser la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro. Desengáñense. No era un beso de amor… esperemos que tampoco sea el beso de Judas.