La alcaldesa Manuela Carmena ha iniciado una campaña contra la costumbre de muchos varones de separar las piernas en el transporte público, ocupando el espacio ajeno. A este despatarre lo llaman microagresiones machistas. Pero parece más bien una falta de educación, o de poca solidaridad con el compañero/a de viaje. Está claro que a muchas nos gustaría que explayasen menos las piernas. No es mucho pedir. Ya que muchos tíos invaden comúnmente el área de otros asientos, aún chocando con lo que encuentren a su costado.
Algunos lo atribuyen a una cuestión biológica. Argumentan que aquello que tienen en la entrepierna les impide juntar las rodillas. Pero vaya, creo pueden ir perfectamente con las piernas cerradas. ¿Qué tienen? ¿Dos huevos o una docena? A menos que sufran de elefantiasis en sus partes nobles, deberían viajar más apretaditos. Para otros, además de una falta de cortesía, es un gesto de dominación.
Así, que desde área de Movilidad del Ayuntamiento de Madrid se han puesto a colocar cartelitos. Yo creo que hay que ser bastante gili para intentar legalizar los centímetros que se pueden abrir o cerrar las piernas en el metro o en el bus. ¿Y qué me dicen de ocupar el asiento con un bolso enorme? o ¿cargar mochilas gigantes como un caracol invadiéndolo todo? ¿Habrá policía para controlar lo que parece una “güevitis” endémica? Por favor ¿algún psiquiatra de guardia?