Macron se ha convertido en el nuevo Rey Sol. En sus primeros cien días de gobierno, su maquillaje ha costado al contribuyente francés 26.000 euros. Excusez-moi? Sí, ese es el gasto en una esteticista cuyos servicios fueron requeridos por el Elíseo desde su llegada a palacio. ¡No sé de qué se extrañan! Porque eso se lo funde Mariano en dos tintes de pelo. Con el agravante de que en España, el presidente necesita otra inversión. La careta que usa para salir en el plasma. Por lo demás, Rajoy prefiere maquillar… las cuentas.
Pero digo yo que para emplastar, corregir ojeras y quitar brillos a mesié le presidént no hay que ser Leonardo Da Vinci. Ni la señora Cecilia, que dejó pintado como una puerta al Ecce Homo de Borja. La chapa y pintura de Emmanuel no es nada si la comparamos con lo que salía la pelu de el socialista Hollande. Este tipo, semicalvo, se gastó durante cinco años de mandado, 99.000 euros anuales en el sueldo de su barbero personal. ¿Cómo se puede ser primer ministro y no saber peinarse? Con lo que le quedaba de melena bastaría un peine sin dientes. Sin embargo, recortar el cabello de un presidente es una bagatela. Lo verdaderamente valioso es que luzca una impecable coloración. Ser un peliteñido es el error de la metrosexualidad tardía. No hay más que mirar a Trump con su tupé naranja y su bronceado imposible. ¡Y luego dicen que la república es barata!