Tres de cada diez personas han mantenido o mantienen una relación sentimental con un compañero de trabajo, dice la estadística. Pocas me parecen. Y créanme que sé de buena tinta de qué va la historia. Uno de los romances en el entorno laboral más sonado tiene lugar estos días en el Congreso. El diputado de ERC, Gabriel Rufián se casará, se ha publicado, con la jefa de prensa del PNV, Marta Pagola. Una revista asegura que el político y la periodista se darán el sí, quiero en Hondarribia este año mientras ellos deshojan la margarita y ni confirman ni desmienten.
La realidad es que el amor fluye en el hemiciclo. Y no solo por el flechazo repentino entre Iglesias y Sánchez. La política hace extraños compañeros de cama y a la presidenta del Congreso, Maritxell Batet se la relaciona con Juan Carlos Campo, el nuevo ministro de Justicia. Como el roce entre escaños hace el cariño, un vicepresidente del Gobierno y una ministra comparten tres criaturas y chalé en Galapagar. Haciendo bueno el dicho de que el poder es el mayor de los afrodisiacos, la lista de idilios sonados en la Cámara baja se alarga y todo el mundo recuerda la pareja Werth-Gomedio. También la que se presume nueva shérif de Ciudadanos, Inés Arrimadas y su marido, Xavier Cima, se conocieron a la luz de la luna del Parlament. Él luchaba por la independencia y ella por la unidad de España. El amor es lo único que sobrevive al Procés.